La mente de Layla fue un completo lío desde el momento en el que salió del departamento. Cada paso que daba era un pensamiento más a la lista, una mala probabilidad, un triste recordatorio de que ella no era ella. No era la Layla de Daniel Luna. Pero en su interior lo que había sido solo una pequeña chispa ahora era más grande y tenía más deseos de convertirse en esa otra persona que fingía ser.
Todos hemos tenido esa extraña sensación; cuando miramos por más tiempo del normal algún objeto, cuando pronunciamos una palabra demasiadas veces, ya saben; comienza a ser extraño. Nuestros ojos y oídos de alguna manera distorsionan lo que percibimos y lo encontramos raro. Así se sentía Layla cuando entró a casa; como si ya no fuese el mismo lugar de siempre. Y la sensación la acompañó aun cuando se miró en el espejo. Ahí estaba ella... pero sin ser ella del todo.
Miró su celular encontrando seis mensajes nuevos. Le sorprendió ver el nombre de su madre en la pantalla, avisando que tardaría dos días más en el congreso. Victoria no solía tener esa clase de consideraciones con ella, pero más allá de desagradarle, le pareció lindo. Supo que estaba realmente muy descompuesta, porque cuando comienzas a considerar 'lindo' algo que mereces, entonces significa que tus estándares son tan bajos que aceptas cualquier cosa.
El nombre de Daniel iluminaba su pantalla, con la última actualización de su nombre de contacto. No sabía cómo había pasado de ser 'El profesor Luna' a 'Daniel :)' y estaba empujando lejos con todo su ser el miedo que eso le causaba... El miedo que su verdad le causaba.
Daniel :) 10:25
¿Ya estás en casa?
- D. Luna
Daniel :) 10:26
¿Cómo está Lía?
- D. Luna
Tu 10:30
Si y muy bien.
Respondió con rapidez y salió en busca de su hermana. Brena la recibió con una sonrisa y otras dos niñas comenzaron a gritar el nombre de Lía.
—Es que está en el baño —le explicó Brena sonriendo.
Cuando Lía salió llevaba una enorme sonrisa en el rostro.
—¿Sabes qué día es hoy, Lay? —le preguntó luego de despedirse de sus amigas y tomar su mano mientras se encaminaban a su casa.
—Domingo... —dijo la mayor, vacilante.
—¡Exacto! ¡Mi día favorito!
Pasaron el día juntas y los siguientes también. Con Victoria fuera había más soltura y menos tensión dentro de su casa.
Layla había decidido llevar a Lía con ella al trabajo luego de pedirle autorización a Connie, así que la niña pasaba las tardes sentada en la mesa de la esquina haciendo sus deberes escolares. Emma y Ginna la consentían y le daban galletas a escondidas mientras Layla intentaba ser la ayudante de Connie en la cocina.
No podía actuar con normalidad con Daniel, porque había escuchado lo que él le confesó y no sabía cómo tomarlo. No podía corresponderle porque Layla tenía una perspectiva completamente diferente de ellos dos y una parte de ella sabía que él terminaría odiándola. Pero tampoco podía ignorarlo y ser indiferente, porque su corazón había latido desbocado cada que su cerebro recordaba aquel momento.
—Ya casi es tu cumpleaños Layla —dijo Ginna con voz cantarina entrando a la cocina. Examinó a Layla mientras preparaba masa para pastel y trató de ocultar una espontánea sonrisa de superioridad —. Definitivamente no es lo tuyo —dijo mirando el rostro lleno de harina de la chica y la graciosa mueca que se formaba en sus labios al intentar dividir la masa de galletas en porciones iguales.
—Eso ya lo sé. Ambas cosas —sonrió, últimamente Ginna no le parecía tan desagradable como antes. Por algún motivo se había dado cuenta -tres años tarde- de que no eran tan opuestas como ella creía.
—Organizaremos una comida para ti. ¿Cierto, Connie? —la mujer apartó la mirada de su horno para dirigirla a la rubia.
—¡Era sorpresa, Ginna! —reprendió en un tono que hizo reír a Layla.
Ginna abrió mucho los ojos y se cubrió la boca con las manos, llena de vergüenza.
—Emma me va a matar —sentenció la rubia antes de comenzar a reír con nervios. Tenía una facilidad para soltar frases inadecuadas al parecer.
—O al menos lo intentará... Te lo aseguro —afirmó Connie con su voz ronca y Ginna se acomodó el cabello tratando de ocultar el miedo.
—No le diré —soltó Layla tratando de ayudar un poco a Ginna, lo que era algo un poco inusual y tomó por sorpresa a su compañera de trabajo que la miró con ojos de cachorro e hizo ademán de acercarse a abrazarla. Pero no pudo llegar hasta ella, porque la voz de una cuarta mujer las hizo mirar paralizadas en su dirección.
—¿Qué cosa no dirás? —Emma las miró y de inmediato supo que ocultaban algo, sus ojos evaluadores pasaron de una a otra — ¿Qué pasa aquí...? —entrecerró los ojos en un intento por descubrir el secreto.
—Ginna le dijo de la fiesta —soltó Connie y luego la inundó una risilla nerviosa. Miró a Ginna que tenía la boca abierta —Lo siento mi niña, se me salió…
Editado: 07.11.2021