Profesor Luna

Capítulo 24

 

Lía se escabulló en su recámara, pidiéndole dormir con ella y Layla aceptó de inmediato. Había entregado sus tareas de la preparatoria en línea con apenas dos minutos de límite y se dijo a sí misma mil veces que debía parar.

Parar, parar, parar, parar, parar.

Debía detener todo eso que la estaba haciendo ser esa otra mala versión de sí misma. Porque iba a terminar mal. Ya no podía seguir absteniéndose de pensar en las posibilidades; sólo había dos resultados posibles y ambos incluían uno o más corazones rotos.

Ver a Daniel después de lo que había sucedido era estresante y doloroso, porque él estaba tan comprometido en que lo que tenían saliera bien y prosperara y ella solo le ofrecía mentiras, un platón grande y lleno de mentiras.

De alguna forma su corazón descansaba un poco cada que lo abrazaba y él le recordaba lo mucho que la amaba. Porque si lo que le había dicho Emma era cierto; el hecho de que él la amara significaba que podría perdonarla.

Le daba miedo la posibilidad de perder al hombre al que creía que amaría para siempre, por eso se aferraba a él con más fuerza sin enfocarse en nada más. Al abrazarlo lo hacía durante más tiempo. Se abrazaba a su espalda, a su cuello, a su alma. Trataba de sostener aquello con tanto esfuerzo que comenzó a descuidar un poco los demás aspectos de su vida y un día encontró a Lía llorando en casa, descubrió que llevaba varios días peleada con Brena, así que al notar lo mucho que estaba olvidándose de todo, decidió dar un paso atrás. Tomó un respiro del amor, porque además de todo, Daniel seguía insistiendo con más frecuencia en involucrar a Lía. Era entendible porque él la veía como la hija de su novia, pero para Layla era sofocante también. Ya no podía seguir el paso de sus propias mentiras, al parecer se habían vuelto más poderosas que ella misma y ahora que corrían a kilómetros por hora, ni con todo el esfuerzo de su alma, podía atraparlas. Así que sin pensar realmente las consecuencias le había dicho a Daniel que ya lo había hecho; que Lía ya estaba al tanto.

En realidad, fue sólo una mentira más. Ya saben, ese es la cosa con las mentiras; cuando comienzas, es difícil parar. Y era sólo para calmar las ansias de Daniel por esperar algo que no sucedería. Si Layla llevaba tanto tiempo ocultando cosas, una más podía ser la solución. Al menos la solución fácil.

“Pero no intentes relacionarte con ella en la escuela. No quiero que se sienta abrumada… Por favor”

Al sólo recordar sus propias palabras y el tono complaciente con el que salieron de su boca, se odiaba a sí misma. Y si podía ser posible, se odiaba aún más al recordar la felicidad con la que él había tomado la noticia.

Así que podrán comprender que después de todo eso, ella ya no podía seguir mintiendo, al menos no por un tiempo. Todo en exceso resulta peligroso, más aún las mentiras.

Emma le había avisado tiempo atrás sobre la fiesta que le estaban preparando y que gracias a Ginna dejó de ser sorpresa y Layla lo vio como la perfecta oportunidad de distraerse un poco y también alegrar a su hermana.

Su cumpleaños no era una fecha especialmente alegre, no tenía muchos buenos recuerdos de los anteriores, aun así, se esforzó en llevar una sonrisa todo el tiempo posible.

Lía mostró su entusiasmo desde que comenzó el día, porque además era domingo y los domingos siempre serían su día favorito. La pequeña le escribió una carta de cumpleaños, adornada con lentejuelas y diamantina de colores, que Layla recibió en su propia cama con una sonrisa y emoción que no le llegaba a los ojos, pero que, para Lía bastó.

Layla se encargó de alistar a su hermana, se puso algo sencillo y salieron de la mano en camino a la pastelería de Connie.

—La Calle España es mi calle favorita Layla, ¿Cuál es tu calle favorita? —preguntó con alegría la pequeña.

—La Calle España también es mi favorita —respondió Layla, aun cuando su mente la llevó de inmediato a la calle donde el edificio rojo al lado del bar resguardaba a Daniel Luna y sus libros, sus hojas de planeación y las paredes entre las que su secreto era sólo una realidad.

— ¿Habrá pastel?

—Es una pastelería, por supuesto que habrá —su tono expresaba la diversión que la pregunta de su hermanita le había causado.

—Y es un cumpleaños —añadió Lía obviando lo que ya era un hecho y la mayor asintió.

Entraron por la puerta principal; la que usaban los clientes. El lugar estaba tranquilo sin todas las personas comprando y gritando sus pedidos gracias al letrero de 'cerrado' que se movía con el viento contra el cristal de la puerta de entrada.

En cuanto cruzó la puerta de la mano de Lía, las cuatro personas dentro gritaron con emoción y al unísono: —¡Sorpresa!

Layla las miró, todas llevaban un ridículo gorro de fiesta y grandes sonrisas. Emma se acercó de inmediato a abrazarla, seguida de una entusiasmada Ginna. La siguiente fue Connie y al final Lena; la madre de Emma.

—Mira los globos —le dijo Lía con emoción y jalando su mano, Layla se dio cuenta que no la había soltado en ningún momento. Aun de forma inconsciente siempre se aferraba a ella; Lía, la única persona que tenía en el mundo.

Pasó una tarde llena de comida, sonrisas y regalos, para Layla los cumpleaños siempre arrastraban una vibra de melancolía y nostalgia, pero ese en especifico no estuvo tan mal.




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