Profesor Luna

Capítulo 26

 

El problema con enamorarte es que cuando el efecto baja un poco su intensidad todo es deprimente, porque las mariposas en el estómago se van a dormir y te quedas con la sensación de un vacío enorme.

Layla pasaba todos los días pensando en él; en qué estaría haciendo él mientras ella servía café, qué estaría pensando él al leer los mensajes que ella le mandaba. Sólo deseaba detener el tiempo cada vez que lo recordaba.

Pero estaba siendo paciente, lo intentaba con todas sus fuerzas, al menos todo lo que podía.

—Quizá es mejor si ya no te quiere ver, al menos no tendrás que decirle todo.

—No puedo creer que digas eso —miró a Emma con incredulidad y su amiga se encogió de hombros.

— ¿Porqué?

—Me has insistido tanto en que debo decirle la verdad, todo el tiempo me lo dices y ahora crees que es mejor no decirle…

—Es por ti… No me gusta verte así y sinceramente sé que eso no saldrá bien, aunque sigo creyendo que es lo correcto.

Layla la miró con recelo y le dijo algo que llevaba diciéndose a sí misma desde la última vez que había hablado con Daniel.

—Él me ama y yo a él, Emma… yo no sé la razón, pero tenemos una conexión tan única y fuerte y confío en que lo entenderá. Él no me odiará, no me odiará… —Layla evadió la mirada de lástima que su amiga le lanzó. Incluso para ella era un poco evidente que sus palabras no buscaban convencer a nadie más que ella misma.

—Tienes razón Lay… Él va a perdonarte, no lo hiciste con afán de dañarlo, no lo hiciste conscientemente.

Layla asintió, queriendo creerlo con el corazón. Salvo que su conciencia le recordó todas las veces que pudo no hacerlo; que pudo no mentirle y lo hizo por libre decisión.

Que todo pase, que todo pase, que todo pase, que todo pase, que todo pase… Y que no duela.

Daniel había tomado su espacio y había tenido el tiempo suficiente para pensar. Cuando él miraba a Layla sabía de alguna forma que quería un futuro con ella. No era un niño, no era un chico joven buscando nuevas experiencias; era un hombre adulto y la idea de formar una familia y sentar cabeza no le daba miedo. Pensó demasiado hasta que llegó a la conclusión de que aun cuando las mentiras siempre le habían parecido imperdonables, si él pensaba en ella como algo a futuro, entonces podía darle otra oportunidad, podía olvidarlo y volver a empezar.

Incluso cuando sentía que se estaba traicionando a sí mismo, podía ignorar eso. Estaba listo para perdonar, estaba listo para empezar de nuevo.

 

Daniel :) 09:15

Ya tuve tiempo suficiente, podemos intentarlo de nuevo.

  - D. Luna

 

Al leer el mensaje Layla sintió el alma volver al cuerpo, pero de inmediato se sintió morir, era una paradoja estúpida pero realista.

Al fin ella ya no se sentiría como una loca entrometida insistiendo, al fin tendría la oportunidad de hablar con él, porque él estaba listo.

Pero se había prometido a sí misma contarle todo en cuanto él aceptara acercarse de nuevo y está vez lo haría de verdad. Lo haría porque necesitaba dejar de cargar con todo eso. Ya ni siquiera podía mirar a su hermana a los ojos, ya ni siquiera podía mirar su propio reflejo, ya no podía sostener las mentiras que había ido acumulando. Eran como un cáncer y la carcomían por dentro y por fuera, se deslizaban hasta en sus sueños, convirtiéndolos en pesadillas. Llevaba días sin dormir bien y las bolsas bajo sus ojos la delataban, llevaba días pensando en todo lo que podrían hacer una vez que él supiera la verdad y pudieran continuar; continuar como la verdadera Layla, lejos, donde nadie los conociera. Por su mente sólo pasaban miles de posibles escenarios en los que aquello; ellos dos siendo felices, pudiera ser posible.

 

Tú 09:16

¿Podemos vernos mañana por la noche?

 

Daniel :)

Me parece una excelente idea.

  - D. Luna

 

Miles de pensamientos en su mente jugaban con ella, estaba sobre su cama. Ni siquiera había tenido fuerza suficiente para ir a trabajar y como Emma había estado más que comprensiva con ella, le había pedido que la cubriera.

— ¿Puedes hacer el desayuno? Porfis… —dijo Lía en una voz melosa e infantil al tiempo que entraba en su habitación sin avisar.

Layla la miró; la pequeña vida a su cargo, ella era tan inocente. Lía era tan buena y merecía una mejor hermana. Le sonreía con su dentadura incompleta y le daba una razón para intentarlo, para intentarlo todo.

— ¿Qué quieres desayunar? —le preguntó incorporándose en la cama y la niña se encogió de hombros.

—Lo que sea. ¿No fuiste al trabajo por cuidarme? —Layla abrió la boca para responder, pero su hermana ni siquiera le dio la oportunidad —. Ya no estoy enojada con Brena, así que Diane puede cuidarme de nuevo —la miró con ojos grandes e inocentes y Layla negó con la cabeza.




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