El dolor que una persona siente al tener el corazón roto puede no ser creíble o razonable para muchas personas, pero cuando lo vives se siente como algo tremendamente real. Tan real que los huesos duelen y los pulmones se vuelven lentos y cuesta respirar. Es real que la cabeza estalla y las lágrimas son tan constantes como los parpadeos.
Layla intentaba pensar en qué todo eso pasaría. Lo sabía, sabía que pasaría tarde o temprano dejaría de doler, pero se sentía como si fuese infinito, un dolor infinito y cruel causado por sí misma.
Lo único que deseaba era poder verlo, decirle cuanto lo sentía, abrazarlo y que él le dijera que todo estaría bien, que la protegiera como siempre lo hacía. Pero era realmente pronto para buscarlo, porque la noche en que había ido a buscarlo todo había sido catastrófico y ella había sido egoísta e irrazonable. Ni siquiera podía pensar en lo que había pasado sin odiarse a sí misma y ya habían pasado tres días de eso.
Tres días en los que había comenzado a vivir como si nada más que su dolor importase. Había ignorado a Victoria y sus súplicas por tener una “conversación importante”.
Cuando le contó a su mejor amiga; Emma, todo lo que había pasado, ella la miró de una forma que hizo pensar a Lay en que nunca podría arreglar todo el desastre que había ocasionado. Después Emma le dio un abrazo que se sintió como una consolación insuficiente, porque lo que Layla estaba necesitando era saber que todo estaría bien. Sin embargo, muy en el fondo de su ser, sabía que ese deseo era un poco imposible de cumplirse.
Estaba en su casa cuando las tristes y frágiles ruinas de su mundo terminaron por destruirse.
Llevaba días atrasada en sus deberes escolares y había pedido el día libre en el trabajo para poder terminar todo lo que tenía pendiente.
Estaba frente a su computadora, tecleando y mirando fijamente cada nueva oración que agregaba a su ensayo de literatura avanzada, cuando escuchó su puerta abrirse. Miró sobre su hombro para encontrarse con su madre.
Victoria la miró y se acercó a ella con aire nervioso, se sentó en el filo de su cama, muy cerca de ella.
—Layla... Realmente necesito hablarte de algo.
— ¿Puede ser después? Estoy haciendo tarea.
—Te lo he pedido varios días, no puedo esperar más —su tono suplicante obligó a Layla a girar su silla para poder mirar de frente a su madre.
Las rodillas les chocaban por el espacio reducido y la chica pensó en que ese era el primer contacto físico que tenía con su madre desde hace años. Layla no era tan afecta a los abrazos, pero, sólo porque nunca los recibió de su madre. Así que, con los años había dejado de desearlos. En ese momento, por ejemplo, deseaba que la distancia entre ellas pudiese hacerse más grande, tanto, que tuviese que gritar para escuchar a la otra.
—Está bien —dijo con un suspiro. No sabía que era lo que ella querría decirle con tanta urgencia, pero no podía ser bueno, no después de cómo había estado actuando últimamente —. Dímelo —soltó, a sabiendas de que muy probablemente no terminaría esa conversación con una sonrisa.
Victoria le sonrió con sus labios rojos y respiró varias veces antes de hablar.
—Bueno, esto es algo que llevo mucho tiempo guardando, porque he estado esperando el momento adecuado. Y creo que este es el momento, ahora que las tres estamos bien...
No estoy bien mamá. Anoche me quedé dormida al lado de Lía, mientras lloraba por un hombre doce años mayor al que le mentí sobre mi identidad y que para variar es el maestro de mi hermana. Todos los días él ve en mi hermana el recuerdo de lo que le hice. Probablemente jamás podrá perdonarme, pero aún tengo la esperanza de que lo haga y podamos vivir una vida entera juntos.
Dejando sus pensamientos de lado, Lay asintió: Claro... Las tres estamos bien.
—Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que intenté algo serio con alguien y ya es momento de rehacer mi vida... nuestras vidas —la miraba todo el tiempo, como si pudiese adivinar lo que ella pensaba. Claramente no la conocía lo suficiente, no podía descifrar su rostro estoico.
»—Hace ya un tiempo que estoy con alguien... Él es un hombre bueno, es trabajador y se preocupa por mí y por ustedes. Sabe todo, sabe que no ha sido fácil, incluso me ha ayudado a conseguir soporte profesional. Me llevó con una terapeuta, me he quitado un peso de encima y ella; mi psicóloga, me ha dicho que debo esperar a tomar una decisión, pero nunca he estado más feliz hija. Yo sé que quizá debía esperar un poco más pero ya no podía hacerlo, necesitaba decírtelo.
Layla no sabía que decirle, no podía escuchar aquello sin que sonara a una patética broma.
En vista de que ella no emitía ninguna palabra, Victoria le sonrió y continuó:
»—Se que es difícil y que también has sufrido, pero estoy tratando de hacerlo bien está vez, escucha... Él quiere que me mude con él, y yo… creo que quiero hacerlo —sonreía como una tonta y Layla simplemente se limitaba a observarla —. He estado pensando que la mejor opción es que me vaya con él y ustedes pueden quedarse aquí en casa. Yo me haré cargo de ustedes, de todo, no quiero que estén incómodas. Yo quiero lo mejor para ustedes, tú ya eres suficientemente mayor y creo que ya puedes encargarte de cuidar a Lía, nada les faltará y él ha ofrecido pagarte la terapia también- Creemos que tienes problemas de ira, pero podemos solucionar todo eso —su voz entusiasta era tan irreal.
Editado: 07.11.2021