Profesor Luna

Capítulo 30 parte 2

 

Esa misma noche se lo contó a Lía; que debían prepararse para marcharse. No sabía cuánto tiempo tardaría en llegar ese momento, pero comenzó a arreglar todo, todo para estar lista.

— ¿Entonces por fin haremos “el plan”? —Lía la miró, con ojos emocionados. Inocente, como alguien de su edad podría estarlo. Ya que “el plan”, en realidad no tenía nada de emoción inocente como Lía lo percibía. Al fin y al cabo, era sólo un proyecto para que una chica de diecinueve huyera de casa con su hermanita menor de edad.

—Así es, pero necesitamos ser muy sigilosas, nadie puede saberlo.

—Está bien, ¿hoy estás triste? —inquirió con una mueca esperanzadora.

Lía llevaba días durmiendo a su lado, tratando de hacerla sentir mejor, porque al ser la persona más cercana a ella sabía que su hermana mayor no estaba exactamente en su mejor momento.

—No tanto...

Pero sólo porque no tenía tiempo para estarlo, al menos no del todo.

Pasó varios días anotando y preparando todo lo que tenía que hacer para cuando llegase el momento de irse, escapar ya no era tan emocionante como lo había imaginado años atrás. Pero al menos fue una excusa para distraer su mente que siempre la llevaba a recordar unos hermosos ojos oscuros que llenaban sus noches con sueños tristes.

Le entregó una carta a Diane, pidiéndole que la guardara. No sabía realmente cuando llegaría el momento de marcharse, pero cada minuto con las personas que conocía se sentían como una despedida.

— ¿Y cuándo debo abrirla?

—Uno de estos días Victoria quizá quiera saber algo sobre mi o Lía y vendrá a molestarte, entonces podrás abrirla.

—Esto es demasiado extraño, sé que algo anda mal. No quiero que les pase nada malo… no hagas nada tonto.

Layla sonrió para aligerar el ambiente y la miró con amor.

—Por ahora no pasará nada, pero llegará el momento indicado y quizá no podré avisarte. Sólo necesito que sepas que estaremos bien, no debes preocuparse.

—Layla... Eso no suena nada bien... —la miró con tanta preocupación y dolor que Layla se sintió conmovida.

—Nunca te agradecí por todo lo que hiciste por nosotras. Sé que los pastelillos no eran ni la mitad del pago que merecías… Diane, yo te admiro y… si yo pudiese elegir algo en mi vida, sería tener una mamá tan buena como tu —sin poder evitarlo sus ojos comenzaron a derramar grandes lágrimas, llevaba días cargando con mucho.

Diane la miró y soltó una pequeña risa temblorosa, antes de comenzar a llorar la abrazó.

—Layla, no sabes cuantas veces pedí al cielo porque ustedes tuvieran algo mejor, ni siquiera yo las merezco —Layla negó con la cabeza, no podía aceptar esas palabras cuando sabía que había sido una pésima persona en múltiples aspectos y ocasiones —. Promete que estarán bien —susurró Diane y ella asintió.

—Siempre estaremos bien.

Inevitablemente escuchó la voz de Victoria diciendo; las chicas Alexander somos fuertes.

Layla era una chica Alexander, y podría ser o no ser real que, si linaje estaba dotado de fortaleza, pero, aun si no lo era, debía serlo. Porque estaba a punto de saltar a un precipicio mucho más grande de lo que había pensado y no lo haría sola.

….

 

Sabiendo que en cualquier momento saldría de la ciudad, tuvo la certeza de que tenía que encontrar la manera de hablar con Daniel una vez más, porque deseaba tanto mirarlo. Deseaba tanto pedirle que escapara con ellas.

Pensaba mil formas de lograr entablar la conversación que necesitaba tener con él, pero necesitaba que en primer lugar él quisiera hacerlo. Así que recurrió a la forma de comunicación que había sido el primer testigo de su amor; un mensaje de texto, esperando que esta vez, tuviese respuesta.

Se escabulló a los vestidores de la pastelería para poder enviar el mensaje y que los clientes no vieran sus manos temblorosas y ansiosas y las marcadas bolsas bajo sus ojos. Se escabulló de su realidad por un momento.

 

Tú 12:30

¿Podemos hablar?

 

La pantalla oscilaba entre la ausencia y el “escribiendo” durante tanto tiempo que Layla pensó que recibiría una lista de cien motivos por los cuales Daniel no quería volver a verla y su corazón tembló al recibir la escuálida respuesta. Aunque al menos no era del todo mala.

 

Daniel :)

Si, podemos.

 

Percibió en seguida algo fuera de lo normal; no estaba incluida la particular y constante “firma electrónica” de Daniel.

Si ella le hubiese preguntado el motivo Daniel no lo habría confesado, pero es que en aquel momento ya no estaba seguro de nada, ni de sí mismo. Había dejado de ser el Daniel Luna de hace siete meses.

Cuando al fin había comenzado a pensar que su vida estaba en orden y en un punto que realmente disfrutaba, había llegado un tornado con nombre, apellido y unos grandes ojos verdes a poner todo de cabeza, y así, una nueva capa de vida y experiencias se había envuelto en su ser, algo a lo que apenas se estaba adaptando. Además de que aquella firma era una de las muchas cosas que le recordaban a ella; al inicio de su aventura ficticia y moralmente incorrecta.




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