Prófugos

×Capitulo Veintitrés

—Pero miren a quien me vuelvo a encontrar —Dice una voz que me cuesta reconocer.

Cuando me doy vuelta me quedo paralizada, no puede ser, él no puede estar aquí, no puede ser cierto.
Tiene esa sonrisa de superioridad y sínica plasmada en sus labios, esa que una vez me gustó tanto, el intenta acercarse y tocarme el brazo, yo retrocedo rápidamente pero no puedo hacer más que eso, no puedo moverme, lágrimas empiezan a descender por mis mejillas y no puedo pararlas, comienzo a temblar. Estoy volviendo a tener uno de mis ataques de pánico, muchas imágenes vienen a mi mente, las cuales no quería recordar nunca más.

Siento que alguien se coloca delante de mí, en forma de protección. 
—¿Quién eres tú? —Pregunta la persona que se colocó delante de mí.

—Dylan, Dylan Cook un gusto —Dice él famoso innombrable con esa sonrisa que tanto miedo me causa en estos momentos. Ambos se dan un apretón de manos.

—Ahora vete y deja en paz a mi chica. —Dice Caleb con el ceño fruncido.

—¿Tu chica? —repite para luego largar una carcajada —lamento informarte que ella es mía y siempre lo será —dice Dylan de manera sínica.

—Ca-Caleb déjalo vámonos, por favor. —digo tartamudeando mientras lo tomo del brazo.

—Estas muy equivocado niño bonito, esto lo arreglaremos luego. —le dice Caleb y nos alejamos de ahí. Al estar lo bastante lejos, él me abraza y de verdad lo necesitaba, al separarnos pone sus manos en mis mejillas haciendo que lo mire a los ojos y me pregunta—¿Estas bien preciosa?

—Si gracias. —le doy una pequeña sonrisa.

—¿Quieres que nos vayamos un rato a dar una vuelta así te tranquilizas? —pregunta acariciando mi mejilla. Yo asiento y el me abraza para guiarme hacia su auto.

Caleb se dirige hacia la carretera no se hacia dónde vamos, pero la verdad es que no me interesa solo quiero alejarme de aquí. El trayecto fue silencioso, el solo tenía su mano en mi pierna y trazaba pequeños círculos con su dedo pulgar tratando de tranquilizarme, a veces me daba pequeñas sonrisas fugaces haciéndome sentir que todo está bien. Pero con la llegada de Dylan nada estará bien sé que esto no es nada bueno.
Luego de cuarenta minutos aparca en un mirador que se encuentra en la cima de una colina. Es hermoso desde aquí se puede ver casi toda la ciudad.

—Llegamos —Anuncia, ambos bajamos y nos sentamos en la parte delantera de su auto —ahora dime —que no me pregunte por favor —¿Quién es ese idiota? —y si me pregunto. Mierda.

—Te contaré todo, pero debes prometerme algo —el asiente poco convencido. —Si yo te cuento toda la historia debes prometerme jamás meterte con él, aléjate, ignóralo no quiero que te ocurra nada por mi culpa. Por favor.

—No te aseguro nada preciosa, pero cuéntame, ¿Quién es él? Y ¿Porque te has puesto así?

—Todo comenzó en mi antigua ciudad, yo ya corría, no soy nueva en eso, por eso cuando corrí con ustedes se llevaron esa gran sorpresa, nunca se imaginaron que les ganaría. Yo era la mejor de mi ciudad no es por presumir. Desde los 14 años que compito, gracias a mi padre, el me enseño todo lo que se —mis ojos se llenan de lágrimas, pero respiro hondo para calmarme debo seguir. Pero de verdad extraño a mi padre —Con Dylan fuimos pareja, nos conocimos en una de las pistas que yo frecuentaba, habíamos competido enfrentados, apostamos nuestros autos, el que ganaba se llevaba el dinero y mi hermoso Lamborghini color amarillo, le gane, pero como hice contigo no quise su auto, entonces como recompensa me dijo que por lo menos le acepte una cita y así fue. Comenzamos a salir hasta que luego de varias semanas me propuso ser su novia y yo acepte, al comienzo todo era perfecto, la combinación hermosa de amor y ternura, compartíamos una pasión hacia los autos y la velocidad. 
Pero todo cambio, de un día para otro se convirtió en alguien agresivo y posesivo, todo se acabó cuando lo encontré entre las piernas de una de mis ex mejores amigas, lo dejé, pero él no lo acepto, no me dejó en paz, me amenazó dijo que si no volvía a con él lo iba a lamentar —Se me llenan los ojos de lágrimas y él se preocupa.

—Mai si no quieres no sigas no es necesario. —Dice limpiando las lágrimas que viajan por mis mejillas.

—No, está bien, ya es hora que lo hable con alguien del tema —digo dándole una sonrisa para que se tranquilice. —y si lo lamente, y muchísimo, primero comenzaron las amenazas, estás consistían cartas o mensajes que me decían que gente que yo quería iba a salir lastimada si yo no volvía con Dylan, pero no lo creí capaz de hacerle daño a alguien por un capricho, pensé que eran tonterías para que sienta miedo y vuelva con él, hasta que las amenazas de volvieron realidad, en una de las competiciones, mi única mejor amiga desde pequeña, tuvo un trágico accidente, no tan accidente, ya que la gente de Dylan fue la culpable, habían saboteado el auto de Alexia, en una de las curvas ella no pudo frenar y su auto salió por los aires cayendo así por un barranco, causando su muerte inmediatamente. Yo estaba devastada, era como mi hermana y murió por mi maldita culpa Caleb. Luego de su muerte todo se encontraba tranquilo hasta que las amenazas constantes volvieron y le conté a mi padre lo que sucedía. —No aguanto más, las lágrimas siguen recorriendo mis mejillas, él acaricia mi hombro en forma de apoyo, tomo aire y sigo —Yo no pretendía que lo vaya a enfrentar, solo necesitaba contarle a alguien y ver si podía darme algún consejo.
Pero no me escucho, fue en busca de Dylan, al otro día en la tarde su cuerpo fue encontrado carbonizado en un descampado. Él era todo para mí, me enseño todo lo que se, me aconsejaba, me cubría de mi madre para ir a fiestas o a las carreras, yo quería ser como él, era mi héroe, era mi mejor amigo, era todo para mí. Tras la muerte de ambos yo quedé devastada por eso me metí en carreras más peligrosas, necesitaba escapar, comencé a embriagarme y hasta algunas veces drogarme sin control, hasta que mi madre se cansó de mis llegadas a las altas horas de la noche en estados asquerosos, me mandó a rehabilitación y decidió que era hora de dejar mi antigua ciudad para alejarnos de todo el pasado y así escapar de Dylan. —Cuando termino de contarle todo a Caleb, él me abraza fue uno de esos abrazos que curan el alma.




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