Prohibido

7. FRANK

Franklin Frederic Homeler era un buen niño; según comentaba el viejo Tandler -Homeler Father, para los amigos- el chiquillo nunca paraba de hacer escándalos. Gritaba todo el día. A sus ocho años cambió por completo. Él leía, Frank era lector de terror, ciencia ficción y cosas así. Vivía en un hotel en el que Tandler era jefe. Siempre jugaba en el vestíbulo con sus coches de juguete, y algunos de madera. El piso de madera estaba cubierto por una divina alfombra roja con largas líneas blancas. Las paredes estaban llenas de carteles históricos y la recepción era de oro. Allí atendía su tío, Annor. Yacía en el techo unas lámparas muy antiguas, que colgaban de hilos metálicos, duros. El cartel que a Frank -y a su padre- más les gustaba era el del tigre. Encima de la recepción, pasando un largo pasillo, se hallaba un tigre realista, sin ningún rasgo de caricatura.

Frank vivió toda su adolescencia allí; sufría bullying en el colegio, y debía soportarlo. Él siempre tuvo que vivir a la seguridad de sus padres. No lo dejaban salir afuera, porque siempre llegaba a casa con un moretón en medio de la cabeza, o chorreando sangre de la nariz. Tampoco le permitían salir de fiestas, vendría también en las mismas condiciones. Era un chico muy conflictivo. A sus veinte años pudo conocer a muchas chicas, aquella época de no salir se había desvanecido por el pasar de los años. Era todo un joven que enamoraba a todas las chicas con las que se cruzaba por la calle. Siempre vestía con el mismo look, el mismo pelo, todo igual.

 

Frank estaba sentado en la mesa, mirando el cartel de prohibido el paso. Isabella estaba en el vestíbulo leyendo, y el sentía que nadie podía sentir su presencia. Era un fantasma, color transparente. Nadie tenía la capacidad de verlo a la perfección.

-Frank -dijo ella. Se había imaginado cualquier cosa. El cerró rápidamente la revista masculina; yacía en la tapa una mujer. «Demonios», se dijo-. ¿Qué estabas mirando?

-Nada... sabes, noticias de la ciudad.

-Ya vimos hoy el noticiero en la televisión.

-Yo estaba viendo noticias que ¡hoy no vimos en la televisión!

-¿Es verdad? ¿Una mujer casi desnuda te parece una noticia?

-¡¡Isabella!! -Pegó un grito brutal-, yo dije que estoy viendo noticias.

-Maldito traidor, dame esa revista. -Avanzó hacia él, e intentó recoger el diario que sostenía, con ambas manos, Frank. Manoseó una hoja y consiguió arrancarla. Ella la miró, sorprendida. Era una mujer de revista masculina.

-Es solamente una revista, no estoy con ningu...

-¡Maldito!

Desde allí se produjo ese conflicto, y luego, la muerte de Frank. Él había fingido haber fallecido en un choque, por que se sentía arruinado. En realidad, se había metido en el lugar prohibido. Ahora, está intentando convencer a sus hijos de que su madre era la culpable; se estaba convirtiendo en pura maldad. Bray fue el primero, y luego vendría Charlie. Domi pudo entenderlo desde el principio.

Frank sentía que, al morir, se desvanecía en un mundo completamente blanco, y que luego accedía a otro, en el “que todo es bueno”. Eso decían los religiosos, pero él odiaba todo ese tema. El lugar en el que se encontraba era el Paraíso, donde se encontraba Dios. Él detestaba la religión y todo lo relacionado con ello, aunque siempre respetaba la opinión del otro.

 

Frank, días antes de morir, miraba una película en la cama. Estaba acostado, a punto de dormirse. La puerta que daba al vestíbulo estaba entreabierta, y se podía ver como todo estaba oscuro. Domi, Charlie y el pequeño Bray dormían. Isa estaba a su lado, dormida. Él la sostenía en su brazo derecho, y con el otro la rodeaba. La película que miraba era Indiana Jones, se transmitía en el Smart que daba acceso a Netflix, Youtube, y demás redes sociales. Fue hacia la cocina a leer tranquilamente un cuento infantil de ciento quince páginas. El era lector, y se lo leyó en menos de treinta minutos. Le pareció aburrido. Tenía ilustraciones y, por lo mínimo, veinte palabras por página. Lo dejó en el estante, era un libro que hablaba acerca de los temores del lobo que atemoriza a Caperucita Roja. Al siguiente día diría que ese libro le había encantado, y agradecería por haberle dado terrible regalo que conservaría para siempre. Él se echó patéticamente a reír, con el pijama puesto, color celeste, con rayas blancas. Volvió a la cama, rápido. Pensó que Isa estaría sentada en el colchón, con cara de enfada y preguntando dónde estaba. El le respondería con total sinceridad, con la verdad. Por el largo camino que había que hacer para llegar hacia la habitación, el iba armando su respuesta. Veía la luz prendía, y el sabía que él la había dejado apagada. La realidad, solamente la realidad, pensó. Cuando empujó la puerta, lentamente, se topó con ella durmiendo. ¿Quizás el sin querer la había dejado prendida? No recordaba eso. Vio, en la pared, como algo se armaba. Chorreaba sangre, y comenzaba a expandirse, rodeando una letra. Era la M. Durante unos segundos el permaneció quieto, como una estatua. Veía como se iban formando más letras; siguiendo la M venía la U, luego la E, R, T. Frank tenía en su cabeza la palabra, sabía cual era, pero un montón de curiosidad entraba dentro de él. MUERTE, ¿por qué en su pared? ¿Por qué esa palabra? El insinuó que estaba relacionada con el lugar prohibido. Giró, sin mover el cuerpo, la cabeza. Vio como el cartel de prohibido el paso tomaba vida, y se acercaba a él; en la aterradora y lóbrega oscuridad, algo blanco se notaba, con letras relucientes. Volvió a ver la pared, decía: Muerte. Sábado, mujeres, revista, esposa, p. e. p. El no entendió nada, ¿por qué demonios sábado, mujeres, revista, esposa, P.E.P.? ¿Qué significan esas siglas? Miles de preguntas causaban un fuerte dolor en la cabeza de Frank, y el intentaba calmarla. Pensaba en que era un sueño, y con eso conseguía tranquilizarse.



#3030 en Terror

En el texto hay: espiritu

Editado: 10.04.2018

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