Prohibido

10. FIN

Charlie vivía solo, en Florida. Domi estaba en la universidad de la misma. Isa y Bryan vivían en la casa de siempre. Habían pasado cinco años desde la última vez que se vieron, aquel día que había llegado el verano, dos días después del de las plantas, el de los nuevos vecinos. Bray amaba a su madre, y Frank tuvo que esperar a que solamente estuvieran ellos dos en la casa; solamente ellos dos. No habría testigos, a pesar de que los nuevos vecinos oyeran los gritos, nadie sospecharía de un indefenso niño de trece años. Frank aprovechó esa oportunidad. Bryan hacía deberes en la mesa del comedor, e Isa dormía como si fuera la última siesta de toda su vida. Sus ronquidos -y era algo extraño en ella, ya que nunca roncaba- lograban oírse hasta en la ex-habitación de Domi y Charlie. Bray escuchaba algo, pero no tanto, eso le enorgullecía. Oyó de inmediato la voz, algo que lo obligaba a hacer algo demasiado malo, que nunca nadie podría imaginarse.

-Vamos, Bray. Tú que eres mi hijo favorito, hazme ese favor.

-¿Qué favor, papi? Estoy completamente contento de volver a verte; por ello, aceptaré cualquier propuesta, la que quieras.

-La culpable... táchala de la lista de seres vivos.

-Entendido.

Dio un suspiro de alivio, en media hora se levantaría e iría hacia allí. Volvió a hacer hincapié en las palabras de su padre, que se hallaba en su mente, e hizo una pregunta.

-¿Qué haré luego con el cuerpo?

-Lugar prohibido, Bray. Ellos te aceptarán, estarán orgullosos de ver a un pequeño asesino. Tú accede en cuanto te sientas más cómodo, yo lo observaré todo, e impediré que una lunática te venza, de cualquier forma, Bray.

 

Faltaban diez minutos para que sean las tres de la tarde. Ella despertaría a las tres y media, y eso le daba ventaja a él. Aunque estaba equivocado, Bryan decía que el malo era su madre, en realidad, la mala. Su padre había causado todo esto, el odio por una revista masculina lo llevó a tal punto de convencer a su hijo para que la mate. Ese es mi niñito, dijo cuando su charla finalizó. Era un espíritu que había entrado, apropósito, dentro del cuerpo de un indefenso niño. Bryan sostenía el lápiz, y estaba seguro de que lo haría. Luego, al lugar prohibido y descubrir que había allí dentro. Su padre lo había manifestado en un chico asesino, pero Bray no se daba cuenta de ello. Faltaban cinco minutos para que sea la hora; se que lo harás, Bryan. Lo harás, por tu padre fallecido.

Extendió la mano para recoger la goma y borrar. Escribía a lápiz, con sus lapiceras de colores al costado de su carpeta; un papel glasé que utilizaría para hacer una especie de dibujo extraño. Su madre se había dado vuelta, mirando hacia la ventana. En un momento, Bryan escuchó un golpe, y se asustó. Pensaba que su plan no iba a resultar, entonces decepcionaría a su padre. Fue a ver. Isa estaba tirada en el suelo, sin querer se había caído, y Bray rogó para que no se despertara, y eso fue lo que sucedió. Siguió haciendo los pocos deberes que le faltaban. Quedaba un minuto para que el reloj marque las 15.00. El escribía muy rápido, intentaba terminar todo en ese medio minuto que le quedaba de tiempo. Volvió a ver el reloj. Era la hora. Se dirigió hacia la mesada de la cocina y recogió el cuchillo más grande con el que se topó. Fue caminando lentamente, con la cuchilla en su mano derecha, la cual estaba mirando hacia el techo. Llegó al vestíbulo, y fue con pasos cortos y lentos. Intentaba no producir ningún ruido. Subió las escaleras, y para ello estuvo unos minutos. Por momentos se paraba, para comprobar si quería arrepentirse, pero el espíritu de su padre lo impedía, y el se animaba a seguir. Llegó hacia arriba, solamente le faltaban unos pasos y llegaba; es fácil, se dijo. Abrió la puerta del todo, que se encontraba entre-abierta, y no vio a nadie en la cama. El lado de Isabella era el izquierdo, entonces fue hacia donde estaba su mesita de luz. Veía los pies, y luego el cabello. La vio a ella, tirada, durmiendo. Se movió, y el retrocedió lentamente sin producir ningún sonido. Observó como la cara de su madre se transformaba en la de su maestra del colegio.

-Vamos -decía ella- tú me odias, clávame el cuchillo en la cabeza. -Era obra de su padre, quien lo animaba cada vez más. Bray extendió su mano, lento, mientras veía la cara de la señora Johnson. El tenía cerrado los ojos, temblaba y transpiraba. Antes de llegar a su cabeza, tiró el cuchillo lo más lejos que pudo. El ruido del impacto despertó rápidamente a su madre, quien lo miró durante unos segundos. El chico tenía sangre.

-Logré vencerlo mami. El dijo que yo te matara. El dijo que tú eras la culpable. Pero, ¿sabes algo? El se fue hacia el lugar prohibido, y allí murió. Decoró el auto como si hubiera chocado, todo para echarte la culpa a ti. Te iba a matar, usándome a mi, manifestándome en el cuerpo de un niño asesino. -La puerta se cerró de un golpe robusto y aterrador. Las cortinas de la ventana que daban acceso a la luz se cerró, y ambos estaban en la oscuridad, en un aposento cerrado, con un espíritu dentro de él. Frank debía hacer algo, en venganza al chico; lo decepcionó por completo. Bryan sentía que no le llegaba el respiro. Había sentido una quebradura dentro suyo, algo del cuello. La tráquea le permite respiración al ser humano, y eso no estaba en el mejor estado. Se elevó mágicamente, e Isa gritaba, ella sentía un dolor inmenso y profundo en todo su cuerpo, en especial la cabeza. Frank estaba haciendo su maniobra.



#3030 en Terror

En el texto hay: espiritu

Editado: 10.04.2018

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