Prohibido en la pista

Capítulo 5. Encuentro y propuesta.

Amaia.

El reloj marcaba las 11:55 p.m. cuando salí de mi habitación, envuelta en una sudadera negra con la capucha puesta. El pasillo del dormitorio estaba en penumbras, y solo se escuchaban los murmullos de algunas compañeras que aún no se habían dormido. Mi corazón latía con fuerza, acelerado no solo por la adrenalina de estar rompiendo las reglas, sino por la razón detrás de mi escapada.

Para reunirme con Nikolai Deus.

Solo esa idea ya parecía sacada de un maldito libro de ficción. El hijo del dueño de la Academia, el capitán del equipo de hockey, el heredero de una fortuna millonaria, y el chico que parecía disfrutar fastidiándome más que respirar.

Y, sin embargo, ahí estaba yo, deslizándome por los pasillos oscuros como una ladrona, evitando cualquier sonido que pudiera delatarme.

Sabía que si nos atrapaban, la directora —su madre— no nos trataría con amabilidad. Pero el riesgo valía la pena. Porque Harry necesitaba aprender que yo no era una muñeca que él podía manipular a su antojo.

Cuando llegué a la biblioteca, la puerta estaba entreabierta. Un tenue resplandor iluminaba la estancia desde el interior.

Empujé la puerta con cuidado y entré en silencio.

Y ahí estaba él.

Nikolai estaba apoyado contra una de las enormes estanterías de madera oscura, con los brazos cruzados y una expresión relajada en el rostro. Llevaba una camiseta negra de manga larga que resaltaba su complexión atlética, y su cabello oscuro caía de manera desordenada sobre su frente.

Al verme, esbozó una sonrisa ladeada.

—Vaya, pensé que no te atreverías.

Ignoré su burla y me crucé de brazos.

—Dijiste que tenías algo para mí. ¿Dónde está?

Nikolai sacó su teléfono y deslizó la pantalla con calma. Luego lo levantó, mostrándome algo que hizo que la sangre en mis venas se congelara.

En la pantalla se veía claramente a Harry, mi supuesto novio, en una esquina poco iluminada del campus... Besándose con otra chica.

Mi estómago se revolvió. Un frío helado recorrió mi pecho.

Pero no dejé que se reflejara en mi rostro.

No parpadeé. No respiré más rápido. No mostré ninguna señal de que me había afectado.

En cambio, alcé la barbilla y le arrebaté el teléfono a Nikolai, acercándolo más a mis ojos para examinarlo.

La chica en la foto tenía el cabello recogido en un moño alto y usaba una sudadera con el logo del equipo de animadoras de la Academia. La reconocí enseguida.

Madison Hale.

Por supuesto que tenía que ser ella.

La típica rubia perfecta, siempre sonriendo, siempre rodeada de amigos, siempre buscando la manera de hacerme la vida imposible.

Sentí un ardor en el pecho, pero no era tristeza. Era furia.

—¿Cuándo tomaste esto? —pregunté, con la voz más calmada que pude.

Nikolai sonrió con autosuficiencia.

—Anoche. Y esta no es la única. Tengo más.

Deslizó la pantalla y me mostró al menos tres imágenes más. Diferentes ángulos, distintos momentos.

Harry sujetando a Madison por la cintura.

Harry inclinándose sobre ella con una sonrisa arrogante.

Harry besándola con la misma intensidad con la que solía besarme a mí.

Hijo de puta.

Le devolví el teléfono a Nikolai y crucé los brazos.

—Bueno. Esto hace que nuestro plan sea aún más interesante.

Él arqueó una ceja.

—¿Ni un poco de tristeza?

Le sostuve la mirada.

—¿Esperabas que llorara?

—Un poco.

Rodé los ojos.

—No te daré ese placer.

Su sonrisa se ensanchó.

—Bien. Eso hace las cosas más divertidas.

—¿Cómo conseguiste esto? —pregunté, señalando su teléfono.

Nikolai se encogió de hombros.

—Digamos que tengo contactos.

Lo miré con suspicacia.

—¿Contactos o simplemente te gusta meterte en la vida de los demás?

—Ambas.

Resoplé.

Él se apartó de la estantería y caminó hacia mí con paso tranquilo. No confiaba en él, pero en este momento, compartíamos un objetivo en común.

Y si eso significaba unir fuerzas con el diablo, entonces que así fuera.

—Muy bien, muñeca —dijo en un tono burlón—. ¿Lista para destruir a Harry?

Sonreí con frialdad.

—Nací lista.

—Finge ser mi novia.

Las palabras de Nikolai flotaron en el aire como una bomba a punto de estallar. Lo miré con incredulidad, intentando procesar si estaba bromeando o si realmente estaba proponiendo semejante locura.

—¿Perdón? —pregunté, cruzándome de brazos.

Nikolai esbozó esa sonrisa suya, la que decía que ya lo tenía todo planeado, la que me advertía que estaba metiéndome en la boca del lobo.

—Lo que oíste, muñeca. Finjamos que estamos juntos durante los tres meses que me quedan en la Academia.

Solté una carcajada sarcástica.

—¿Y qué se supone que ganamos con esto?

—Yo, diversión —respondió sin dudar —. Y tú, la oportunidad de destruir a Harry de una vez por todas.

Mi sonrisa se desvaneció.

—Sigue hablando.

Nikolai dio un paso más cerca, inclinando la cabeza con interés.

Sabía que tenía mi atención, y lo disfrutaba.

—Harry es un tipo controlador. Le gusta tener poder sobre la gente. Especialmente sobre sus novias. Si sales con alguien más, no importa quién sea, eso ya lo va a joder. Pero si sales conmigo... —hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras cayera sobre mí—. Entonces lo va a destruir.

Maldición.

Tenía razón.

Harry era de esos tipos que querían ganar en todo. Y nada le dolería más que ver a su exnovia con su mayor rival.

Apreté los labios, considerando la idea.

—Además... —continuó Nikolai, como si pudiera leer mis pensamientos—.No te vendría mal estar en mi círculo.

—¿En tu círculo? —enarqué una ceja.

—Protección, poder, acceso a lugares exclusivos… —enumeró, con una sonrisa petulante—. Podrías conseguir lo que quieras.

Fruncí el ceño.

—¿Crees que me interesa eso?




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