Cada ruido me pone los pelos de punta. Me quedo quieta y escondida, y luego de unos minutos de comprobar que no es nada, me pongo en marcha de nuevo.
El caminar me deja la mente tan despejada que con frecuencia me llegan preguntas sobre mi futuro, el de mis compañeras y el de mi madre, me atacan y me dejan sin respirar. Puedo ver a Alice torturada, como le cortan los brazos, la electrocutan y le preguntan cosas de las cuales no sabe las respuestas. Imagino a la madre de Olive recibiendo el cuerpo de su hija. Como sus hermanas se arriman a aquella carne flácida, sin vida. Puedo oler la carne muerta como si estuviera en la misma habitación. Puedo escuchar los gritos de mis compañeras, sofocadas y en la agonía. ¿Les preguntaran por mí? Aparto esa pregunta de mi cabeza. Es egoísta. Soy egoísta. Debí unirme a ellas. No debí hacerle caso a Alice.
Pero aquello no es nada en comparación a las imágenes de mi madre siendo maltratada por aquellas personas frías. Imagino como le queman la piel, como la ahogan en un cubo de agua. Imagino a mi madre gritando por ayuda. El agua se me escapa de mis ojos tan rápido como los sonidos ahogados salen de mi garganta.
Tener tiempo libre no me hace bien. Mis preocupaciones no me dejan en paz.
Por las noches es peor. Mil imágenes me atacan. Siempre son las mismas. Me atrapan, me hacen ver la tortura de mi madre, la de Alice. Me hacen torturarlas. Me golpean, me ahorcan. Aquello me deja en una especie de modo automático. Mi mente no me deja ni un momento para recuperarme.
¿Por qué acepte ir a la cabaña? Vi al controlador en mi piso, debí haberme devuelto en cuanto lo vi. ¿En qué pensaba? Puse la vida de mi madre en peligro cada vez que salí.
¿Qué va a pasar con la madre de Olive y sus hermanas? Debieron descubrir que por su casa se llega al bosque. ¿Las mataran? ¿O las torturaran? Imagino a la pequeña hermanita de Olive, como le hacen daño, como la electrocutan. ¿Qué sabe esa pequeña niña, si tan solo empezó a ir a la escuela hace un año?
A todo eso, se le suma mi ignorancia de cuál será mi futuro. ¿Qué hare? Vagar por el bosque no es una muy buena opción, no sé cómo sobrevivir ni valerme por mi misma. Si me atrapan, estoy destinada a una agonía infinita. Y si mi madre se salvó, por algún milagro, de ser atrapada, aquello haría que la encarcelaran, como mínimo.
Camino sin rumbo, dejo una pequeña marca en los árboles por los que paso para así evitar ir en círculos, pero de vez en cuando, se apodera de mí una sensación incontrolable, siento que me persiguen y que me atraparan. Pienso en lo que está pasando, en lo que me vendrá por delante, y es tan incierto, que no quiero pensar en ello. No me doy cuenta de cuantos días pasan, cuantas horas camino. Apenas duermo por las horribles imágenes. Raciono lo que más puedo la comida, y también el agua. Quiero encontrar algún lago para poder reponerla, pero no encuentro nada. La idea de quedarme sin alimento ni agua me deja al menos igual de inquieta que las imágenes y la incertidumbre de lo que pasará conmigo. Tengo que, al menos, encontrar agua.
Un día, sin darme cuenta, llego a las afueras de una ciudad, con edificios grises, metálicos y sin vida. Es de noche, por lo que me cuesta distinguir mucho, pero si de algo puedo estar segura, es que si se han dado cuenta de mi falta, mi cara estará esparcida por todas las regiones. Imagino como intentaran atraparme, para pedir su recompensa.
¿Me pondrán como desaparecida, o como persona de interés? No creo que puedan asegurar que soy una anti patriarca, revolucionaria, rebelde. No tienen prueba de ello. Además, nunca ponen esas cosas ni nada por el estilo, pueden despertar deseos de luchar con aquellos.
Me echo a correr en dirección opuesta rápidamente, sin fijarme siquiera que región será. Puede incluso pertenecer a los hombres. No paro en toda la noche, y cuando ya estoy finalmente a punto de desmayarme por aquella carrera, me escondo entre arbustos y duermo. Ando con más cuidado esta vez, pero la verdad es que no tengo ni la más mínima idea de donde me encuentro.
Nunca nos dan un plano de nuestras regiones, supongo que puede ayudar a escapar a algunas personas o a los rebeldes. Solo hablan sobre esa zona que hay en medio donde están los dirigentes de Palk.
Las noches son frías, y las mantas a veces no son suficientes. La chaqueta la uso todo el día. Cuando ya siento que mi sweater está muy sucio, lo cambio por el otro y lo guardo. Puede servirme para alguna cosa. Y me sirve esa misma noche, ya que mientras camino algo somnolienta, una raíz de un árbol se enreda en mi pie derecho y me hace caer, provocando que este se tuerza. Amarro aquel trapo viejo, apretando lo mejor que puedo mi tobillo. Encuentro una rama de árbol y la uso como apoyo. Aunque me duele, no dejo que me impida continuar y sigo así.
Sin embargo, no me doy cuenta del tiempo que ha pasado hasta que veo como escasea mi comida. Cada vez como menos para hacerla durar lo más posible, lo que no me hace precisamente bien, con todos los kilómetros de caminatas que hago en el día, llego a casi desmayarme en algunas ocasiones. La inquietud creciente sobre mi futuro comienza a subir a niveles estratosféricos. Intento comer alguna cosa del bosque, pero no puedo estar segura de si es o no venenoso. Lo único que atino a hacer es comer pasto, aunque es bastante malo y poco ayuda a mi creciente hambre. Sin embargo, aquello no es nada en comparación a la falta de agua. Cuando solo me queda una botella, una sensación extraña me asalta de manera súbita y fría, y no me deja respirar, no puedo quedarme quieta. No puedo vivir sin agua. Las raciones me dejan con la boca igualmente seca. Debo encontrar un lago, alguna cosa. Lluvia. Mi orina es cada vez menos, y sé que no es buena señal.