Prohibido Enamorarse

Capitulo 31

El sonido de los pájaros cantando melodiosamente me hace sonreír. Era agradable el escucharlos, al igual que el sonido del agua, cayendo constantemente con un ritmo suave. Abro los ojos, y lo primero que veo, son las hojas de los árboles, moviéndose lentamente con la leve brisa que corre. Por un momento pienso en lo agradable que es despertar así, hasta que me doy cuenta de que aquello no estaba bien. Levanto la cabeza con cuidado, confundida y desorientada. La respiración pausada de Aiden me devuelve a la realidad.

Volteo a mirarlo, más tranquila al saber que esta junto a mí. Habíamos pasado la noche en el bosque, junto al lago, y me había acurrucado junto a él. No sabía si aquello era correcto, pasar la noche fuera del refugio, pero estaba tan cómoda y tan genuinamente feliz que no podía pensar en nada malo en este momento.

Apoyo nuevamente mi cabeza en su pecho, sintiendo el latido de su corazón, y lo abrazo por la cintura. Me sorprendía lo mucho que me agradaba el estar así con él, tomando en cuenta que todo contacto físico me aterraba un poco, a pesar de que estaba a salvo. Era como si Aiden fuese capaz de bajar todas mis guardias, y creo que yo también había logrado provocar eso en él, pero no estaba del todo segura.

Cierro mis ojos y me concentro el ritmo acompasado de su respiración, de su brazo derecho rodeando mi cintura, del aroma que tiene su sweater, una mezcla de tierra con hojas secas y algo más que no lograba identificar. Toma una gran bocanada de aire y resopla.

—¿Leah?—dice adormilado.

Levanto la cabeza y apoyo mi mentón en su torso. Tiene los ojos entrecerrados, pero una sonrisa torcida se dibuja en sus labios.

—Hola—susurra.

—Hola.

Me abraza por debajo de la manta, acercándome más a él. Levanto la cabeza para mirarlo mejor. Aiden había logrado transformar el bosque, aquel lugar que me aterro y donde casi morí, en una especie de paraíso, en medio de esta guerra.

—¿Tienes frio?—pregunta preocupado. Niego con la cabeza. Él sonríe.—El bosque es bonito cuando amanece.

—Ya lo creo—digo, sonriendo avergonzada.

Aiden estira un brazo y con la yema de sus dedos acaricia mi mejilla, esparciendo aquel rastro de fuego por mi rostro. Se siente tan bien estar así, alejados de todo, en esta paz aparente, solos los dos.

Aiden levanta el cuello y se inclina, rozando su nariz con la mía. Su mirada intensa me atrapa, los cables invisibles parecen forjados por metal, atrayéndome con fuerza hacia él. Sin despegar mis ojos de los suyos, sus labios rozan los míos, encendiendo aquel fuego incontrolable en mi interior. Sus labios atrapan mi boca. Cierro los ojos, disfrutando de la sensación que él me hace sentir. Es como una explosión de fuego, con las llamas recorriendo cada fibra de mi cuerpo, la felicidad entremezclándose con algo desconocido, ese algo que solo Aiden me ha hecho sentir, ese algo que pide más de Aiden, como si el estar así de juntos no fuese suficiente, como si necesitara que su piel estuviese en contacto con cada centímetro de mi cuerpo.

Nuestras lenguas se encuentran, provocándose, mientras nuestros labios se mueven a un ritmo cada vez más acelerado. Es como si el sintiera lo mismo que yo, como si exigiera más con cada beso.

Aiden se recuesta en el suelo, sin dejar de besarme. Mis manos se aferran a su sweater, arrugando la tela entre mis dedos, mientras sus manos me afirman de la cintura. Quiero más, necesito más. Aquella sensación no se disipaba, mientras más lo besaba, más se intensificaba.

Mis manos sueltan la tela, y recorren su torso, como si estuviesen buscando algo en él. No soy consciente de lo que hace mi cuerpo, es como si todo yo fuese aquel fuego incontrolable, dirigiendo a mi cuerpo a su antojo.

Sus manos recorren mi espalda frenéticamente, al igual que yo, y llegan a la parte baja de mi espalda. Se detiene allí, y parte de mí se pregunta porque se ha detenido. No soy capaz de hilar ningún pensamiento lógico. Sus manos tocan el borde de mi chaqueta, y luego se cuelan por debajo de mi polera, tocando la piel de mi espalda.

El fuego en mi interior se intensifica aún más, lleno de satisfacción. Arqueo mi espalda, pegándome más a él, algo que no parecía posible.

Aiden se separa un poco, y mi cuerpo protesta. Abro los ojos, respirando agitadamente, de manera irregular. Sus labios están algo rojos, y al igual que yo, respira entrecortadamente. Sus ojos me observan, brillando de una manera que había visto solo una vez anteriormente. Traga saliva y esboza una media sonrisa.

—Deberíamos… detenernos—susurra con voz ronca.

Frunzo el ceño, porque yo no quiero detenerme. Tomo una gran bocanada de aire, intentando calmar aquel fuego abrasador. Desvío la mirada e intento hilar algún pensamiento lógico.

—Tal vez—susurro insegura.—Tal vez deberíamos volver.

Miro a Aiden. No dice nada, se limita a asentir. Trago saliva y, contra lo que toda célula de mi cuerpo quiere, me separo de Aiden. Me siento y miro al lago, intentando analizar todo lo que he sentido. El recuerdo de la sensación que me causo cuando sus manos tocaron mi piel me hace sonrojar. Aiden se sienta junto a mí y suspira. Volteo a mirarlo, me sonríe y guiña un ojo. Noto que también esta levemente sonrojado.




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