Prohibido Enamorarse

Epilogo

—Leah—escucho que me llama una voz cálida.—Leah.

Me siento tan cómoda en aquella nada, que no quiero despertar y abrir los ojos. Quiero quedarme allí para siempre, sin sentir nada, sin ser nada.

—Leah—vuelve a llamarme Thomas.

A regañadientes, abro los ojos. No estoy perdida, se perfectamente lo que ha pasado y donde estoy, por eso mismo no quería despertar.

La mirada dulce de Thomas aplaca mi mal humor. El dolor se asienta en mi pecho como si de un viejo amigo se tratase. El torbellino de emociones inunda mi mente, y me esfuerzo por mantener una respiración acompasada.

—Tu madre. Ha salido de cirugía, está viva—me informa.

Aun adormilada, tardo en asimilar sus palabras. Me enderezo y lo miro, frunciendo el ceño. ¿Cómo? ¿Viva? Eso era casi imposible.

—La están trasladando a su habitación, en cuanto acaben podrás ir a verla y quedarte junto a ella—explica él.

Me cuesta procesar lo que me dice. Mi madre, viva. No…

Mientras los minutos pasan, analizo una a una las palabras de Thomas. ¿De verdad había sobrevivido? ¿Qué hay de los experimentos? ¿Qué ocurrió con su sangre negruzca?

Mi cuerpo se sentía abatido, entre la misión y las emociones, era como si cada musculo estuviese tenso, mas no podía relajarme, no ahora que sabía que mi madre estaba viva y podría verla.

Cuando una doctora se acerca y nos dice que podemos pasar, Thomas debe llevarme del brazo porque no era capaz de reaccionar.

Volteo a mis espaldas. Tras una muralla se asoma Aiden, que me mira fijamente con ojos penetrantes.

Intente con todas mis fuerzas evitarlo, pero aun así, cuando le miraba, aparecía el rostro muerto de mi madre en mi cabeza.

Mientras cruzo el umbral que conduce a las salas de pacientes graves, vuelvo mi vista al frente, provocando que el dolor en mi pecho se intensifique.

¿Qué duele más? Me volví a preguntar.

Era una pregunta imposible. Me dolía tener a mi madre entre la vida y la muerte, como también me dolía alejarme de Aiden. Me sentía dividida por dentro. Anhelaba tenerlo junto a mí, que él me apoyara en este momento, que me sostuviera. Y sin embargo, no podía dejar pasar el hecho de que, la razón de que estuviese pasando por este momento, era justamente él.

La doctora abre una puerta y nos permite pasar. El monitor sonaba fuertemente, a pesar del sonido de los tubos que permitían a mi madre respirar.

¿Qué duele más?

Observo a mi madre. Su piel curtida, sus facciones huesudas, los tubos conectados a su brazo, por donde salía aquella sangre extraña, y otro tubo saliendo del otro brazo, por donde entraba sangre roja rutilante.

Me acerco a ella y me siento en la silla que hay junto a su camilla, incapaz de mantenerme en pie por más tiempo. Tal vez viviría, tal vez despertaría y le enseñaría todo lo que Thomas me enseño. Tal vez, sólo tal vez.

¿Qué duele más?

Solo el tiempo lo dirá.

FIN




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