Prohibido Enamorarse

Capitulo 28

Los brazos de Aiden me estrechan contra su cuerpo. Con mis manos apoyadas sobre su pecho, que sube y baja con cada respiración, sienten el latir de su corazón. Sus manos atrapaban mi cintura, y jamás me había parecido tan placentero el calor que estas irradiaban. Lentamente abro los ojos y miro el hueco de su cuello. Aquella sensación que me invadía en aquel momento me era imposible de describir. Me siento tan cómoda, tan libre, tan genuinamente feliz, que me sorprende. Jamás creí que podría ser capaz de sentir tanto.

Levanto la cabeza y observo su rostro sereno. Dormía plácidamente, haciéndolo ver más joven. Su entrecejo sin su típica arruga, sus ojos cerrados denotaban aún más sus largas pestañas, su cabello, ayer ordenado, ahora tenía las puntas dirigidas a todas partes, con algunos mechones cubriendo parte de su frente. Su barbilla y mejillas afeitadas tenían un aspecto liso y delicado. No pude evitar estirar mi mano y rozar con la yema de mis dedos su piel. Era tan suave como imaginaba. Mis ojos viajan a su boca y me sonrojo automáticamente. Los recuerdos de anoche inundan mi cabeza, reproduciendo una y otra vez el beso que nos dimos. Ahora entendía por qué Joy decía que se sentía bien. No había otra forma de describirlo. Era como si por fin algo encajara, como si el fuego realmente explotara en mi interior. Aquella sensación que sentía antes, cuando estaba junto a él, no tenía comparación a lo que sentí cuando lo besé. Lo que no me había advertido Joy, era lo adictivo que podría llegar a ser. Pensé que con aquel beso todo se apaciguaría, pero fue todo lo contrario. Era como si necesitara más y más.

Su boca entreabierta hace que aquel fuego comience a encenderse en mí nuevamente. Ahora sabía que aquellos labios eran suaves y cálidos, y no podía dejar de pensar en lo mucho que quería besarlo de nuevo.

Casi inconscientemente, me inclino hacia él. Mi mano se posa en su mejilla, acariciando con el pulgar su pómulo. Lentamente, y sin dejar de mirarlo, me inclino hasta juntar sus labios con los míos. Mi cuerpo reacciona tal como la primera vez: mi corazón se acelera, mi pecho se oprime, mis ojos se cierran y en mi interior el fuego se enciende.

Intentando controlar mí ya de por si irregular respiración, me separo de él, temiendo haberlo despertado. Abro los ojos, sin poder creer mi propio actuar, y me encuentro con los de Aiden, observándome. Un destello de burla se aprecia en sus ojos. Me siento paralizada. Esboza una sonrisa ladeada y me mira, somnoliento. Mis mejillas se encienden, entre la vergüenza y el temor de que se vaya a molestar por haberlo besado mientras dormía. Sin embargo, sus brazos parecen estrecharme aún más, apretándome contra él, y su sonrisa me hace entender que no está molesto.

—¿Me vas a despertar así siempre, Leah?—pregunta con voz ronca. Quiero apartar la mirada, pero aquellos cables invisibles han aparecido.

—No—tartamudeo, arrepentida de haberlo despertado. Ríe por lo bajo y levanta la cabeza.

—No me estoy quejando—susurra.

 Trago saliva. Lentamente se inclina hacia mí hasta juntar sus labios con los míos. Cierro los ojos y mis manos suben a su cuello, acercándome más a él. Es como si el fuego guiara mis movimientos, y mi cerebro fuese incapaz de pensar o actuar. Entreabre su boca, sus manos recorren mi espalda y aquel fuego abrasador me consume por dentro.

El pitido de mi comunicador nos sobresalta y rápidamente nos separamos. Jadeando, nos miramos en silencio, incapaces de separarnos el uno del otro. Observo sus ojos, sintiéndome hipnotizada por estos. En aquel momento, resultaba difícil imaginarlo como aquellos témpanos de hielo que en algún momento fueron, y que ahora parecían tener el mismo fuego que yo sentía. Por un momento, olvido porque nos hemos separado, pero el comunicador vuelve a sonar, devolviéndome a la realidad.

A regañadientes, aparto la mirada de los ojos de Aiden y volteo a la mesita de noche. Cojo mi comunicador. Tengo un mensaje de Joy preguntándome si iré a comer con ellos. Frunzo el ceño. ¿No es muy temprano para ir a almorzar? Veo la hora y me siento de golpe. Volteo y me acomodo al borde de mi cama, mirando el comunicador, verificando la hora.

—¿Qué pasa?—pregunta Aiden preocupado.

—Son casi las dos de la tarde—digo horrorizada. Aiden se ríe, como si aquello no le preocupara.

—Nos hemos dormido a las seis de la mañana ¿Qué esperabas, Leah?

Volteo a mirarlo, con los ojos como platos.

—¿Qué?—pregunto. Aiden tiene sus manos tras su cabeza, con expresión relajada. Arquea una ceja y sonríe burlón.

—¿Acaso nunca te habías dormido tan tarde?—pregunta él. Niego con la cabeza.—Se me olvida que nunca habías ido a una de las celebraciones. Es normal, Leah.

Desvío la mirada y observo mi escritorio. Sobre la silla se encuentra mi vestido, y en el suelo, junta a este, los tacones. Anoche me cambie apresuradamente antes de que llegara Aiden, y ahora parecía un tanto irreal que yo hubiese usado aquella ropa. Como también parecía irreal que Aiden estuviera a mi lado, al igual que haber dormido durante toda la mañana.

La cama se hunde a mi lado, pero yo continuo con mi mirada fija en el vestido, analizando todo lo que ha cambiado en tan solo una noche. Los brazos de Aiden me rodean por detrás, abrazando mi cintura. Me estremezco sintiendo el calor de su cuerpo contra mi espalda.




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