Prohibido Enamorarse

Capítulo 4: La llegada de Andrés

El fin de semana en Altamira trajo consigo una inesperada visita que alteraría la tranquilidad de la mansión de los Navarro. Celeste había estado esperando ansiosamente la llegada de su novio, Andrés Romero, quien venía a conocer su ciudad natal y a pasar unos días con ella.

El día de su llegada, Celeste no pudo evitar sentirse emocionada. Andrés era todo lo que ella podía desear: inteligente, carismático y apasionado por la ingeniería ambiental, igual que ella. Habían compartido muchos momentos especiales en la universidad, y ahora ella quería que él conociera su mundo.

Cuando el coche de Andrés llegó a la entrada de la mansión, Celeste salió corriendo a recibirlo. Él bajó del coche con una sonrisa radiante y la abrazó con fuerza.

—¡Celeste! Qué alegría verte —dijo Andrés, besándola tiernamente en la frente—. No sabes cuánto he esperado este momento.

—¡Andrés! Te he extrañado tanto —respondió Celeste, sintiendo una felicidad inmensa—. Estoy tan feliz de que estés aquí.

Einar, que observaba la escena desde una ventana del salón, sintió un nudo en el estómago. Aunque trataba de convencerse de que su preocupación era solo fraternal, los celos lo carcomían por dentro. No podía evitar sentir una profunda aversión hacia Andrés, aunque no lo conociera realmente.

Al entrar a la mansión, Celeste presentó a Andrés a su familia y amigos. Todos parecían impresionados por su carisma y amabilidad, pero Einar no podía dejar de observar cada uno de sus movimientos con suspicacia.

—Andrés, él es Einar Castillo, un amigo muy cercano de la familia y el CEO de Castillo Innovations —dijo Celeste, presentándolos.

—Un placer conocerte, Einar —dijo Andrés, extendiendo la mano con una sonrisa—. He oído hablar mucho de ti.

—Igualmente —respondió Einar, estrechando su mano con firmeza, mientras sus ojos reflejaban una mezcla de desconfianza y desafío.

Durante la cena de bienvenida, la conversación giró en torno a diversos temas, pero Einar no perdía oportunidad de expresar su desacuerdo con Andrés.

—Andrés, ¿qué te trajo a Altamira? —preguntó Verónica, quien también había asistido a la cena.

—Bueno, Celeste me habló tanto de su ciudad natal que no pude resistirme a venir a conocerla. Además, tengo algunos proyectos en mente que podrían beneficiar a la comunidad —respondió Andrés, sonriendo.

—¿Proyectos? ¿Qué tipo de proyectos? —preguntó Einar, sin ocultar su escepticismo.

—Proyectos de ingeniería ambiental, principalmente enfocados en la conservación de recursos naturales y la implementación de energías renovables —explicó Andrés.

—Interesante, pero ¿no crees que ya hay suficientes empresas trabajando en eso? —replicó Einar—. No veo la necesidad de más competencia en un mercado ya saturado.

—Cada empresa tiene su enfoque y métodos. Creo que siempre hay espacio para la innovación y la colaboración —respondió Andrés, manteniendo la calma.

—Claro, siempre que esa "innovación" no interfiera con los intereses de los demás —dijo Einar, con un tono frío.

Celeste, tratando de aliviar la tensión, intervino.

—Estoy segura de que todos podemos trabajar juntos y hacer grandes cosas —dijo, tratando de mediar.

Mientras la conversación continuaba, Celeste no pudo evitar comparar físicamente a Andrés con Einar en su mente. No dejaba de admirar que Einar, con sus 1.92 metros de altura, complexión musculosa, cabello castaño, ojos color avellana y un encantador hoyuelo en la barbilla, tenía una presencia imponente. Andrés era guapo, pero junto a Einar parecía un chiquillo jugando a ser adulto. Al darse cuenta de sus pensamientos, Celeste se recriminó mentalmente, sacudiendo la cabeza. Ambos tenían pareja, y no tenía sentido hacer comparaciones. Sin embargo, no podía evitar notar cómo Verónica no dejaba de tocar a Einar.

Después de la cena, Celeste y Andrés salieron al jardín para tomar un poco de aire fresco. El jardín estaba iluminado suavemente por las luces de la mansión, creando un ambiente romántico. Se detuvieron junto a un banco rodeado de rosales en flor.

—Este lugar es precioso, Celeste. No puedo creer que hayas crecido aquí —dijo Andrés, tomando su mano.

—Sí, es un lugar muy especial para mí. Y ahora es aún más especial porque estás aquí —respondió Celeste, mirándolo a los ojos.

Andrés sonrió y acarició suavemente su mejilla.

—No sabes cuánto he esperado este momento. Estar aquí contigo, en tu mundo... es como un sueño hecho realidad.

—Yo también lo he esperado, Andrés. Estoy tan feliz de tenerte aquí —dijo Celeste, sintiendo sus ojos llenarse de emoción.

Einar, que había salido al jardín para despejar su mente, se detuvo al ver a Celeste y Andrés en un momento tan íntimo. El nudo en su estómago se apretó aún más y sus celos ardieron intensamente. Aunque sabía que no debía espiar, no pudo evitar quedarse a observar desde la distancia.

De repente, decidió intervenir.

—Disculpen la interrupción, pero necesitaba un poco de aire fresco —dijo Einar, acercándose a ellos.

—No hay problema, Einar —dijo Celeste, sorprendida por su presencia—. Solo estábamos hablando.

—Ah, ya veo —dijo Einar, sin apartar la mirada de Andrés—. Andrés, ¿has considerado las dificultades de implementar tus proyectos aquí en Altamira? No es una tarea sencilla.

—Lo sé, Einar. Pero creo que con el apoyo adecuado, podemos superar cualquier obstáculo —respondió Andrés, seguro de sí mismo.

—Espero que tengas razón —dijo Einar, con una sonrisa forzada—. No querría que te llevaras una decepción.

La tensión en el aire era palpable, pero Celeste trataba de mantener la calma.

—Gracias por tu preocupación, Einar. Estoy segura de que Andrés y yo encontraremos la manera de hacer que todo funcione —dijo Celeste, mirando a Andrés con cariño.

—Eso espero, Celeste. Eso espero —dijo Einar, finalmente dándose la vuelta y alejándose del jardín.

Mientras Einar se alejaba, sentía una tormenta de emociones dentro de él. Sabía que sus sentimientos por Celeste eran más profundos de lo que estaba dispuesto a admitir, y la llegada de Andrés había complicado todo aún más.




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