Prohibido Enamorarse

Capítulo 5: Revelaciones y Dudas

El domingo por la mañana, la mansión de los Navarro se llenó de luz natural, y los primeros rayos del sol despertaron a Celeste. Aún sintiendo la calidez de las sábanas, se levantó y miró hacia la ventana que daba al jardín. Las flores parecían saludar al nuevo día, pero su mente estaba en otro lugar.

Ese día, los hermanos Iker, Dario, Einar, junto con Celeste y Andrés, decidieron ir a la playa para disfrutar del buen clima. Todos estaban de buen humor, bromeando y riendo mientras caminaban por la arena.

—¡Vamos, Celeste! ¡El último en llegar al agua paga el helado! —gritó Iker, corriendo hacia el mar.

Celeste rió y comenzó a correr tras él, dejando atrás a Andrés y Einar. Al llegar a la orilla, se quitó el vestido para quedar en traje de baño. Einar no pudo evitar quedarse mirándola, notando cómo su cuerpo había cambiado y ya no era el de una niña.

Los celos se apoderaron de Einar, y sin pensarlo dos veces, se quitó su camisa y rápidamente se la dio a Celeste.

—Ponte esto —ordenó Einar, con tono firme.

Celeste, acostumbrada a los celos de sus hermanos y de Einar, obedeció sin protestar, aunque con un poco de desconcierto.

Andrés, que había estado observando la escena, se acercó con el ceño fruncido.

—¿Por qué haces lo que él dice, Celeste? —preguntó, tratando de mantener la calma.

—No es nada, Andrés. Solo es Einar siendo protector, como siempre —respondió Celeste, tratando de restarle importancia.

Einar se cruzó de brazos, mirando a Andrés con una expresión desafiante.

—Solo estoy cuidando de ella. No quiero que se sienta incómoda con todos mirándola —dijo Einar.

—¿Incómoda? —repitió Andrés, con incredulidad—. Creo que Celeste es lo suficientemente capaz de decidir por sí misma.

Celeste miró a ambos hombres, sintiéndose atrapada en medio de la tensión creciente.

—Por favor, no discutamos por esto. Estoy aquí para disfrutar del día con ustedes —dijo Celeste, tratando de calmar los ánimos.

Dario, que había estado observando la interacción desde lejos, se acercó con una sonrisa.

—Venga, chicos. No arruinemos el día. Vamos a jugar al voleibol —sugirió, tratando de cambiar de tema.

Iker asintió, secundando la idea.

—Sí, un buen partido de voleibol nos vendrá bien a todos.

Con un resoplido, Andrés aceptó la propuesta y se dirigió a la cancha improvisada en la arena. Einar, aunque aún molesto, decidió seguir el juego.

Mientras jugaban, Einar no dejaba de observar a Celeste y Andrés, asegurándose de que no estuvieran demasiado cerca el uno del otro. Celeste, por su parte, trataba de disfrutar del momento, aunque sentía la tensión en el aire.

Después del partido, se sentaron en la arena para descansar. Celeste, con la camisa de Einar aún puesta, miró el horizonte.

—Este lugar es hermoso. Me recuerda por qué siempre me ha gustado venir aquí —dijo Celeste, tratando de romper el hielo.

—Sí, Altamira tiene su encanto —respondió Andrés, mirando a Celeste con cariño—. Y estar aquí contigo lo hace aún más especial.

Einar apretó los dientes, sintiendo cómo los celos volvían a apoderarse de él. Sin embargo, decidió mantener la compostura.

—Es un buen lugar para relajarse —dijo Einar, mirando a Andrés—. Pero también es importante recordar nuestras responsabilidades.

—Por supuesto —respondió Andrés, sin dejarse intimidar—. Pero un poco de tiempo libre no hace daño a nadie.

Celeste suspiró, sintiendo que la tensión entre ellos no desaparecería fácilmente. Sabía que tenía que encontrar una manera de equilibrar sus sentimientos por Andrés y la presencia protectora de Einar.

El día en la playa transcurrió entre risas, ya de noche, todos regresaron a la mansión, agotados, pero satisfechos con el día. Celeste se dirigió a su habitación, deseando sumergirse en un sueño reparador. Después de ponerse su pijama y apagar las luces, se acurrucó bajo las sábanas y cerró los ojos, dejando que la tranquilidad de la noche la envolviera.

Einar, por su parte, no podía descansar. Los celos y la preocupación seguían carcomiéndolo por dentro. Decidió esperar a que todos estuvieran dormidos antes de actuar. Con sigilo, se dirigió a la puerta que conectaba su habitación con la de Celeste. Giró la perilla lentamente y entró sin hacer ruido.

La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando suavemente la habitación. Einar se acercó a la cama de Celeste y la observó dormir. Su respiración era tranquila y su rostro reflejaba una paz que él mismo anhelaba.

Satisfecho de que estaba sola, Einar se dirigió a la puerta principal de la habitación de Celeste y la cerró con llave, asegurándose de que Andrés no pudiera entrar. Luego, tomó asiento en un sillón junto a la ventana, dispuesto a vigilar toda la noche si era necesario.

Mientras Einar se acomodaba en el sillón, sus pensamientos giraban en torno a Celeste y lo que realmente significaba para él. Sabía que sus sentimientos eran más profundos de lo que estaba dispuesto a admitir, pero también sabía que debía protegerla, aunque eso significara tomar medidas extremas.

La noche avanzaba lentamente, y el silencio de la mansión solo era interrumpido por el suave murmullo del viento. Einar permaneció alerta, vigilando la puerta y asegurándose de que nada perturbara la tranquilidad de Celeste. Sabía que la situación se complicaría aún más con el tiempo, pero estaba decidido a enfrentar cualquier desafío que se presentara.

A la medianoche, Einar escuchó un ligero ruido en el pasillo. Se levantó discretamente y se acercó a la puerta principal de la habitación de Celeste, pegando el oído a la madera. El ruido se desvaneció rápidamente, y Einar se permitió relajarse un poco, volviendo a su puesto en el sillón, pero se puso de pie y con cuidado se acomodó en un lado de la cama, no sabia que estaba cansado, ya que se quedó dormido a lo inmediato, despertó con los primeros rayos de sol, la cabeza de ella descansaba en su pecho, el delicioso olor de su shampoo imundo sus sentidos, luego ella subió una pierna encima de las de él, mientras lo abraza, él apenas mueve sus ojos para verla, era preciosa, nunca lo notó, su nariz pequeña y respingada estaba salpicada por las pecas, cuando era adolescente las odiaba, uso todas las mascarillas, cremas para manchas que le recomendaron, pero estaba agradecido que no funcionaron, cada peca que salpicaba su rostro la hacia verse más adorable, frunce el ceño por sus pensamientos, con cuidado se puso de pie, no había dormido mucho, pero extrañamente se sentía descansado, con una sonrisa de satisfacción volvió a su habitación.




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