Prohibido Enamorarte.

4.- Jueves 4 de julio del 2019.

Adri:

    Jalo mi maleta detrás de mí, camino por las calles con un nudo en la garganta, las calles que hacían suspirar a mi mamá ahora están debajo de mis pies, el olor del viento no es el más agradable del mundo pero puedo soportarlo. 

    Los turistas caminan de un lado a otro con sus cámaras colgadas del cuello, ¿qué puedo decir? Yo también tengo una, y también capturo cada cosa que llama mi atención. 

    Caminando y preguntando logro llegar al mini departamento de lujo que la agencia estableció para mí, como no puedo desperdiciar tiempo lo primero que hago es tomar una ducha, acomodo mi ropa en el armario y después guardo mi maleta en el fondo del mismo, limpio el lugar, hasta debajo de la cama, necesito que todo esté en orden para entrenar en calma, sin nada que desvíe mi atención del objetivo. 

    A las ocho de la noche he terminado de ducharme, me he puesto el vestido negro para el evento y he comenzado con el peinado, el maquillaje lo dejaré para el final. 

    Justamente a las nueve de la noche estoy esperando al chico que vendrá por mí para llevarme al salón de gala donde se llevará a cabo la boda.

    Con mi pequeña cartera dorada entre manos checo la hora cada quince segundos en mi reloj de pulsera, lleva seis minutos de retraso, me digo mentalmente que esperaré cuatro minutos más antes de subir a mi departamento y cancelar mis servicios, por mucho que me paguen no me molestaré en dar reembolso, ellos se están retrasando, no yo. Por suerte para ellos un minuto antes de que suba a mi departamento un tipo se detiene frente a mí en la acera, lo reconocí desde la distancia por el traje que viste.

    —¿Tú eres Adrienna Lambert? —me pregunta sin saludar.

    —Sí, y supongo que tú eres Liam, estaba a punto de irme.

    —Querrás decir que estabas a punto de subir, me dijeron que tenía que recogerte al pie del edificio donde vives.

    —Como sea, estamos llegando tarde, no queremos perder más tiempo, ¿cierto? 

    —Cierto. —Asiente—. Vamos, llegaremos en menos de diez minutos. 

    Lo sigo, nuestro paso es rápido.

    Hay turistas y lugareños por las calles, pocos en mi opinión, muchos de los locales comerciales ya están cerrados. 

    —Hemos llegado. —Señala el lugar—. Aquí se llevará a cabo el baile de celebración, ya te han dicho que piezas tocar y con cual melodía iniciarás, ¿verdad? —Entramos en el elegante salón de eventos.

    —Me he estado preparando por mucho tiempo para que no haya ni una sola falla en mi voz o en las notas, descuida, además tengo buena memoria, sé cuáles melodías pidieron y en qué orden. Lo único que necesito es que me guíes al lugar donde se encuentra el piano.

    —Claro, seguro que no me lleva más de dos minutos mostrarte, soy padrino de bodas, tengo que estar al pendiente de estos detalles, sígueme. —Camino a su costado. El salón está resplandeciente en tonos beige, crema y blancos, la iluminación es perfecta, las flores costosas están por todas partes y manta blanca con listones plateados cubren las sillas y las mesas, está todo tan hermoso, todo tan bien cuidado que sin duda alguna a mi padre le gustaría este lugar. 

    Caminando un par de segundos a la distancia puedo ver el lugar donde está reposando el piano de cola esperando por mí, la pared de 

fondo está decorada con rosas blancas y lluvias de luces doradas, como de esas series navideñas pero con más estilo. 

    —Una chica con cabello negro viene para acá, luce normal e improvisa. —Lo escucho decir en voz baja.

    —¿Improvisar qué? —pregunto justamente cuando la susodicha llega frente a nosotros.

    —Hola Liam.

    —Hola Zam.

    —Me dijiste que no traerías acompañante. —Arquea una sola ceja en mi dirección, ya veo de qué va esto.

    —Cambié de opinión —se limita a responder con cierto tono de fastidio.

    —Te dije que si cambiabas de opinión me avisaras, tuve que venir con Alessandro por tu culpa.

    —Estás aquí porque quieres Zam, ahora, si nos disculpas. —Me hace una seña para que lo siga, le doy una última mirada a la pelinegra y después avanzo. 

    —¿Exnovia? —le pregunto para saciar mi curiosidad. 

    —Algo así. No dijiste nada en mi ayuda así que no te debo agradecer nada.

    —Deberías agradecerme que no dije que la pianista realmente no es tu acompañante, que estoy aquí por trabajo, no siendo la cita de nadie, pero descuida, no soy egocéntrica, no tienes que darme las gracias, todas formas se dará cuenta en cuanto comience a tocar exactamente en tres minutos. Gracias por traerme, pero desde aquí puedo ver el piano, hasta luego. —Idiota. Sin esperar respuesta me encamino hacia el piano. Siento su presencia venir detrás de mí. 

    Cuando llego a mi lugar dejo en la pequeña mesa de una esquina mi bolso junto a mi celular, confío en esta gente, por Odín, nadie aquí tiene la necesidad de robarme, quizá se roben entre ellos, los magnates de grandes empresas que están presentes, pero nada más allá. 

    Me siento en el banco frente al piano, la gente ha terminado de comer, están enfrascados en sus conversaciones, aprovecho eso para checar el afinamiento del piano, sé que está listo, pero no está por demás checarlo. 

    —Sé que debería darte las gracias, pero realmente lo haré si decides quedarte y ayudarme.

    —¿Y con qué quieres que te ayude exactamente Liam? —digo con voz suave pero sin ni siquiera regresar a verlo.

    —Quédate después de las diez y media, esa es la hora en la que dejarás de tocar, ¿cierto?

    —Me quedaré porque los ahora esposos me dijeron que podía quedarme si quería, no tenías que recordármelo, pero gracias, que considerado eres. —Por supuesto que nota la ironía en mi voz.

    —No estoy diciendo que te quedes como invitada de los novios, sino como mi acompañante.




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