Adri:
¡Qué cansancio!
Ha sido una larga y próspera semana.
Después de terminar nuestro entrenamiento nos hemos duchado y hecho todo el proceso habitual para llegar al aeropuerto, por suerte conseguimos llegar a tiempo para nuestro vuelo.
—¿Estás nervioso? —le pregunto.
—¿Por el vuelo? No.
—¿Y por conocer a mi padre?
—Sí, puede que eso sí me intimide.
—Tranquilo, no es cosa del otro mundo.
—Vale, si tú lo dices.
—¿Hay algo más que te preocupe?
—Liam... —Suelta un suspiro de agotamiento.
—¿Qué pasa con él? —le pregunto.
Desde el martes por la mañana no lo he visto, ni a él ni a Nessie, aunque ya le he mandado su gabardina después de haberla recogido de la lavandería express.
—Está actuando un tanto extraño, pelea demasiado con Nessie. Ya volvió Seelie, creo que ya te lo había dicho, eso no hizo más que empeorar la situación.
—Separa los problemas, no dejes que te preocupen, son tus amigos pero no son tus problemas, lo mismo con tu familia.
—Lo sé pero aún así... Seelie quiere volver a Milán y quiere llevarse consigo a su hermana, dice que Liam la está lastimando y quiera o no eso me preocupa, es mi amigo.
—¿Y de verdad Liam lo hace, la lástima?
—Puede que sí, está un poco indiferente, pero no es solo con ella, es algo que lo afecta en un sentido más complejo porque yo también lo siento indiferente.
—Se le va a pasar y en unos días van a estar bien. No te preocupes por ello, deberíamos estar celebrando que Alonzo nos felicitó, hemos estado asombrosos, las coreografías prácticamente están listas, solo falta perfeccionarlas.
—No pensé que fuera capaz de decirnos que cree que vamos a calificar.
—También dijo que desde que volvimos de Milán hemos estado más conectados, en plenitud con el otro.
—Puede que ya sospeche de nosotros.
—Que sospeche lo que quiera, no importa. —Me recargo en su hombro y esperamos nuestra cena en silencio.
Tengo cierta incomodidad, no sé a qué se deba, mi proyecto va viento en popa, no tengo fallas que reportar, no es normal que me preocupe un poco por Liam, por Davide, por mi regreso a Francia y el punto final que le puse a Frederick.
Ceno la mitad de mi comida sintiendo malestar estomacal, ¿de nuevo? Estoy que no me la creo, he terminado ya mi tratamiento y no me apetece aterrizar y correr directo en busca de un doctor.
—¿Hay algo que quieras hacer al llegar? —le pregunto.
Estamos bajando del avión. Cargamos nuestras maletas de viaje, por el corto tiempo no hemos traído equipaje pesado.
—Descansar y dormir. Tengo que estar relajado, mañana tu ex pareja me va hacer probar un montón de ropa, tengo que invocar mi paz interior. —Su comentario me hace reír.
—Entonces vamos a mi piso, puedes ducharte de nuevo si quieres o simplemente dormir. Te aviso que saldré pero no tardaré demasiado.
—¿A dónde irás?
—Iré a ver a mi padre.
—¿No quieres que te acompañe?
—No es necesario, descansa, tienes razón en que mañana será un día ocupado y tienes que estar relajado.
—Está bien, pero no le hables de mí hasta mañana que nos presentes. No quiero que piense que te dejé ir sola por preferir quedarme a dormir.
—Vale, no lo haré.
A las afueras del aeropuerto paramos un taxi, le doy mi dirección y este emprende la marcha.
No vamos a mi piso privado donde todo es blanco, inmaculado, puro, ese departamento es solo para mí y en dado caso mi padre, nadie sabe de su existencia, ni siquiera mis amigos más cercanos.
Ya en mi departamento que sí puedo compartir dejo a Davide en la habitación principal, se tira en mi cama esperando su turno en la ducha. Cuando salgo de ella él ya está dormido, me visto y arreglo en la habitación contigua para no despertarlo.
Antes de marcharme le dejo a Davide una copia de llaves del departamento en la barra de la cocina, me coloco el gafete de la academia y me marcho.
Después de un largo tiempo, o por lo menos así lo siento, saco de la cochera mi apreciado auto, un Audi Q5 en color blanco. Antes de subirme y manejar checo que todo esté en orden, el nivel del aceite, radiador, líquido de frenos y por demás.
Manejo por mi bello y egocéntrico país en completa libertad, amo Italia, podría vivir ahí sin quejarme, pero Francia es mi país, mi hogar, si me tardo tres días o tres años siempre al volver me voy a sentir reconfortada.
Visto toda de blanco, en presencia de mi padre es el único color que debo llevar si tenemos planeado estar a solas. A pesar de la hora todavía hay personal merodeando por los pasillos de la academia, sobre todo los chicos de seguridad en el primer piso.
Subo hasta el penthouse, inserto la contraseña y me adentro en el templo de mi padre, ya sabe que vendría, le he avisado que subiría en cinco minutos.
Cómo es normal su piso está en silencio, huele a madera y la iluminación favorece cada elegante rincón.
Dejo mi bolso en uno de los sillones de la sala y camino hacia el pequeño bar, me sirvo una copa en lo que mi padre hace acto de presencia.
Antes de que hable lo siento detrás de mí, su presencia es fuerte, imponente.
—Hola papá, ¿un trago? —le pregunto todavía de espaldas a él.
—Un whisky en las rocas, ya sabes cuál es mi marca escocesa favorita.
—Claro que lo sé, eso me recuerda a que hay dos escocesas en mi proyecto, primas de Alastair.
—¿Sorprendida? —me pregunta. Me volteo hacia él.
—Hay un montón de cosas de este proyecto que me han sorprendido. —Le entrego su trago.
—Así es más emocionante, ¿o me equivoco?