Prohibido Enamorarte.

18.- Sábado 27 de julio del 2019.

Adri:

    Despierto al lado de Davide, sigue durmiendo, sonrío de lado y me pongo de pie para ir a atender mi higiene personal. 

    Salgo del baño con una toalla en la cabeza, vestida con ropa deportiva y los dientes limpios. El reloj de mi buró declara que son quince para las seis.

    Davide sigue durmiendo, creo que estaba muy cansado, o bien tomó pastillas para dormir, incluso ronca un poco. Con el ceño fruncido salgo de mi habitación para ordenar desayuno, es mi departamento, pero este edificio funciona como un hotel, en las primeras plantas se aloja un restaurante, lavandería y unas cuantas cosas más, incluso puedo marcar para que alguien venga a hacer el aseo, algo así como servicio a la habitación, eso se debe a que por lo general las personas que vivimos aquí pasamos mucho tiempo fuera, tanto viviendo temporadas lejos o teniendo largas jornadas de trabajo, regresar a dormir aquí para cargar pilas es cómodo, por eso las funciones del edificio vienen bien.

    Primero hago un poco de yoga, para hacer estiramientos, relajarme y de alguna manera hacer el calentamiento antes de subirme a la corredora, marco cuarenta minutos y con EarPods en mis orejas comienzo a correr, pongo buena música en mi celular para tener motivación. 

    Cuando el tiempo termina faltan tres minutos para que llegue el desayuno que he agendado, me limpio el sudor con una toalla, paro la música y voy a despertar a Davide.

    —Despierta —susurro cerca de su oído. 

    Beso su piel erógena del cuello, una sonrisa adormilada de satisfacción se dibuja en su rostro y eso me hace sonreír también.

    —Hola cariño, ¿qué hora es? —me pregunta con voz ronca por la reciente siesta, está de lado abrazando mi almohada.

    —Son veinte para las siete, he pedido el desayuno, subirán en cualquier momento, anda, levántate. —Con pereza se vuelve hacia mí.

    —¿Ya has hecho ejercicio?

    —Sí, también yoga.

    —¿Desde que hora estás despierta?

    —Desde muy temprano, no importa, solo levántate. —El timbre suena, me levanto antes de que sus manos me apresen. 

    Lo dejo todavía en la cama cuando salgo a abrir la puerta, la chica del servicio entra empujando el carrito con la comida, la saludo de camino al comedor, no es como si fuera mi amiga, solo nos conocemos un poco. Con mi ayuda entre las dos ponemos la mesa.

    —¿Has traído un chico? ¿Eso quiere decir que es el indicado, el definitivo?

    —No, no lo creo —susurro bajo negando con la cabeza—. Es solo una oportunidad, un intento, si las cosas no funcionan bien será de nuevo un adiós.

    —Quién fuera como tú —suspira—. Los vi llegar por la tarde, no te saludé porque mi jefe quiere que me comporte como tal, no que me haga amiga de todos ustedes, gente rica y famosa, si te saludaba seguro me despide.

    —Oh no, no te preocupes por eso, si me quieres hablar lo puedes hacer en cualquier lugar, si te despiden hago que te contraten de nuevo con una buena demanda por discriminación, ¿pero quién se cree? —Me cruzo de brazos.

    —¿De verdad? Te lo agradecería en dado caso que llegara a suceder. En fin, el punto es que los vi llegar, que buen ejemplar masculino has conseguido, envidio tu suerte.

    —No es suerte, lo atribuyo más al destino. Va a ser difícil seguramente, pero nada que no pueda sobrellevar.

    —Así se habla. —Asiente de acuerdo—. ¿Pedirás la cena aquí?

    —Quizá cene fuera, ¿por qué?

    —Para hablar más tarde, ahora tengo que ir a entregar otra orden de desayuno, si los panqueques se enfrían seguro que me echan la bronca.

    —Cierto, te estoy haciendo perder el tiempo. Gracias por subir el desayuno, nos vemos más tarde, me traigas la cena o no pediré que subas para que me ayudes en otras cosas, ¿de acuerdo? 

    —Sí, me parece bien. —Abro la puerta para permitir que se marche.

    La puerta de mi habitación se abre y sale Davide, claramente ha tomado una corta ducha, prueba de ello trae una toalla alrededor de su cadera y nada más.

    —Hola, buenos días cariño, mi cerebro ha vuelto a funcionar con normalidad, cuando recién despierto digamos que los engranes no van bien.

    —En ese caso, hola de nuevo, he pedido el desayuno. —Me acerco a él para darle un beso en los labios, un roce apenas, noto el sabor de su pasta dental—. He pedido solo opciones vegetarianas. —Siendo cortés jalo una silla para invitarlo a tomar asiento, con una sonrisa lo hace, como yo lo hago a su lado.

    —Gracias, es genial así. —Comemos con temas vagos de conversación que mueren sin detallarse demasiado.

    —Ayer, después de ver a mi padre salí a cenar con alguien.

    —¿De verdad? —me pregunta.

    Lo miro para poder interpretar su estado de ánimo por algo que le pude avisar y no hice.

    —Sí —me limito a responder.

    —Espero que hayas cenado rico y disfrutado de la compañía. —Quita su vista de la mía para poner un poco de huevo en su tostada.

    —¿No me vas a preguntar quién fue?

    —No, si quisieras decírmelo lo dirías y ya. —Su respuesta es tranquila, no detona coraje, molestia, ni siquiera un poco de celos.

    —Salí con Silvain. —Levanta su vista para ahora prestarme de nuevo el contacto visual.

    —Está bien Adri —responde en absoluta tranquilidad, ¿qué carajo?

    —¿No estás molesto? —le pregunto.

    —¿Te acostaste con él? —me responde con otra pregunta que claramente me toma por sorpresa.

    —No.

    —¿Lo besaste?

    —No.

    —¿Le dijiste que lo amas?

    —No.

    —¿Regresaste con él?

    —No.

    —¿Le diste esperanza de volver a tenerte?

    —No, carajo, no, no, no y no —no subo el tono de voz, no estamos gritando.

    —Entonces no has hecho nada por lo que esté molesto, cenaste con él, como amigos, lo entiendo, si quieres salir a cenar con él puedes hacerlo, porque es tu vida y son tus decisiones. Si en algún momento sientes que realmente quizá sí lo amas, dímelo, pero no me seas infiel, prefiero la verdad, prefiero que acabemos este intento de estar juntos a estar atados queriendo a otras personas. —Un nudo se forma en mi garganta.




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