Adri:
Despierto por la necesidad de tomar agua, siento la boca seca y la garganta me duele.
Me cuesta abrir los ojos, lo hago de poco a poco para acostumbrarme a la luz, sé donde estoy, cada cierto tiempo despierto en esta habitación, la de mi infancia.
Las sábanas debajo de mi cuerpo son suaves hechas de algodón blanco egipcio, las paredes son acolchadas, también blancas, aquí todo es blanco, detalles más, detalles menos, no sé ni para que me esfuerzo.
El pijama que visto es una camisa sin estampados, huele al perfume que mi padre usa, seguramente fue él quien me la puso, muchas veces entro en trance y pierdo el conocimiento, siempre despierto en esta habitación, nunca me sucede estando lejos, es como si mi cuerpo reconociera a mi país y a su vez tener la certeza de que sería rescatada por mi padre una y otra vez.
Me pongo de pie y voy al baño a atender mis necesidades antes de salir al comedor donde sé que mi padre me espera.
La casa es completamente blanca, tanto así que los mínimos detalles de color resaltan demasiado, como los colores de la comida que yace sobre la mesa. Al inicio del comedor, en el sitio principal se encuentra sentado mi progenitor leyendo el periódico.
—Buenos días papá —lo saludo.
Me siento en mi lugar, frente a mí hay un plato con un par de panqueques y algo de fruta picada, pero lo más importante son las tres bebidas servidas, agua, café y jugo de naranja.
Mi padre deja el periódico sobre la mesa para prestarme atención, me mira de una manera que me hace sentir como una adolescente
que llegó a casa después de su toque de queda.
—Buenos días cielo, desayuna —pide.
—¿Cuántas horas estuve inconsciente? —le pregunto para sacar un tema de conversación.
—Alrededor de veinticuatro horas, ya sabes, pudo ser mucho menos, te sedamos para que descansaras.
—Por favor, papá, no puedo con esta agonía incómoda. No voy a volver a Italia, ¿verdad? —El corazón me va rápido nada más de imaginar que mis temores puedan ser ciertos, quiero volver, necesito volver…
—Por supuesto, claro que vas a volver, pero esta vez seré yo quién maneje la organización, está claro que Mónica ha sido muy condescendiente contigo. ¿Cuántos días le costó que sintieras algo? Estoy decepcionado de ti, Adrienna.
—Papá…
—¡Cállate! No digas nada porque me harás enfadar de verdad, es que no puedo creer tu estupidez, esto no pasaba desde que tenías catorce años, hace prácticamente más de una década, en esos momentos lo comprendí, era tu primer proyecto, eras inexperta, pude tolerar que hayas desarrollado sentimientos por ese chiquillo, ¿pero ahora que pretexto hay? Vas a regresar a Italia, vas a romperlos, a los dos, vas a seguir el proyecto al pie de la letra, aunque hayas empezado a quererlo como una idiota, sé que en el fondo no lo eres, porque de lo contrario no te dejaré ir a África y por lo visto eso te duele más que lo que yo pueda sentir.
—Lo siento mucho, no era mi intención, sé que fue una estupidez, seguiré el proyecto con las modificaciones que le vayas haciendo día a día. África me importa, demasiado, pero tú eres lo único seguro y verdadero que tengo, la única persona que me ama y la única persona a la que puedo amar, lo sé y lo acepto. Lamento que haya hecho que te sientas decepcionado de mí.
—Te he sacado sangre, me van a llegar los análisis a mi correo, quiero comprobar que no estés embarazada, si fuera el caso, ni
siquiera sabrías de quién de los dos es, porque ya me notificaron que te acostaste con ambos.
—Abortaría, es lo que haría, me cuidé, así que no será necesario.
—Justo ahora no puedo creer en lo que dices, lo comprobaré yo solo y por supuesto que abortarías. Desayuna cielo, no quiero repetírtelo una segunda vez. —Sé que está de malas, no recordaba esta faceta de mi padre, sus palabras me hieren tanto que no puedo dejar de repetirlas en mi mente, ese malestar hace que no sienta el sabor de la comida, la siento incluso seca y siento que se tarda demasiado en bajar por mi garganta.
Es cierto que llevo una década haciendo este tipo de proyectos, he salido con chicos de edades, nacionalidades y costumbres variadas, no me acosté ni con una sexta parte de ellos, principalmente porque al inicio los proyectos no eran tan elaborados, no duraban más de dos meses y casi ninguno de ellos me generó gran impacto económico hasta que cumplí dieciséis y los chicos ya me tomaban como asunto serio.
Aún así mi primer proyecto se fue tanto de mis manos, incluso de las de mi padre que terminé enamorada hasta la médula de un chico de dieciocho años que retiraba dinero de sus padres para dármelo a escondidas, a pesar de que yo siempre he tenido lo mejor de todo gracias a mi padre, siempre le daba indirectas que él entendía a la perfección, como que quería un bolso nuevo, un vestido, un computador e incluso un carro, que me escuchara y recordara lo que le decía me hizo creer que me amaba y sin darme cuenta también me enamoré de él; así que con tan solo catorce años estafé al chico que amaba haciendo que me regalara su auto, que rematriculamos, pintamos de un rosa pastel para luego poner una alerta de robo. Sus padres lo castigaron, como era lo normal, y después me mudé de ciudad porque mi padre me movió de país al darse cuenta que quería regresarle el carro al chico, no me sentía bien, sentía que no era lo correcto; vender el carro y donar el dinero me reconfortó, donar gran parte de todo lo que generaba era mi manta de consuelo a la que me aferraba para no sentir el frío del arrepentimiento, todavía me siento así.
Empecé a saber manejar el rumbo de los proyectos buscando mi beneficio, sabiendo los antecedentes de quienes eran mis presas me fui sintiendo confiada porque incluso todos se lo merecían, tenían tanto dinero que parecía que lo cosechaban en árboles así que eso hacía