Prohibido Enamorarte.

36.- Martes 10 de septiembre del 2019.

Adri:

    Entre canciones variadas incluída la música latina de moda la madrugada transcurre, y aunque todos tenemos todavía mucha energía sabemos que esto está terminando cuando después de una canción de Sebastián Yatra el Dj pone nuestra canción, de Dylan y mía, por lo que él me abraza para movernos al ritmo de la canción.

    —Gracias —le susurro al oído.

    —Gracias a ti —responde. Lo abrazo con más fuerza, es mi amigo, mi amigo de verdad, lo conocí por casualidad no por medio de ningún proyecto, porque aunque no lo he dicho con anterioridad hay ocasiones en que mi proyecto no es solo formar relaciones, también amistades o conexiones. 

    Pareciera que los proyectos me consumen, que abarcan demasiado de mi vida, y puede que sea verdad, pero también tengo una parte que es auténtica, la que ha formado amigos por elección propia o que hace cosas por gusto.

    Cuando la canción termina todos aplauden, incluídos nosotros. No hay más música, cada quién se dirige a su habitación, algunos invitados fueron asignados en habitaciones con camas individuales separadas, como la que era para Davide y Liam, ahora a este último le tocará dormir solo; otros en habitaciones con una cama matrimonial, como la de Hannah y Harry, en realidad la mansión de mi padre cuenta con cincuenta y tres habitaciones para invitados y díez habitaciones principales, una de ellas es la mía que es incluso dos o tres veces más grande que el departamento en donde viví en Venecia.

    Entro en mi habitación, saco mi celular y le escribo a Davide cómo llegar a mi habitación, menciono que dejé la puerta un poco abierta 

para que reconozca cuál es y no se llegue a confundir con la puerta de otro invitado, por último escribo que en lo que decide venir me bañaré.

    Dejo mi celular en mi mesita de noche y entro a mi pulcro baño, todo en blanco, todo lleno de paz. Me decido por la regadera al ser más rápida y práctica. Me tomo unos minutos más sobre la lluvia artificial, la cabeza me duele un poco pero consigo relajarme tanto que casi desaparece. 

    Con dos toallas, una en el cuerpo y una en el cabello salgo a mi habitación para encontrarme con Davide sentado en el borde de mi cama.

    —Hola cariño —saluda.

    —Hola. —Le sonrío mientras me acerco a él—. ¿Quieres tomar una ducha?

    —No he traído cambio de ropa, dejé mi maleta en la habitación. —Tomo asiento a su lado.

    —No es como si fuéramos a necesitar ropa durante la noche, ¿o sí?

    —¿No estás cansada? Has tenido un día bastante agitado.

    —Me encuentro bien, ¿y tú? Comprendo si estás cansado, has tomado un vuelo y luego carretera para llegar hasta aquí.

    —Estoy bien, te tomaré la palabra, me bañaré antes.

    —Adelante. —Hago un ademán hacia el baño—. Mi habitación al completo es tuya también.

    Me da un beso con una sonrisa agradecida y llena de aprecio, se pone de pie y se adentra en el baño. 

    Con naturalidad salgo de mi habitación para ir a la cocina del primer piso. Tomo un vaso de agua, al regresar la jarra de vidrio al refrigerador tomo una canastilla de fresas, la fruta del refrigerador se mete ya desinfectada por lo que me llevo una directamente a la boca, dulce y ácida a la misma vez, una buena combinación, suspiro de placer. 

    Me muevo a la alacena, para ver si de casualidad hay chocolate líquido, cajeta o nutella, me sorprendo con tres potes de nutella sellados, seguramente por mí, nadie más come este manjar, me llevo uno de regreso a mi habitación incluyendo las fresas que aún quedan. 

    Al entrar en la habitación él sale del baño.

    —Hola cariño —me vuelve a saludar por no se cuantas veces.

    —Hola —respondo con una sonrisa, cierro la puerta y le pongo seguro—. ¿Te gustan las fresas con nutella? 

    —Claro. —Nos reunimos en mi cama y no les damos ningún sentido sexual a las fresas. 

    Nos sentamos uno frente al otro y comemos mientras hablamos un poco sobre mí y otro poco sobre él. 

    Cuando las fresas se terminan me acerco a él para besarlo y tomar iniciativa, las toallas salen fuera de nuestros cuerpos, me recuesta sobre mis almohadas con él encima de mí, nos cubre con una sábana en modo romántico y le pido a Alexa que baje la intensidad de la iluminación para entrar en honda. 

    Mi mandíbula tiembla como si tuviera mucho frío cuando comienza a besar mi cuello.

    —Adri... —susurra en mi oído. 

    Acaricio su espalda, es nuestro momento, trataré de no pensar en nadie más, en ninguna circunstancia más, en este momento solo somos él y yo con cariño de por medio sin importar si eso está bien o está mal.

    —Davide... —susurro de la misma manera. 

    Nos besamos, mordemos, sentimos nuestra piel caliente contra la del otro, sin prisas ni detenimiento. Respetamos el cuerpo del otro y no sé si sean las sensaciones tan intensas del momento pero por primera vez estoy en los brazos de la persona que quiero estar por el resto de mi vida, no quiero perderlo nunca y no sé cómo poder lograr eso. 

     Mis piernas tiemblan con la llegada de mi orgasmo y para sorpresa de los dos comienzo a llorar, no suelo formar parte de la estadística de personas que lloran después de tener sexo, por lo que no sé que me pasa.

    —Adri, ¿qué pasa? ¿Estás bien? ¿Te lastimé? Oh Dios, lo siento, Adri, ¿t-e te lastimé? —Su voz tiembla y se traba un poco en la última pregunta, se escucha claramente afectado y un poco temeroso.

    —Estoy bien, tranquilo. —Me limpio las lágrimas.

    —¿Por qué lloras cariño? ¿Qué puedo hacer por ti?

    —Solo abrázame —pido. 

    Lo hace enseguida. Me duermo entre pequeños hipeos, el consuelo de sus brazos y una de sus manos acariciando mi cabello alternativamente de mi espalda.

    —Tenme confianza Adri, por favor. —Escucho que susurra, pero mi relajación y cobardía quizá me hace fingir que me he quedado dormida y poco después ni siquiera lo finjo, lo hago.




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