Prohibido Morder

Telaraña de enredos

CAPÍTULO 3. TELARAÑA DE ENREDOS

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Aún recuerdo el sol, siempre cálido en mi espalda, de alguna forma, parece más frío ahora.

Field Of Innocence - Evanescence

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El camino desde las oficinas centrales a la morgue siempre parecía tétrico, era como pasar de un jardín de flores en el que el sol calentaba la piel hasta el patio trasero de una mansión gótica en Siberia, el frío mordía de manera implacable y no importaban cuántas capas de tela se llevara encima, las personas siempre estaban gélidas. Le hacía preguntarse si no sería la perspectiva moral de enfrentarse a cadáveres que nunca más se iban a levantar y parecer humanos de nuevo, de afrontar la cruel realidad de un mundo incapaz de tolerarse, lleno de desidia y sadismo.

No había algo más deprimente en el día a día de Louis Gardfield que tener que bajar a la morgue. Sí, veía cuerpos destrozados e imposibles de reconocer a menudo pero suponía que el shock le impedía comprender la magnitud del hecho, eso sólo sucedía cuando se enfrentaba a ellos en ese espacio estéril y helado, cuando no había más remedio que observar la piel mutilada y falta de calidez.

Louis a veces pensaba que la única persona capaz de soportar ese ambiente era Rizolli. El tipo tenía un temple de hierro y una extraña fascinación por el comportamiento de los preternaturales y los extremos a los que podían llegar. Un hombre así, sólo podía encontrarse en su elemento en el lugar más helado del edificio, realizando tareas tan mundanas como incluso comer su sándwich en el cuarto de examinación, acción que Louis le había visto hacer más veces de las que era salubre. No le extrañaría que lo estuviera haciendo en ese mismo instante.

Tocó la puerta antes de asomar la cabeza. —Eh, tu mensaje decía que habías terminado la autopsia. 

Rizolli efectivamente tenía un sándwich en la mano y le dio una mordida antes de levantarse e indicarle que entrara. Se había quitado la chaqueta y llevaba el delantal reglamentario de los forenses, aunque estaba vez estaba limpio; el Inspector aún recordaba el primer caso en el que trabajaron ambos: Louis había llegado unas horas después del levantamiento del cadáver para encontrarse al hombre revisando unos papeles y todo el pecho cubierto de sangre, no había sabido ni qué pensar (aparte de lo poco higiénico que era). Afortunadamente, esa escena no se había repetido más que en ocasiones lejanas u homicidios múltiples—cosa que no era tan frecuente como podría pensar uno de un mundo en el que existen los monstruos—y Rizolli procuraba cambiarse el delantal y los guantes entre autopsias, como dictaba el reglamento. 

Louis caminó hacia los congeladores y observó cuidadosamente cómo Rizolli sacaba una bandeja con una bolsa de cadáver negra y leía la tablilla sobre ella con el informe de la autopsia. Era una suerte que la Inspectora Sheridan hubiera decidido compartir jurisdicción, de otra forma, Rizolli se hubiera visto obligado a desplazarse a Exeter, la ciudad en la que operaba el Cuartel de la BIP de South East, y todo la examinación de la evidencia que sacara de los cuerpos se retrasaría aún más para llegar a los laboratorios de Científica y, por ende, a sus manos.

La puerta de la morgue se abrió de improvisto y la jefa del laboratorio de Científica apareció por ella con su ropa de trabajo habitual, jeans oscuros y una camisa de manga corta, esta vez color azul claro, su cabello castaño oscuro estaba en una cola de caballo que le llegaba a la altura de los hombros. Ella le sonrió a Louis y caminó hasta a su lado, dándole una palmadita bastante fuerte en el hombro.

—¿Qué está haciendo ella aquí? —dijo Louis cuando Rizolli les pasó el kit que debían usar para no contaminar el cuerpo.

—Tiene resultados de las muestras que tomé de los cadáveres.

—Rizolli fue amable al darme trabajo, ya que tú, tan consideradamente, olvidaste pelear por mis evidencias y dejaste que las enviaran al laboratorio de Exeter —ella cruzó los brazos e hizo un puchero. Un jodido puchero.

—La Inspectora decidió darnos jurisdicción compartida pero no iba a cabrearla imponiendo mi voluntad —él se negó a que su gesto infantil lo afectara y se puso el delantal y los guantes, aunque no pensaba tocar el cuerpo—. Si quieres trabajar en esas muestras, arrastra tu culo hasta allá.

Daphne lo fulminó con la mirada. —Ya veo quiénes son tus favoritos.

—Sí, sí, ahórrate las lágrimas —dijo él rodando los ojos antes de dirigir su atención a Rizolli, que los observaba con ojos aburridos, parecía que ya estaba acostumbrado a las tonterías de los dos después de años de presenciarlas—. ¿Cuáles son las causas oficiales de muerte de ambos?




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