Prohibidos

CAPITULO 4 ETHAN

Ethan

 

 

Es ella, no cabe duda que es la chica con la que me acosté, su aroma ese aroma que tanto recuerdo, claro por algo Artemisa se me hacía conocida, tal vez ella estaba ese día en el bar con su amiga, no puedo creer que este aquí, esa mujer que, aunque lucho para que no invada mis pensamientos ahí está día a día en mis sueños.

Ella está platicando con Nicolas no me ha volteado ver, y yo en cambio no dejo de verla, a ella la mujer con la que le fui infiel a mi esposa, intento concentrarme, miro al mi alrededor, Artemisa me está mirando, será por eso que se ha portado tan antipática conmigo, ella lo sabe, sabe que me acosté con su amiga y que estoy casado, necesito hablar con ellas.

—Oh que mala educación de mi parte lo siento, Ethan ella es Yoselyn Moreno, Joselyn el es el nuevo socio Ethan William, Yoselyn, ahora sé cómo se llama, me mira, pero o no me recuerda o finge muy bien.

—Hola mucho gusto Ethan — ella se acerca a mí y me da un beso.

No puedo evitar oler su aroma, es ese el perfume que se quedó impregnado en mi habitación aquella mañana, que pequeño es el mundo pensé que jamás la encontraría, aunque mi intención no era buscarla, no puede ser soy un hombre casado y lo que paso fue a causa del alcohol, pero no puedo negar los sueños recurrentes con aquella noche, son recuerdos vagos y borrosos, pero no puedo sacarlos de mi mente.

—Hija puedes mostrarle los avances del proyecto de lumbres a Ethan por favor — Nicolas habla con hija

Veo Artemisa, me mira un poco preocupada, estoy completamente seguro que porque sabe que su amiga y yo pasamos la noche juntos.

—Yo me iré y volveré mañana bebe — Yoselyn se aleja de mi para ir con su amiga.

La cabeza me ha empezado a doler, odio cuando me da migraña, Me llevo las manos a la cien.

—Adiós Ethan me dio gusto conocerte, espero verte después —Yoselyn vuelve a darme un beso no reacción, su aroma invade mis fosas nasales.

—Yo también me voy, Ethan ponte cómodo por la tarde tendrás todo lo necesario para que tengas tu espacio.

Cuando me he quedado solo con Artemisa, me acerco a ella con la intención de preguntarle directamente si su amiga y ella me conocen, pero ella me mira secamente.

—Siéntate ya te mostrare los avances del proyecto

Las pulsaciones en la cabeza se intensifican, y no me deja pensar con claridad, tener migrañas desde los quinces afecta mi día a día.

—Puedes apagar las luces por favor — digo mientras busco donde sentarme, me desato la corbata

—¿Qué te pasa? — escucho la dulce voz de Artemisa

—Estoy bien solo necesito un minuto —digo entre susurros

—¿Te duele la cabeza?

Asiento ya no quiero ni hablar sabía que me iba a pasar cuando llegue a casa en la madrugada y empezó a dolerme, trate de no prestarle atención y estas son las consecuencias porque no tome mis pastillas.

—¿Cómo puedo ayudarte? —Artemisa baja la voz al acercarse, su aroma a rosas me envuelve y como es un aroma suave no me incomoda.

—Necesito unos minutos.

—Tomate el tiempo que quieras — me dice

—Te traeré agua

 

Quisiera irme a casa, pero recuerdo que ni auto he traído, llamare a Dayana para que venga por mí, tomo mi celular que está en mi bolsillo y marco su número, me contesta hasta casi el ultimo tono.

—¿Qué? — contesta

—¿Pasa algo amor? — le pregunto alarmado, la escuche extraña.

—No, no amor solo no vi quien era y estaba ocupada, perdona.

—Necesito que vengas por mí por favor tengo migraña

—¿Ahorita?

—¿Qué haces? — pregunto

—Está bien Ethan iré en unos veinte minutos.

 

Me acomodo mejor en el sillón, subo los pies a la mesita, y me pongo una almohada en la espalda, me lamento no haber traído medicamento, soy un poco irresponsable, siempre debo tenerlo a la mano, pero pocas veces lo hago.

—Aquí tienes el …

Logro escuchar antes de sentir un cuerpo arriba a de mí, aunque la oficina está a oscuras, sé que es Artemisa, sin intención mis manos van a su cintura, mis dedos tocan la delicada y suave tela.

También siento agua caer por mi espalda, aunque debo decir que se siente bien algo fría.

—Lo siento he tropezado con tus piernas, no las tenías a si cuando me fui

Puedo sentir su aliento a menta cerca de mí, no sé qué me pasa, porque no me incomoda su cercanía, mi cabeza no da tregua y el dolor me aqueja más fuerte, aprieto mis manos en la cintura de Artemisa.

Llevo mi cabeza hacia atrás, mi camisa que ahora está totalmente empapada de la parte de atrás, me hace sentir escalofríos, o quiero pensar que es eso, y no la cercanía de Artemisa, cuantas veces me he repetido que estoy casado desde que me casé, desde aquella noche que estuve con otra mujer, que casualmente es la mejor amiga de Artemisa.




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