Hacia el final del periodo Sengoku, en el verano de 1582, Honno-ji estaba envuelto en llamas, con el señor de la guerra Nobunaga Oda dentro... hasta que llegué yo. Una diseñadora de moda moderna que se convirtió en una viajera del tiempo involuntaria al período de los Estados en Guerra de Japón. Atrapada 500 años en el pasado, me encontré envuelta en una peligrosa rivalidad entre los señores de la guerra. Sin embargo, estos mismos señores de la guerra se convirtieron en mis amigos, y en mi familia. Tras haber compartido tanto, decidí quedarme aquí con ellos. Con gran parte de las batallas superadas, parecía que nos aguardaba una especie de paz, llena de días locos pero felices con mis seres queridos... O eso es lo que creía...
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Año 1582; en el Puerto de Sakai...
Hombre 1- ¡Cuidado! ¡Cuidado!
Hombre 2- ¡El barco está llegando!
Una tripulación de hombres fornidos descendía la carga de un Galeón Portugués; era un gran barco que empequeñecía a todos los demás en el muelle. ¿La carga del barco? Pólvora. Fusiles. Cuchillas de acero. Y cañones. Las armas fueron llevadas en carretas y transportadas a la ciudad, evitando el escrutinio por el que pasa la mayoría de la carga extranjera.
Hombre 3- ¡Hey, Sobee! ¡Ayúdame con este mortero!
Sobee (Keiji)- ¡Entendido!
El hombre musculoso llamado Sobee se acercó corriendo con una gran y animada sonrisa y un espíritu alegre. Un hombre alto, ágil y pálido, todo lo contrario a Sobee en todos los aspectos, se acercó a ellos.
???- Yo también ayudaré.
Hombre 3- ¿Tú, Yoroku? No te molestes. Me temo que te romperías como una ramita intentando levantar esto.
Yoroku (Kanetsugu)- ¿Te importaría repetir eso?
Hombre 3- Yo, eh...
A pesar de su falta de músculos visibles, la mirada fulminante de Yoroku era tan aguda que podía partir a un hombre en dos. Sobee se interpuso entre los dos hombres, interrumpiendo la pelea con una sonrisa.
Sobee (Keiji)- Oye, ¿qué tal si guardamos ese ánimo para el cargamento? Además, ¡he visto a este tipo llevar cosas más pesadas que esto! ¿Por qué no ayudas por ahí y nos dejas el resto a nosotros?
Hombre 3- Sí, claro...
El hombre continuó mirando a Yoroku con desconfianza mientras se dirigía al otro lado de la embarcación.
Yoroku (Kanetsugu)- Estoy cansado de los imbéciles que no pueden imaginar nada más allá de lo que ven sus simples ojos.
Sobee (Keiji)- Si te sientes así, tal vez no deberías buscar peleas con ellos. Hasta ahora has sido paciente.
Yoroku (Kanetsugu)- Gracias a tu supervisión y a mi afinada habilidad para aguantar a los molestos parásitos.
Yoroku escupió las palabras, con su tolerancia al límite. Su voz se redujo a un susurro antes de continuar.
Yoroku (Kanetsugu)- Pero ya no necesitaremos esta fachada por mucho tiempo.
Sobee (Keiji)- Sí. Ahora que hemos averiguado los fundamentos de ese mortero extrañamente poderoso que tienen.
Sobee, al que nunca parecía faltarle una sonrisa, se mostró muy serio cuando se dirigió a su compañero.
Sobee (Keiji)- Hay que volver antes de que la información ya no sirva.
Yoroku (Kanetsugu)- ...Sí. Yo a Kasugayama. Y tú a Azuchi.
'Sobee' y 'Yoroku' se miraron. Amigos. Compañeros. Rivales.
Compañeros de guerra llenos de convicción.
Yoroku- Keiji, la próxima vez que nos encontremos, seremos...
Keiji- ...Lo mismo que siempre hemos sido, Kanetsugu. Yo seguiré siendo yo, y tú seguirás siendo tú.
Kanetsugu- Así es. Lucharemos por lo que siempre hemos luchado.
Keiji- ¡Sí!
En las sombras, dos hombres observaban con gran interés la descarga de la mercancía. Un hombre delgado que había estado dirigiendo la operación hasta ahora se acercó para hacer una reverencia respetuosa a uno de los dos observadores.
Asistente- Amo Kicho. El último barco acaba de atracar.
Kicho- Comprendo.
Su rostro no delató nada mientras sus ojos impasibles observaban al gran galeón.
Kicho- Supervisaré la descarga personalmente.
Asistente- Entendido, señor. En cuanto a los dos de los que sospechaba... tenía razón al sospechar que eran espías. Sólo fueron vistos hablando en secreto.
Kicho- Déjalos. No hay nada que puedan hacer en este momento.
Asistente- Sí, señor.
El hombre delgado se inclinó de nuevo y se dirigió al barco. De pie junto a Kicho, el temible pirata Motonari observaba el botín y silbaba, con una amplia y hambrienta sonrisa en los labios.
Motonari- ¡Mira todo esto! Herramientas de guerra, de lucha y de muerte, que se extienden hasta donde alcanza la vista. Eso es lo que yo llamo una buena vista.
Kicho- El transporte marítimo es una molestia. Si sólo hubiera transporte aéreo.
Motonari- ¿Aéreo? ¿Qué? ¿Quieres que los pájaros lo lleven? Tú tienes pájaros viviendo en tu cerebro.
Kicho- Es un método de transporte muy superior. Uno que tú y la gente de este mundo no conocen.
Motonari escuchó las palabras de Kicho como si fueran las divagaciones de un borracho. La duda cruzó su cara por un momento. Pero en seguida soltó una carcajada de diversión.