Promesa

CAPÍTULO VII

Amelia

 

Este sábado ha sido un tanto interesante lo digo porque la Madre Abadesa me dejo a cargo de la cocina del convento junto a Iridia y Gaby, pero estaba a cargo dirigiendo a mis hermanas para los preparativos de la comida.

Nos esforzamos mucho tanto que la Madre Abadesa nos elogió, todo lo hicimos de forma sencilla en la mesa, pero nuestro trabajo era impecable.

Todo el día nos la pasamos en nuestras actividades de costumbre.

La noche llego eran veinte paras las siete la Madre Abadesa nos envió a la Eucaristía de las siete de la noche en la Iglesia Franciscana.

Caminamos todo recto a paso rápido las religiosas siempre debemos ser puntuales, es una de nuestras primeras normas. Jesús siempre a tiempo a todos los lugares para ayudar de manera rápida, incluso en este momento golpea las puertas de nuestro corazón para que lo dejemos entrar y cambiar nuestra vida.

Llegamos a tiempo la Eucaristía de las seis de la tarde ya terminaba y comenzaba la de las siete de la noche.

La gente entrada y salía de la Iglesia todas nosotras nos sentamos en la segunda columna de lado derecho en el centro de ella ya estaba vacío.

En ese momento se terminaba de celebrar una boda la novia se ve hermosa con su vestido blanco y un velo hermoso con una coronilla de flores blancas sobre su cabeza su esposo esta, vestido con un terno militar esta puesto la boina roja con el símbolo de paracaidismo.

Nos sentamos en nuestros lugares y nos ponemos de rodillas para rezar y yo no pierdo tiempo para pedir por la nueva pareja de esposos que se acaba de unir, en presencia de nuestro Señor.

Mis rezos cesan cuando escucho la voz de una las jóvenes que ayudan al Sacerdote me levanto persignadme.

Todos los presentes estamos de pie mientras el Sacerdote entra con una canción de fondo la canción es –Vienen con Alegría.

Las oraciones y lecturas que se realizan son maravillosas.

Las lecturas que se han leído las conozco todas de que versículos, capítulos, de que libros fueron tomados.

Porque he leído la Biblia como siete veces me encanta sumergirme en cada palabra que leo cuando tomo mi Biblia. Como Dios nos da tan bellos mensajes a través de sus elegidos, mensajes de vida.

Pasan las limosnas y pongo cincuenta centavos en la bolsa que me extienden, mis hermanas también ponen su colaboración.

El momento del saludo de la paz llega cada una de nosotras extendemos nuestras manos a toda persona de nuestro alrededor voy al frente a dar el saludo de paz al Sacerdote y las personas que lo acompañan.

A mi regreso mis ojos se abren ligeramente oculto detrás de la gran columna está el chico que conocí por accidente ayer. Digo por accidente porque mi canasta de compras cayó sobre su pie. Está sentado de forma erguida con la misma mirada perdida de ayer.

Sus ojos están fijos adelante hacia la imagen de nuestro Señor Jesucristo y la Virgen María.

Esta tan concentrado en las esculturas como si esperara tener una respuesta de ellas, no tiene éxito en lo que quiere baja su mirada y en su rostro veo algo de desilusión por no tener su respuesta.

Me siento junto a mis hermanas la gente pasa a comulgar nosotras esperamos un momento y veo al chico formado esperando comulgar puedo notar que esta relajado y algo tenso al llegar y comulga se inclina de forma ligera mientras se persigna se da media vuelta y camina un poco, y se detiene sus ojos se abren.

Me está mirando.

Puedo notar un cambio suave en las expresiones de su rostro, pero aún conserva esa expresión.

Camina de regreso a su puesto y por más de que intente disimular. Sé que me está mirando, pero no me molesta camino adelante junto a mis hermanas a comulgar.

Se termina la Eucaristía el Sacerdote da la bendición de despedida y la gente comienza a salir al igual que nosotras con la vista en la salida noto que el chico ya no está ya se ha marchado.

Regresamos al convento para descansar.      




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