Promesa

CAPÍTULO XI

Amelia – Daniel

 

No es mi costumbre despertarme temprano los domingos por lo general duermo hasta las nueve o diez de la mañana necesito un día de hibernación después de seis días de madrugar.

Lavo mi cara para que se me vaya el sueño y me coloco ropa para la ocasión en este caso de cargador, dejo ordenando mi cuarto y desayuno un batido de mora con dos huevos revueltos terminado cepillo mis dientes.

Son las ocho y cinco voy caminando hasta la Iglesia sé que está lejos, pero si llegare antes de tiempo.

Ocho y cuarenta y dos estoy dieciocho minutos antes, pero aun no entro todavía lo hare cuando sea cinco minutos para las nueve para entrar. Me siento en las gradas de la colina frente la Iglesia hasta que se cumpla mi horario para entrar, escuchando música mirando al cielo.

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La Madre Abadesa nos pidió que fuéramos a la Iglesia Franciscana en la colina a ayudar a limpiar la bodega.

Llegamos siete minutos antes de las nueve el lugar esta vacío no hay nadie solo un chico sentado en las gradas apoyando su rostro en los nudillos de su mano izquierda.

Al acércanos más me doy cuenta de quién es mis ojos se abren por la sorpresa es ese chico. ¿Qué estará haciendo aquí? Aun no me ha notado parece que está más concentrado mirando al cielo y la música que escucha por sus auriculares.

Entramos y nos reciben dos Frailes jóvenes tal vez tengan la misma edad que nosotras o mayores.

–Buenos días, gracias por venir –dice el joven fraile de derecha.

Escucho unos pasos acercase desde atrás –Buenos días, en que puedo ayudarle –dice el joven fraile anterior.

–El padre –habla tranquilamente –me pidió venir a ayudar a cargar unas cosas de la bodega –noto que esta algo nervioso a pesar de que hablo tranquilo.

–Por favor sígannos –dice el otro fraile y vamos tras ellos el chico sigue tras nosotras, en la primera puerta nos dejó pasar a nosotras antes que él todo un caballero.

Llegamos al jardín el pasto podado y todo tipo de rosa y flores y unos cuatro arboles de naranja –es aquí dice el fraile –saca sus llaves y abre la bodega y enciende la luz y sí que está bien desordenada.

Hay cartones con documentos ya viejos también algunas imágenes algo deterioradas.

–Colóquense esto, por favor –dice el fraile entregándonos unas mascarillas.

Mientras el otro nos da las instrucciones las imágenes iban a ser enviadas a reparar había dos imágenes grandes una de la Virgen de la Nube y la otra era un Cristo crucificado. Los cartones con documentos del lado izquierdo ya no servían dijo el joven fraile así que debíamos echarlo a la basura.

¿Por qué?

 Porque ya los habían revisado.

Había muchos más que aun debían ser revisados tal vez algunos se salve y los otros termine en el contenedor de basura.

Comenzamos con la limpieza Iridia, Nicole y yo cogimos escobas para barrer Magdalena y Gaby con un plumero van limpiando el polvo de las partes altas.

Los dos frailes y el chico que aún no conozco, ni se su nombre, comienzan a sacar las dos imágenes grandes, pero el chico no puede hacerlo solo. voy a ayudarlo al llegar con él me mira con esos ojos de nuevo, los mismos ojos con ese vacío ni siquiera tienen un poco de brillo en ellos.

Pero de algo estoy segura está sorprendido de verme –gracias –dice de forma suave me ubico para sujetar la parte superior de la Virgen de la Nube, el chico se inclina para sujetar la parte inferior y noto como sus manos tiemblan, aun así, sujeta la parte inferior con mucha suavidad.

Caminamos hasta donde nos indica el joven fraile y la dejamos ahí en la esquina de la entrada por donde entramos junto, al Cristo crucificado.

El chico la bajo con mucha suavidad es evidente que tiene un gran respeto por la Virgen.

Se levanta y su mirada choca con la mía, me mira perplejo.

Esos ojos, no sé porque me dicen que los ayude a brillar a recuperar un brillo que siempre han tenido.

–Regresemos –dice el chico de calmado volteándose dirigiéndose a la bodega, voy tras él lo miro caminar parece que está algo incómodo entramos en la bodega y continuamos con la limpieza.

El chico comienza a sacar los cartones con los papeles innecesarios para arrojarlos en el contenedor de basura, después de un rato esta cansado su espalda está completamente mojada con sudor, pero sigue trabajando sacando los cartones y pequeñas imágenes y cuadros para reparar.

Descansamos un rato vienen los dos jóvenes frailes con un refrigerio un pan con un vaso de quaker de naranjilla.

Tomamos un descanso el chico, esta algo apartado de los demás con los auriculares desde que iniciamos la limpieza los lleva puesto a muchas personas les gusta escuchar música mientras trabaja y él es uno de ellos.

–Sigamos –dice el fraile, nos levantamos y continuamos con la limpieza.

Más polvo sigue cayendo de las partes altas al igual que pequeños trozos de papeles llenamos la mitad del pequeño bote que nos entregaron la depositar el polvo y tierra.




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