Promesa

CAPÍTULO XII

Amelia

 

Estoy preocupada por Daniel al fin se su nombre. Lleva el nombre de uno de los profetas del Señor a quien le enseño varias visiones sobre la instauración del Reino de los cielos. A quien el Señor protegió de los leones. Un hombre con gran sabiduría y recto.

Pero él no parece un hombre de sabiduría, tal vez si es recto lo único que sí puedo decir de él es que es serio, en nuestros breves y fugaces encuentros del destino es lo que ha demostrado.

El día de hoy más, su actitud cuando dijo –Basta –lo dijo de forma dura cada centímetro de rostro, sus ojos demostraron que es muy serio, pero estaba molesto por tantas disculpas que estaba recibiendo.

Después suavizo sus expresiones cuando dijo –por favor –pero aún estaba serio.

Su herida no era tan grande, pero si profunda tal vez le cojan unos tres o cuatro puntos.

Gaby también está preocupada de regreso al convento no paraba de temblar debe tener fobia a la sangre, o solo estaba asustada al ver la espalda de ese chico cubierta de sangre.

–Debimos llevarlo a un centro de salud, o una farmacia para que le cocieran la herida – dice Gaby con la voz temblorosa esta junto a mí.

–No creo que no haya aceptado ir –digo como si hubiera acertado lo que hubiera dicho si lo mencionáramos –de seguro estará bien.

–Debí tener más cuidado, al limpiar la parte alta.

Suelto un suspiro liberando el aire en mis pulmones –se lastimo al protegerme fui descuidada, debí moverme del lugar y no quedarme ahí como una estatua en parte también soy culpable –lo que digo es cierto me quedé mirando a esa caja caer sobre, estaba asustada lo único que hice fue agacharme y cubrirme.

Pero él se llevó el golpe y una herida que debía ser mía.

Debo hacer algo por él y ese algo es ayudarlo a encontrar lo que le falta, ayudarlo a llenar ese vacío que veo en sus ojos, pero es imposible vernos a diario para ayudarlo.

Pero estoy segura de que nos volveremos a encontrar.

Despierta algo atónica, sudo un poco en la frente. En toda la noche en lo único que soñé fue en el calor que desprendía el cuerpo ese chico en sus brazos rodeándome sin llegar a tocarme.

–¿Por qué? –digo suave solo para mí, paso mis manos por mi cabeza peinando mi cabello, un pensamiento pasa por mi mente. Mi hermano Fabricio.

Algo me dice que tiene que ver con esto, pero lastimosamente tengo que esperar para volver a tener mi celular y si lo tengo dudo mucho que esté presente para reclamarle por lo que hizo, porque sé que lo hizo.




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