Daniel
Dos semanas, dos malditas y hermosas semanas en las que no he dejado de pensarla.
Los viernes tenía la gran ilusión de encontrarla en la colina frente la Iglesia los sábados no la pude ver en la Iglesia y de solo pensar lo que paso ahí mi cara se calienta y siento mis pómulos sonrojarse.
De nuevo es viernes me dirijo hacia la colina con la esperanza de que ella este ahí solo quiero verla. Señor déjame verla nada más.
Llego a la Iglesia y me persigno frente a las puertas miro a la cima y está vacía comienzo subir la escalera de concreto y con cada paso que doy mi corazón late con fuerza me detengo a mitad de la escalera antes de subir a la siguiente me doy la vuelta y miro a la distancia las colinas regreso y continuo mi ascenso a la siguiente escalera al llegar arriba esta vacío.
¡Qué decepción!
Exhalo de decepción, bueno mis probabilidades de hallarla aquí eran nulas en fin es mejor para mí.
¡En serio! –por primera vez en toda mi vida mi conciencia habla y con solo esa palabra ya comienzo a odiarla porque sabe perfectamente en el lio que nos meteríamos.
Camino hasta el otro extremo y me siento arrimado de espalada contra el árbol enorme de pino observando como los autos, buses pasan delante de mí al pie de la colina. Miro al cielo y las nubes cruzan el firmamento sin rumbo, pero son libres sin ningún inconveniente.
Cierro los ojos mientras escucho música en este momento estoy escuchando Ángel de Elefante estoy tranquilo me gusta esta tranquilidad que siento si no fuera por ruido de los autos que circulan al pie de la colina estaría en un perfecto estado de paz hasta incluso podría dormir aquí un par de horas.
Se va haciendo tarde es hora de regresar a casa a mi aburrida vida me voy acercando a la escalera y mi corazón da un vuelco me detengo en seco ella está subiendo y se detiene a unos escalones se detiene unos segundos, pero continúa ascendiendo.
–Hola –dice con una sonrisa.
Extrañaba esa sonrisa –hola –contesto devolviendo la sonrisa –¿Cómo está?
–Muy bien, gracias a Dios –su sonrisa se extiende llena de felicidad sus ojos brillan aún más de lo normal con tan solo mencionar a Dios –Daniel.
Mi corazón late con fuerza con tan solo escucharla pronunciar mi nombre. Que carajos me pasa ninguna chica en las que me he interesado, en las que me he enamorado me han hecho sentir esto. Lucho conmigo mismo para no tener que admitirlo que me estoy, no… estoy…
Mejor, no lo digo la negación es lo mejor que tengo para eliminar esos sentimientos.
–Me gustaría saber algo de usted –la miro con el ceño fruncido algo confuso de mí no hay nada que saber prácticamente soy un libro abierto.
–¿Qué desea saber? –digo suave, pero con un tono un poco serio.
–Su mirada –dice con algo de tristeza.
Mis ojos se abren ligeramente ante lo que dice y sé a dónde quiere llegar, por lo que creo más defensas para evitar hablar de eso, pero ella lo nota.
–Si no quiere hablar de eso. Está bien –dice tranquila suavizando su voz.
–Recordar el pasado es aburrido. Lo único que recuerdo del él son las lecciones que he aprendido, alguno que otro momento agradable y el resto es basura. Es lo que no quiero recordar –esas últimas palabras las digo de forma dura.
–Pero son parte de usted –dice.
–Eran –en tono la voz –parte de mí, ya no lo son.
Se queda en silencio sin dirigirme alguna palabra –¿Cree en Dios? –dice. La miro algo perplejo ante esa pregunta.
Dirijo mi vista a la Iglesia –vengo todos los sábados a la misa de las siete de la noche –comienzo hablar de forma neutra –cada día realizo tres oraciones agradeciendo, por un nuevo día. Pero –mi voz se suaviza –eso no hace a alguien un fiel creyente.
–Y ¿Qué cree que nos hace creyentes? –me pregunta con curiosidad.
–La Fe –respondo en seguida –incluso si las personas no creen en Dios, siente Fe en ellos mismos. Esa luz que nos ilumina. La Fe es Dios. –me mira sin decir nada ante mi respuesta.
Sonríe –entonces si cree en Dios.
Sonrió –le he pedido mucho, le he rezado a Él, a la Virgen María, a nuestro Señor Jesucristo y a todos los santos. Por el bien de mi familia, de mis amigos, de los que son cercanos a mí, a las personas que lo necesitan para que los cuiden. Y sé que mis oraciones son escuchadas porque siempre salen adelante.
Su rostro se suaviza y camina hasta el monumento y se sienta con una sonrisa para ella todo lo que le dije es una forma de decir que soy creyente de Dios. Porque yo he sentido Fe en mi interior esa sensación de liberación de poder hacer todo posible.
–Ha leído la Biblia –dice curiosa.
Le sonrió y asiento con la cabeza y camino a la esquina del monumento y me siento y nos pusimos a dialogar de la Biblia.