Promesa

CAPÍTULO XXVIII

FINAL

Amelia – Daniel

 

Nuevos años han pasado desde aquel día. Estoy ejerciendo mi carrera como docente de Educación Física. Pero aún vivo con mis padres, bueno soy el único de sus hijos que sigue soltero mis otros hermanos ya se hicieron de familia y abandonaron la casa.

–Hija estas listas –llamo a mi hija Dayana tiene ocho años.

–Voy papá –me contesta. Viene corriendo a mí se ve linda con su vestido blanco con arreglos florares en la cintura y en los hombros. Sus ojos me recuerdan a Amelia en especial porque tienen el mismo brillo.

Antes que nada, dejare claro que no me case, no tuve una hija mientras estudiaba. Dayana es mi hija adoptiva la adopte cuando ella tenía cinco años. La verdad mis padres ya me presionaban diciéndome que me case o tenga novia.

Si tuve una novia al año después de ese día al fin tuve una novia se llamaba Belén estudiaba Arte fue lindo los tres meses que estuvimos juntos. Pero al final ella fue la que termino la relación ya saben el tipo cliché que te dicen cuando te quieren dejar. Y mi sorpresa dos semanas después fue verla con otro chico bien cariñosa.

La verdad no me importa. No niego que me gusto estar con ella, pero a quien amo y amare es a Amelia.

Mis padres antes apoyaron y respetaron mi decisión de la adopción al igual que mis hermanos, pero hubo otros que les cayó como balde de agua fría prácticamente no estuvieron de acuerdo y no quiero recordar sus palabras.

Cuando llevé a mi hija para que la conocieran la miraron con unos ojos que lo mejor que hice fue retirarme de ahí junto a ella.

Pude adoptarla con ayuda de mi amigo Cristian es abogado nos conocemos desde el colegio gracias a él pude adoptarla. La verdad desde el momento que la vi supe que ella debía ser mi hija por sus ojos que me recuerdan a Amelia.

–Estoy lista, vamos papá –me encanta cuando me llama papá recuerdo bien la primera vez cuando me llamo papá llore la escuche decirme papá era su cumpleaños me dijo papá después de un año desde que la adopte. Aunque al poco tiempo después de que la adopte me tomo mucho cariño. Pero no quería presionarla, quería que ella me lo dijera.

Nos vamos al parque ecológico a divertirnos bueno hacer que ella se divierta por su buena conducta y buenas calificaciones en la escuela.

Llegamos al parque y Dayana no para de correr de lado a lado pidiendo que le compre dulces, me gusta verla feliz. Nos vamos a los columpios nos balanceamos hasta que ella me pide para comprar helados. La, mimo por hoy y desde mañana vuelvo a ser estricto.

Le entrego un billete de cinco y va corriendo a comprar los helados. Detengo los balanceos y miro a un grupo de niños llegar al parque junto a dos religiosas.

||||||

Voy llegando al parque junto a los niños del orfanato que están de visita, he vuelto esta ciudad después de nueve años, llegue hace lo dos semanas. El parque es hermoso tiene una pequeña laguna, pasto verde y varios árboles.

Hay varias personas divirtiéndose.

–Vamos al pasto verde –dice Selena mi compañera y una de mis mejores amigas miro a la parte derecha y noto a una niña pequeña que me llama la atención lleva un vestido blanco con arreglos de flores va hacia el señor de los helados noto que nadie la mira. Vaya padres que tiene.

–Adelántate, voy tras de ustedes –miro a la niña comprar dos helados me acerco a ella –hola –le saludo con una sonrisa. La niña me mira desconfiada y no la culpo que una extraña se acerque de la nada y le hable, la han educado bien, pero no tan bien. cambia su mirada por una de asombro y me sonríe.

–Eres tú –me dice con una hermosa sonrisa.

La miro confusa –¡que!

–Nada –dice se da la vuelta para marcharse.    

–Y tus padres –digo y se vuelve a mí.

–Estoy con mi papá. Esta allá –extiende la mano derecha señalando a un hombre sentado en los columpios esta con la cabeza gacha, no le ha prestado atención a su hija que irresponsable.

–Te acompaño.

–Claro –me responde.

Camino junto a la niña y me siento extraña a su lado no sabría explicar esta sensación, pero me gusta es agradable. La niña camina feliz con una gran sonrisa. Llegamos hasta su padre y algo en mi vibra su aroma me es familiar y agradable.

–Ya estoy aquí papá –lo dice con su dulce voz es claro que quiere mucho a su padre.

–Dayana, hija. Que te he dicho sobre los desconocidos –su voz. Sera posible. Se levanta aun con la cabeza gacha mira a su hija y finalmente a mí sus ojos se abren con sorpresa al igual que los míos –Amelia –dice mi nombre con gran felicidad como si hubiera esperado este momento.

–Daniel –digo con la misma alegría de volver a verlo. Se acerca a mí.

–Papá, es ella ¿verdad? Es mamá –mis ojos se abren ante esa palabra al igual que los de Daniel. Lo miro, pero esta algo avergonzado, su cara esta roja.

–Mamá –digo y la niña me sonríe.

–Si. Mi papá me ha hablado de usted. Y me dijo que algún día la podría llamar mamá.




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