Promesa de fuego y cenizas

Capítulo 2: El eco de las cenizas

El aire olía a hierro y a miedo.
El bullicio del mercado había desaparecido, como si una mano invisible hubiese borrado el sonido del mundo. Las risas, los pregones, el golpe de los martillos contra el metal… todo se extinguió en un segundo.
Solo quedó el silencio.

Ariadna dio un paso adelante, la piel erizada, sintiendo la presión del fuego arder en su interior. Las brasas que llevaba dentro respondían al peligro como si tuvieran vida propia. Las llamas querían salir, pero ella sabía que si las liberaba sin control, todo a su alrededor terminaría reducido a polvo.

—¿Qué está pasando? —preguntó, sin apartar los ojos del humo que comenzaba a surgir entre los puestos vacíos.

Tharen no respondió enseguida. Su mirada se mantenía fija en el suelo, donde las sombras se retorcían como si respiraran. Se arrodilló, pasando una mano sobre las cenizas que comenzaban a extenderse.
—No son naturales —murmuró—. Esto es magia prohibida. Antigua.
—¿De los conjuradores?
Él negó despacio. —Peor. Es obra de los Custodios Caídos.

El nombre bastó para que un escalofrío le recorriera el cuerpo. Las historias hablaban de ellos como de leyendas, espíritus desterrados que habían intentado controlar el fuego divino y pagaron con su humanidad. Se decía que sus almas quedaron atrapadas en el humo eterno, vagando entre reinos hasta encontrar un portador.

Ariadna lo miró con el ceño fruncido. —¿Por qué ahora? Hace siglos que no aparecen.
Tharen levantó la vista. —Porque la promesa se está rompiendo.

La frase cayó como un golpe. Ariadna sintió el fuego subirle al pecho, un calor que no era solo mágico, sino emocional. Algo dentro de ella se quebró, una memoria que no pertenecía del todo a su vida. Un eco de voces, de juramentos antiguos, de amor y pérdida.

“Mientras el fuego arda, las cenizas no descansarán…”
La frase resonó en su mente con una claridad que la asustó.

De pronto, un rugido estremeció el mercado. Las sombras se unieron, formando figuras humanoides, hechas de humo y brasas, con ojos como carbones encendidos. Tharen se interpuso entre ellas y Ariadna, levantando una mano. Su palma brilló con un resplandor grisáceo: la energía de las cenizas.

—¡Atrás! —ordenó.

El choque fue inmediato. Las sombras se abalanzaron sobre ellos, y el aire se llenó de chispas. Ariadna retrocedió un paso, pero su fuego interior reaccionó sin permiso. Una llamarada escapó de sus manos, iluminando el callejón y quemando parte de las criaturas.

El grito que siguió no fue humano.
El humo se disolvió, dejando un olor metálico en el aire.

Tharen la miró, impresionado. —No sabías que podías hacer eso, ¿verdad?
Ella negó, temblando. —No de esa forma.

El silencio volvió a caer. Los últimos restos de ceniza flotaban en el aire, desvaneciéndose lentamente.
Tharen se acercó despacio, su expresión endurecida.
—Esto no fue un ataque al azar. Te estaban buscando.
—¿A mí?
—Tú eres la heredera del fuego. Yo, el portador de las cenizas. La promesa que nos une no solo protege a los reinos… los mantiene separados. Si alguien la rompe, el equilibrio se destruye.

Ariadna apretó los puños, la voz temblorosa. —Entonces alguien intenta romperla.
—Y lo está logrando —respondió Tharen con gravedad—.

Una campana resonó a lo lejos, rompiendo el silencio. Era la señal de alarma de la guardia de Lysara.
La gente empezaba a salir de sus casas, ajena a lo que realmente había ocurrido.
Tharen retrocedió un paso, ocultando el brillo gris que aún rodeaba sus manos.

—No puedo quedarme. Si me ven contigo, te acusarán de brujería.
Ariadna lo miró con un nudo en el pecho. —No puedes desaparecer otra vez.
Él la observó con una mezcla de tristeza y determinación. —Nos volveremos a encontrar. Lo sabes. El fuego siempre busca las cenizas.

Y sin darle tiempo a responder, se desvaneció entre el humo, dejando solo el eco de su presencia y el olor a ceniza húmeda.

Ariadna permaneció allí, con el corazón latiendo como un tambor. No sabía si debía temerle o buscarlo, si su destino era luchar contra él o a su lado. Pero algo en su interior, una llama que nunca se apagaba, le susurró la verdad que no quería admitir:
Lo amaba desde antes de recordarlo.



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En el texto hay: fantasia, romace, romance paranormal

Editado: 06.10.2025

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