Promesa inquebrantable

Vere a la reína

Alizee miraba fijamente el espejo, las sirvientas estaban dándole los últimos preparativos para la fiesta de hoy en el anoche, faltan ocho horas y están terminando a tiempo cada detalle. Estaba esperando este día desde que ella y su ex mejor amiga Amelie tenían tan solo ocho años, siempre jugaban en algún jardín artificial en el interior de la ciudadela en su país, soñaban con que algún día le darían la bienvenida a la reina o a una princesa. Hasta hace poco su mejor ex amiga tenia toda su confianza, gozaba de una buena vida con preocupaciones sencillas, como cuál será el nuevo título, como abordar a Alexander.

—Es muy hermoso su cabello señorita, tan negro y hermoso como en firmamento.

—Muchas gracias—Alizee responde a la sirvienta, que veía con fascinación su cabello. —¿Qué te parece el color?

—Le acabo de decir señorita, es muy hermoso. ¿Le parecerá bien a la Unidad de la Sangre? —con una voz gentil responde la sirvienta.

—Pedí un permiso, lo tendré así por un día, se desvanecerá con el tiempo.

—Oh, increíble, nunca podría darme un lujo así, invertir tanto por algo que durara tan poco.

—No es su valor monetario, es u valor estético—respondo con fuerza Alizee.

—Si señorita, lo lamento. Me disculpo por lo que acabo de decir. Si no me necesita para algo más me retirare.

—Si, será lo mejor, yo terminare los últimos detalles.

En un instante la sirvienta se marcho con extremo cuidado de no hacer ningún tipo de ruido. Sin voltear Alizee observo con cuidado la blanca piel tersa de su rostro, sin ningún tipo de imperfección, los tenues colores oscuros que pintaba su cabello lacio. Cogió un broche de un pequeño cajón. Había prometido peinarse de esa forma diez años atrás este mismo día, después de todo ya nunca incumpliría más en su palabra. Hoy no es la única promesa que debe cumplir.

El castillo imperial es la estructura humana más grande de los nueve continentes. Se dice que lo único que lo superaba era la gran fortaleza negra en el continente Valkari el continente muerto desde antes de la gran era oscura, incluso ahora sus planos permanecían celosamente cuidados en la biblioteca real en Ulimwengu el continente perteneciente a la familia real. Durante toda la vida de Alizee siempre ha querido visitar esa biblioteca, inundarse de los pacillos doradores y el blanco de los enormes pilares, un sueño que cada minuto se hunde en las penumbras de la incertidumbre.

—Hola Alizee, ya bien a por ti.

Alizee se giró furiosa al escuchar la voz de Alexander

—No tienes la decencia de un hombre verdad, al seguir dirigiéndote hacia mí.

—Claro que tengo la decencia—de pronto los fuertes brazos de Alexander rodeaban la cintura de Alizee mientras la veía con sus hermosos ojos color zafiro, medía diez centímetros más que Alizee lo que le daba una enorme ventaja. —no recuerdas cuando la perdimos juntos.

Alizee se quedo petrificada al recordar esa sensación calidad dentro de ella, la emoción que causaba en ella cuando partían a las fiestas nocturnas, la emoción de desafiarlo todo juntos y el cariño que le tenia por ser su primera vez, su única y especial vez.

—Tal vez te haya funcionado antes conmigo—Alizee trataba de no llorar, se negaba a darle esa satisfacción. —, pero ahora no. Me tarde en descifrar lo imbécil que eres.

—Oye, tranquila, puedo mejorar—esa sonrisa cálida, dulce, mientras la veía a los ojos eran encantadora para Alizee— pues no esperare a que dejes de ser mierda mientras me destrozas. Puedes hacerle lo peor a otra persona para ser mejor, pero ya no más conmigo.

Alizee se separo con todas sus fuerzas de los brazos de Alexander, fue más con voluntad que con fuerza física.

—Fue tu querida maestras, ¿verdad? — Alexander le grito a lo lejos mientras ella cubría su rostro—. Ten cuidado porque te puede volver una apretada como ella.

Le había dado todo su corazón, su cuerpo y sus pensamientos. Siempre creyó que terminarían juntos, lo único bueno es que jamás prometió que estarían juntos. De cierta forma Alexander tiene razón, si no fuera por la tremenda ayuda que le propuso su profesora de lenguas Eliette, jamás habría podido librarse de él.

La torre principal estaba conformada por nueve salones, recontando a los pueblos que ahora son una única civilización, el noveno salón consumía gran parte del calor artificial del edificio, especial para representar las condiciones bajo la sombra un día de invierno en Ulimwengu, mientras Elitter caminaba por uno de los dieciocho puentes que conectaban las habitaciones de los invitados con la torre principal, su pazo velos es interrumpido por las aves, decide sentarse por un momento para observar la puerta principal y a todos los demás invitados, ella tenia un collas especial que la identificaba como invitada al noveno salón para cuando las formalidades terminaran.

—Si no tenéis cuidado, caer.

—Si tu Aiko, no tienes cuidado, mataras a alguien de un susto.

La mirada fría y profunda de Aiko en compensada por su tierna voz, su acento extranjero, su corte de cabello y sus tatuajes la resaltaban entre todos, su hombro derecho estaba descubierto.

—No creer, lo intentado— Aiko respondía mecánicamente,




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