La brisa es suave y fresca. Se escucha cómo las hojas chocan entre sí, combinado con las olas que tropiezan con las piedras en la orilla. Respiro profundamente, llenando mis pulmones de aire, y exhalo con suavidad. La vista es magnífica, siento cómo mi alma se completa y la paz se apodera de mí. Me encantaría vivir para siempre en estos atardeceres y que en las noches el cielo esté lleno de estrellas que acompañan a la luna que siempre nos ve. ¡Qué hermoso sueño!
—¡Mamá, ven rápido, parece que Zamy necesita un exorcista! —escucho la voz chillona de mi hermana. Debí de llegar muy tarde anoche, ni me cambié de ropa, y al parecer, estaré con dolor de espalda todo el día porque ¡la señorita no encontró una mejor posición que su torso boca arriba y sus piernas boca abajo encima de millones de almohadas!
—Si vuelves a gritar así, juro que quien va a necesitar un exorcista serás tú —tomo a mi hermana en brazos y comienzo a hacerle cosquillas, haciendo que ría a carcajadas—. Buenos días, mi querida Allison —le doy un beso en la mejilla y me levanto para tender mi cama.
Allison es mi hermana menor, tiene 12 años, mide aproximadamente 1.50, es morena y cabello castaño, corto y desordenado. Sus ojos son azul oscuro, igual que los de nuestra madre. Es demasiado hiperactiva y alegre; su risa es muy contagiosa y tiene un leve ronquido en ella. Dice que es muy madura para su edad y se enoja cuando mamá y yo nos reímos de ella. Siempre se levanta y nos mira enojada diciendo: “Ese es un comportamiento muy inmaduro de su parte, me iré a mi habitación para que reflexionen”, y rápidamente se marcha indignada pisoteando fuerte. Luego de eso, le llevamos un dulce en son de paz, habitualmente funciona.
Termino de tender mi cama para luego asegurarme de que mi maleta está lista. Bajo al primer piso donde está mamá preparando el desayuno.
—Buenos días, cariño. ¿Cómo te fue anoche?
—He tenido mejores noches —tomo mi plato y me siento en la mesa para desayunar—. Una señora tiró el vino y le echó la culpa a Sophie, la trató tan mal que la pobre se puso a llorar.
—No entiendo cómo hay ese tipo de personas. Me alegro de que tú no seas así —me dedica una sonrisa y sigue haciendo la lonchera de Allison.
Ella es una mujer muy hermosa ante mis ojos, con su pelo corto y esos hermosos ojos. Se ve un poco delgada y ojerosa, pero es porque trabaja mucho para poder mantenernos. Aunque intento ayudarla trabajando en un restaurante, a veces el dinero no alcanza con tantas deudas que tenemos. Es enfermera en un hospital no muy lejos de casa. Me duele verla fingiendo una sonrisa y diciendo que todo está bien cuando sabemos que vive con el miedo de que él venga una noche y lo arruine todo otra vez.
—Mami, ¿y si esta noche pedimos comida y vemos una película? —mi madre la mira con tristeza, sabiendo que no podrá hacerlo porque tiene que trabajar.
—Haré todo lo posible por salir temprano, mi princesa —mi hermana sonríe emocionada y continúa desayunando.
Termino mi desayuno y subo a cepillarme los dientes para irme a la escuela. Bajo, y mi hermana ya está lista para irnos.
—Cariño, toma y compra algo para el almuerzo. Te ves muy delgada últimamente —estira su mano entregándome dinero.
—No, mamá, yo tengo dinero —digo poniendo el dinero en su bolsillo—. Mejor preocúpate por ti y come bien.
—Vamos, apúrate, Zamy, que llego tarde —me jala del brazo, obligándome a seguirla—. Ten un lindo día, mami. ¡Te amamos!
Después de dejar a mi hermana, me dirijo a mi escuela, que queda a unas cuadras. Estoy tan cansada que me dormiría en la acera. Estudio de 7 a 3 y a veces trabajo de 6 a 11; apenas tengo tiempo de respirar.
Miro mi reloj, y ¿qué creen? Voy tarde de nuevo. Me alisto para gastar mis energías en correr hacia mi destino final.
—Llega tarde, señorita Evans —salto sorprendida al escuchar la voz de alguien.
—Ay, señor Vince, me asustó —Vince es un señor de 55 años, es el conserje de la escuela y el encargado de la puerta, para mi fortuna.
—Sí, que la asusté. Será mejor que vaya a clase o se meterá en problemas, jovencita —le agradecí con una sonrisa, y él me la devolvió. Cerró la puerta mientras yo seguía mi camino al salón de clases.
Entro con cuidado para que el maestro no se dé cuenta. Tenemos filosofía a primera hora, la verdad me gusta. El maestro no es tan aburrido como otros, pero a veces se pone a filosofar más de lo normal y ahí sí ya no me gusta porque me hace dudar hasta de mi existencia. Me siento al lado de mi amiga Celeste, la cual me sonríe ampliamente.
—Hola, preciosa. ¿Cómo te encuentras el día de hoy? —la miro con ironía—. ¡Qué genio, yo solo quería ser amable! —me pasa su cuaderno para ver los apuntes que lleva y adelantarme.
Celeste es una chica rubia de cabello largo y ojos azul claro. Se ve seria, pero cuando la conoces es un pastelito lleno de chispas de colores. Es bastante enérgica y es de las que ve el lado positivo en todo. Claramente, se lleva mejor con mi hermana que yo. A veces pienso que la quiere más a ella que a mí.
Después de una hora, por fin se acaba la clase. Alisto mis cosas para salir, pero alguien me detiene.
—Señorita Evans, por favor quédese, que necesito hablar con usted —miro a mi profesor con miedo. Dios, si estás ahí, te pido ayuda.
—Profesor Jamal, lo siento mucho. Prometo llegar temprano la próxima vez —se ríe fuerte y quedo confundida.
—Tranquila, señorita, solo le quiero pedir un favor y le conviene, ya que le sumará puntos para su solicitud —me quedo estática, esperando que me diga qué clase de favor—. Necesito que sea tutora del estudiante Ihan Miller; tiene notas muy bajas y pensé en usted, puesto que necesita los puntos de bonificación.
Me entrega una carpeta que supongo es en lo que está mal ese muchacho. Sí que es tonto; esto tiene más de 20 hojas.
—Pero yo no he dicho que sí.
—La espera en la biblioteca pasado mañana a las 3, no llegue tarde —suspiro y me dirijo a la salida—. Y por favor, tenga paciencia y amabilidad; el último estudiante que tomo vino llorando a mi oficina diciendo que usted era un ogro y que por poco mete el libro en su cabeza.
Editado: 13.11.2024