Promesas bajo la luna

Capítulo 3

Me estoy terminando de arreglar para dirigirme al trabajo. Allison está en el piso de abajo terminando sus tareas. Lamentablemente, tiene que quedarse sola hasta que mamá o yo lleguemos del trabajo. Por suerte, la vecina le lleva algo de comida todas las noches y se queda un poco con ella.

—¡Hermana, se te hace tarde! —miro el reloj y solo son las 5:45, tengo 15 minutos para llegar. Tomo mis cosas y bajo corriendo.

—Ya sabes, Allison, no le abras la puerta a nadie —tomo las llaves y me dirijo a la puerta, pero mi hermana me detiene.

—Zam, ¿y si él llega? Ya han pasado casi 6 meses desde la última vez que vino, tengo miedo de que aparezca en cualquier momento —me mira con ojos llorosos.

—Tranquila, Ali —intento calmarla—. La próxima semana solo trabajaré menos de medio tiempo y estaré aquí antes de las 7:00 —la abrazo con fuerza y le doy un beso en la frente antes de irme.

Salgo de la casa y camino algunas cuadras, pero no puedo evitar sobre pensar y aquel recuerdo de hace 6 meses vuelve.

—¡Demonios, Melanie, ¿Por qué tardas tanto?! —mi padre grita y mi madre se apresura a llevar las cervezas mientras le ayudo a mi hermana a terminar su tarea.

—Aquí tienes —la mira disgustado y le arrebata la cerveza de la mano.

—Si ves que puedes hacer las cosas bien —le acaricia el cabello y ella sonríe con temor.

Aprieto el lápiz en mi mano, me hierve la sangre de tan solo verlo, lo odio tanto.

—Zahomy ven aquí.

—Le estoy ayudando a Allison a hacer su tarea —digo firmemente.

—¡Dije que vengas aquí, mocosa de mierda!

—Por favor, Zam, hazle caso a tu padre —mamá me mira con súplica. Me levanto rápidamente y me dirijo a la sala.

—Dime, padre, ¿qué necesitas? —me paro junto a él, me toma del cabello fuertemente y me hace sentar.

—Pero mira qué insolente te has vuelto, jovencita —se voltea y mira a mi madre—. Eso es lo que le has enseñado, te dije claro que necesitaba mano dura —me empuja soltando su agarre.

—Ve a la tienda por más cervezas —me tira el dinero—. Y rapidito que tengo sed.

—Papá, deberías irte a dormir ya es tarde —dice Allison acercándose tímidamente.

—Tú no te metas en conversaciones de adultos —me doy prisa a sujetarla y alejarnos un poco.

—La llevaré primero a la cama y luego iré por la cerveza —la tomo de la mano y la llevo a su cuarto—. Ponte los audífonos y escucha la nueva música que descargué para ti —le sonrío.

—No crees que ese truco ya es viejo.

—Claro que no, ahora duérmete y no bajes por nada del mundo —le doy un beso en la frente, cierro la puerta con llave y la escondo debajo de la mesa que hay a un lado.

Bajo las escaleras rápido y salgo corriendo a ir a comprar la cerveza, no quiero que mamá se quede mucho tiempo a solas con él.

Me dirijo a casa lo más rápido posible, me apresuro cuando escucho gritos al interior de la esta.

—Por favor para, Allison está arriba —murmura mamá en el piso.

—¡A mí me importa un bledo si está el presidente! —dirige su puño hacia su cara y corro para detenerlo.

—Ya traje las cervezas, papá —digo con voz temblorosa.

—Déjalas ahí y ven aquí —se pone de pie.

—No le haga nada, por favor —dice mi madre arrodillándose.

—¡Cállate, zorra! —las dejo donde dijo y me acerco a él—. A ver tú debes de saber con quién habla tanto tu querida madre, ¡que en todo momento mira su maldito teléfono en vez de atender a su esposo!

La miro y no puedo evitar llorar.

—Papá, sabes que es enfermera y tiene que estar pendiente por si hay alguna emergencia.

—Ah, ya veo, tú eres la cómplice de ella —me mira furioso, me trago mis lágrimas, ya que no me servirán de nada para lo que viene.

—Papá, por favor, en la cara no, mañana tengo escuela —digo y él sonríe con ironía.

Salgo de mis pensamientos al darme cuenta de que ya llegué al restaurante. Respiro profundo y entro por la puerta de empleados. Dejo mis cosas en el casillero, me pongo el delantal y salgo a la cocina.

—Oh, Zahomy, qué alegría verte —me saluda Christopher con una sonrisa.

—Hola, Cris, ¿Cómo te encuentras? —sonrío levemente y tomo la libreta para ir a tomar las órdenes.

—Yo muy bien, pero al parecer alguien no lo está, ¿pasa algo?

—Lo mismo de siempre —sonrío y él me devuelve una sonrisa, pero triste.

Christopher es un chico muy dulce, con cabello negro y ojos del mismo tono. Tiene una presencia imponente con un cuerpo musculoso, se podría decir que es el tipo ideal de muchas, no exagero al decir que es el único chico en el cual confió plenamente. Ganarse mi confianza y cariño no fue fácil, durante 5 años nunca se rindió, y me encanta que no buscara algo más allá de nuestra amistad.

Me dirijo a la mesa que acaba de llegar y por Dios, esto no puede estar pasando.

—Buenas noches, bienvenidos a nuestro restaurante —digo, dejando las cartas en la mesa—. En un rato vuelvo para tomar su orden, con permiso —sonrío levemente y me dirijo a la cocina.

—¿Qué pasa, Zam? ¿Qué viste que vienes roja? —pregunta Christopher.

—El profesor de filosofía me pidió hace 2 semanas que fuera tutora de un estudiante.

—Mm, ¿y eso qué?

—Pues que ese estudiante, el cual es rico, está aquí con su familia.

—¿Y? ¿Hay algún problema con eso? —le voy a pegar con el sartén.

—Claro que sí. Ahora tendré que tratarlo como la realeza. No me interesa con otros clientes, pero es de mi escuela y además soy su tutora. No quiero que sepa más de mí más allá de la tutoría y de que existimos en el mismo planeta.

—Ay, Zam, eres una exagerada. Ahora ve y toma su orden —me empuja para que salga de la cocina. Me dirijo a la mesa de nuevo y el azabache me mira.




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