Promesas bajo la luna

Capítulo 4

Estoy terminando el aseo rutinario, y la verdad, sigo pensando en lo que pasó hace unos días. No puedo creer que me haya defendido. Luego de eso, su madre salió furiosa del restaurante y la pelirroja la siguió. Su padre se disculpó con nosotros y pagó la comida. El chico me miró con vergüenza y luego se marchó. No sé cómo voy a hacer mañana en la tutoría; solo espero que no sea incómodo.

—Zam, ¿ya terminaste? —me habla Cris.

—Sí, ¿nos vamos? —él asiente. Nos despedimos de los demás y nos dirigimos a la salida de empleados.

—¿En qué tanto piensas? —pregunta Cris mientras nos dirigimos al estacionamiento donde está su auto.

—La verdad me siento un poco culpable. Me he dejado llevar por los rumores de la gente que comenta que es un niño mimado, mujeriego y demás. Con el comportamiento del viernes estoy dudando de si es cierto o no —llegamos al auto, y Cris me abre la puerta para que yo entre. Luego da la vuelta y entra también, encendiendo el motor.

—Zam, siempre te he dicho que no juzgues a las personas por su apariencia. No todos los hombres son iguales, y está bien que desconfíes, pero eso no justifica que los trates mal y los apartes de una vez. Solo deja que fluya mañana y sé amable. Puede que sea una buena persona o también un idiota andante, pero eso no lo sabrás si no lo conoces —asiento con la cabeza, y él me da una sonrisa. Enciende el auto, y nos dirigimos a mi casa.

En el camino a casa, nos la pasamos escuchando música y cantando. La verdad me encanta pasar tiempo con Christopher; es un gran amigo, e incluso lo he llegado a considerar como un hermano.

—Listo, hemos llegado a su destino, señorita —dice Cris con un tono de voz juguetón.

—Oh, muchas gracias, caballero. ¿Le gustaría a usted pasar?

—Me temo que en esta ocasión no podré. Tengo una familia que me espera en casa —intento aguantar la risa, pero no puedo.

—Pero tú ni tienes novia.

—Pero sí tengo una perrita a la cual tengo que darle de comer y mucho amor —le doy un abrazo y me despido; él se queda estacionado hasta que yo entro a la casa y luego se marcha.

Subo al segundo piso para mirar a Allison. Entro a su habitación y la veo en el escritorio dormida; se durmió haciendo tareas.

—Ali, vamos a la cama —le hablo mientras duerme, y me causa gracia y ternura. La tomo en mis brazos y la dejo en su cama, asegurándome de que quede bien arropada.

Salgo de su habitación y me dirijo a la mía. Tengo que terminar un trabajo para mañana, lo bueno es que no es tan complicado.

Estoy durmiendo tan a gusto, pero suena mi teléfono. Lo reviso, y es una llamada.

—Hola.

—Por Dios, Zam, ¿sigues dormida? —es Amaris; me quejo y luego me levanto—. Arréglate, pasamos por ti en 10 minutos.

—Pero —no termino la frase y ya me corta.

Me estiro un poco y tiendo mi cama; tengo que apurarme porque de verdad llegarán en 10 minutos. Salgo de mi habitación y escucho voces abajo. Bajo, y definitivamente ahí están las chicas.

—Hola, cariño. ¿Qué tal dormiste? —pregunta mamá, y todas me sonríen ampliamente.

—Hola, preciosa —dicen Amaris y Celeste al unísono; Lía solo me sonríe y saluda con la cabeza.

—Hola a todas —les doy un beso a cada una en la frente—. ¿Nos vamos?

—A no, niña, ni lo pienses. No nos vamos hasta que desayunes —habla Lía firmemente.

—¿Tu papá no nos espera afuera? —pregunto.

—Él puede esperar —me sienta en la mesa y me da esa mirada mandona para que coma.

Después de un rato nos subimos al auto del padre de Lía, quien nos lleva a la escuela.

—Bueno, chicas, que les vaya muy bien el día de hoy —nos da una gran sonrisa. Sinceramente, el señor Kang me cae bastante bien; aunque tuvo que criar a su hija solo, hizo un gran trabajo.

Nos dirigimos al salón de clase; tenemos artes a la primera hora, y todas estamos en esa clase. La señora Rodríguez es bastante amable y nos deja "fluir", según ella.

—¡Que Miller que! —grita Celeste. Les conté lo que pasó el viernes y están un tanto sorprendidas.

—Ay, Celeste, baja la voz —dice Lía—. La verdad me sorprende un poco, sin embargo, no conocemos en realidad a ese chico. Solo nos basamos en rumores.

—Y Christopher tiene razón, solo déjalo fluir. Además, serás su tutora por un buen rato, y es mejor llevar la fiesta en paz e intentar convivir con otro ser humano que no seamos nosotras, tu familia y el profesor de filosofía —nos reímos ante el comentario de Amaris y seguimos haciendo el trabajo que dejó la maestra.

Falta una hora para la tutoría con Ihan, y la verdad estoy algo nerviosa. El hecho de pensar que lo juzgué mal me hace sentir la persona más mala del mundo. Puede que me vea fría, pero en realidad soy muy sentimental.

Voy de camino a la Biblioteca y puedo ver cómo está sentado en una mesa, mirando unos libros y al parecer no está entendiendo por su cara. Está tan concentrado que ni se da cuenta de que estoy al frente suyo.

—Buenas tardes, Ihan —me mira, y veo tristeza en sus ojos.

—Buenas tardes, señorita Evans —me sonríe levemente y me hace espacio para sentarme.

—Le quedaron bien hechos los ejercicios —estoy revisando los ejercicios y, para decir verdad, no están tan mal.

—Sí, recordé los métodos que me enseñó y son bastante sencillos —hace una pausa y lo miro—. Pero hay algo nuevo que me tiene volando y estará en el examen del próximo lunes, ¿me podrías explicar?

—Claro, soy su tutora —me dice qué es lo que no entiende y comienzo a explicar. Después de un rato, siento cómo se pone incómodo y decido hablar—. ¿Algo le pasa?

Se queda pensando un rato, pero luego habla.

—Sí, quiero pedirle disculpas por lo de esa noche. Mi madre fue muy grosera con usted, y Camila quien fue la que comenzó todo. De verdad, perdón por el mal rato que le hicimos pasar.

Ya voy a llorar.

—No es necesario que se disculpe, ya estoy acostumbrada a clientes de ese tipo —lo pienso mejor—. Sin ofender.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.