Promesas bajo la luna

Capítulo 8

Estamos cenando, hay un silencio muy incómodo. Ali tiene demasiado miedo que apenas come, mientras que Marcos come a gusto como si nunca hubiera pasado nada.

—¿Hay cerveza? Tengo sed.

—¿Te puedo preparar un jugo o prefieres gaseosa? —menciona mamá con una sonrisa.

—¡Está sorda! Dije que quiero una cerveza —le da un puño a la mesa haciéndonos brincar.

—No hay —afirmo molesta.

—Pues si no hay, ve a la tienda mocosa —lo dice con un tono desafiante.

—No tengo dinero.

—Ja, ahora dices que no tienes dinero. Si te la pasas trabajando como burra, creo que tu padre merece algo de ese dinero. Es lo mínimo que puedes hacer después de todo lo que he hecho por ustedes.

—Ese dinero lo utilizo para mantener la casa, algo que tú no haces.

—Hija no…

Mamá no termina de hablar cuando siento mi mejilla arder.

—Ya me arruinaste la comida —deja a un lado el plato y se levanta de la silla. Puedo escuchar como Ali comienza a llorar.

—Ahora ve por cervezas y no tardes —me toma del brazo con fuerza, abre la puerta y me tira unos billetes.

Recojo el dinero y me dirijo a la tienda, toco mi mejilla y aún duele. Me pegó con tanta fuerza que me saco un poco de sangre del labio.

—Buenas noches, me da esto en cerveza, por favor.

—¿Volvió? —me pregunta la señora y asiento—. Ay, mi niña, no sé por qué siguen ahí.

Yo tampoco lo sé.

Toco el timbre y Ali sale, aún está llorando. Me dirijo a la sala donde está viendo televisión junto a mamá. Le entrego las cervezas y me obliga a sentarme a su lado. Solo estoy viendo un punto fijo, ni siquiera puedo llorar. Siempre me he preguntado ¿Por qué a nosotras? ¿Cuál fue el mal que hicimos para merecer esto? A veces solo quisiera desaparecer, pero soy cobarde. No puedo hacerle esto a mamá ni a Ali. ¿Quién las cuidará?

—¡Ey, te estoy hablando! —reacciono cuando me empuja la cabeza—. Dije que quiero pasar tiempo a solas con su madre, así que llévate a la niña y no bajen.

—¿Le vas a pegar? —pregunta Ali e inmediatamente me pongo frente a ella asustada.

—Claro que no, hija mía, hazle caso a tu padre y sube —mamá me mira y sonríe con tristeza. Asiento y me levanto.

—Buenas noches —digo llevándome a Ali.

Subimos las escaleras hacia su cuarto. Voy a hablar, pero me interrumpe.

—Ya sé, me pongo los audífonos, pongo el candado y no salgo.

—Buena chica.

Después de asegurarme de que esté cerrado bien, me dirijo a mi cuarto. Me quito la ropa y puedo ver cómo la marca de su mano está en mi brazo. Solo me miro al espejo, viendo lo miserable que soy. La mayoría de mi ropa son buzos porque no sé cuál será el día en que me levante llena de moretones. Salgo del trance al escuchar una notificación, tomo mi teléfono y es Ihan.

Me mandó un meme de fotografía. Me reí, pero no por el meme sino por la intención.

Zahomy: No es gracioso.

Ihan: Veo que, siendo chiste de fotografía, no tienes sentido del humor. Qué aburrida.

Zahomy: ¿En serio te da risa eso?

Ihan: A quien no, es importante el flash en la foto, entiendes JAJAJA.

Zahomy: Lo único que entiendo es que tiene el sentido del humor roto.

Ihan: Roto mi corazón con tus palabras.

Para ser sincera, hablar con él es entretenido. No sabes con qué resultará después. Me sobresalto cuando escucho un grito. Me acuesto mientras empieza a gritar que se quede quieta. Haría algo, pero eso resultaría peor para las dos. Comienzo a llorar esperando que los gritos cesen y el sueño me gane.

Estoy dormida, pero comienzo a escuchar un teléfono. Abro los ojos entre dormida y miro quién es.

—Ihan —me despierto completamente sorprendida. No me da tiempo de contestar y a los segundos me envía un mensaje.

Ihan: Disculpa la hora, pero hay un ejercicio que no entiendo y es para mañana, ¿me puedes ayudar?

Zahomy: Ihan, son las 12 a. m.

Ihan: Sí, lo siento, pero necesito tu ayuda.

Después de eso, me llama de nuevo y acepto su llamada.

(—Hola, ya te envié el ejercicio —me dirijo a ver cuál es.)

—Ihan, esto te lo expliqué la semana pasada. Tienes que despejar primero.

(—En serio, no lo recuerdo muy bien.)

—¡Zahomy! —Marco me llama repetidas veces, pero no atiendo—. Busca en los apuntes o ve un tutorial, me tengo que ir.

(—No, espera, mañana al llegar, ¿me puedes ayudar?)

No alcanzo a responder. Marco comienza a golpear la puerta con fuerza gritando que salga. Solo cuelgo sin decir adiós y abro la puerta.

IHAN

Horas antes

—Hijo, ¿puedo pasar?

—Claro, papá.

Mi padre entra y se sienta en la cama.

—¿Cómo te fue hoy?

—De hecho, me fue muy bien —me acerco a él y le susurro—. El profesor Jamal me dijo que mis notas han mejorado y que ya podré volver a la clase de teatro.

—En serio, hijo, me alegro mucho por ti —me da un abrazo—. Pero, ¿qué haremos con tu mamá?

—No lo sé aún. Por ahora, no quiero que se entere —mi padre asiente. Nos levantamos al escuchar que mamá nos llama para cenar.

La ayudo a terminar de poner los platos en la mesa y luego me siento. Pasan unos minutos y mamá habla.

—¿Cómo va la escuela? ¿Ya recuperaste las materias perdidas?

—Sí, madre, en eso estoy.

—No, no quiero esa excusa de "en eso estoy". Quiero hechos, Ihan. Además, tienes que subir tu promedio para poder entrar al equipo de fútbol.

—Mamá, ya te dije que no me gusta el fútbol…

—Ya vas a empezar. El teatro no es una carrera. Ya dijimos que estudiarías administración de empresas, trabajarías en la compañía y fin de la discusión.

—¿Por qué tienes que controlar toda mi vida?

—Disculpa. —Deja los cubiertos sobre la mesa y me mira seria—. Sabes todo lo que he hecho por ti todos estos años. Yo solo quiero lo mejor para ti...




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