Promesas bajo la luna

Capítulo 9

Después de que Ihan se fuera, me dirigí al baño. Me sentía tan mal que vomité. Me duele todo el cuerpo y apenas puedo moverme sin molestias.

Pasan las horas y estamos en receso, pero la verdad es que no tengo hambre. Además, ese hombre me quitó el dinero que tenía, argumentando que "no me hacía falta". También estoy evitando a las chicas. En estos momentos no me siento bien para socializar con nadie, ni siquiera con ellas.

Voy a la biblioteca para comenzar a planear mi portafolio y también a elegir quiénes podrían escribir una carta de recomendación. Ya tengo algunas personas en la lista y, ahora que pronto pasaré a mi último año, por fin podré avanzar en mi plan.

—Buenas tardes, Zahomy —volteo para mirar quién es y veo que es Ihan.

—Buenas tardes.

—Vine para decirte que hoy no podré asistir a la tutoría.

—¿Por qué?

—Por motivos personales, sin más. Te dejo continuar en lo que estabas.

Me da una pequeña sonrisa y se marcha. Admito que me dolió un poco su frialdad, pero fui yo quien le dijo que no era su amiga y no puedo quejarme de su comportamiento.

Se acabaron las clases y, como no tengo tutoría, puedo irme a casa temprano. Voy de camino a la salida cuando escucho que me llaman, volteo y es Lía.

—Hola, Zam.

—Hola, Lía. ¿Cómo estás?

—Bien, pero supongo que tú no —la ignoro—. Pero sabemos que no quieres hablar de eso, ya que nos has ignorado todo el día.

—Lo siento.

—Claro que lo sientes. Sabes cuánto tiempo tuve que pasar con esas dos mientras parloteaban. Por Dios, parecía que nunca se iban a callar.

Me cuenta lo que pasó en el día mientras nos reímos. Me acompaña hasta mi casa y nos quedamos hablando un rato en la calle hasta que su padre la llama.

—Gracias por acompañarme y hacerme pasar un buen rato.

—Para eso estamos, amiga. Y antes de que me vaya —saca una bolsa de la maleta mientras sonríe—. Mi padre revisó el ático y encontró esta cámara. Es algo vieja, pero como te gusta ese efecto, me dijo que te la diera. También le conté lo de la universidad, y me comentó que tiene un conocido que es amigo de un fotógrafo bastante reconocido en Vancouver y además estudió en la universidad que deseas. Entonces, si tú quieres, puede hablar con él para que se conozcan, ya que en unos meses viene por trabajo y tal vez pueda escribir una carta de recomendación.

Me quedé en shock; esto es mucha información para mí y demasiadas emociones.

—¿Y qué opinas?

—¡Me encanta la idea! —Me lanzo a abrazarla. No puedo evitar dar saltitos y darle un beso—. De verdad, gracias. Sería una gran oportunidad para mí. ¡Imagina que alguien de esa misma universidad haga una carta de recomendación para mí! Definitivamente estaría adentro, especialmente si es reconocido.

—Sí, sí, ya cálmate, querida. Entonces ve preparando algunas fotos o lo que hagan los fotógrafos para impresionar a otros fotógrafos y me estás contando.

—Dile a tu padre que muchas gracias y dale un gran abrazo de mi parte —la vuelvo a abrazar y sigo sonriendo ampliamente.

—Claro, yo se lo diré. Ahora tengo que irme; papá hizo mochis y eso no me lo pierdo.

Luego de que se fue, dormí un poco. Anoche no tuve el mejor sueño y tengo que descansar un poco para trabajar esta noche.

Son las 6 y ya estamos por abrir. Hice lo posible por tapar los moretones, pero creo que Cris lo notó. Pasan las horas y ya se acerca la hora de cerrar. La noche estuvo algo pesada y estoy más adolorida que antes.

—Te llevo a casa —Cris toma mis cosas y se dirige a la salida.

Estamos en el auto y hay un silencio incómodo. Decido romper el hielo.

—¿Estás enojado?

Suspira y luego habla.

—No contigo, estoy enojado con él. Estuviste toda la noche intentando cubrir tus moretones y que los clientes no se dieran cuenta.

—Perdón…

—¿Perdón? Tú no tienes por qué pedir perdón. Él es el que tiene que hacerlo, reclama pretendiendo que tiene el derecho. Quisiera… —detiene el auto y me mira—. No, solo me duele verlas así, Zahomy. Eres mi hermanita; son como mi familia. Me da impotencia no poder hacer nada y quedarme sentado mientras ese idiota las mata.

Me quedo en silencio mientras mis lágrimas corren por mis mejillas. Me duele verme en esta situación, ver a mamá así. Me siento culpable y me odio tanto por eso. El silencio es una tortura; quisiera gritar, pero yo misma me callo.

Luego de dar varias vueltas, llegamos a casa.

—Espera —toma algo del asiento trasero—. Toma, es bueno para los moretones y ayuda con el dolor.

Le doy un beso y salgo del auto. Al llegar a casa, simplemente me fui a dormir, esperando que todo sea mejor.

Ya estamos en julio. La verdad, estoy agotada y ha sido complicado recuperar el dinero que tomó Marcos. Aún tengo secuelas de la golpiza que me dio.

Son las 10 y ya casi salimos a receso; me siento algo mareada. No he comido nada desde ayer, con excepción de agua y una manzana. Suena el timbre, y me dirijo a las mesas del campus. Busco donde no haya tanto sol y me siento. Veo que Ihan viene hacia mí, pero al levantarme, mis fuerzas se van.

—Zahomy, ¿estás bien? Te ves pálida —Ihan se acerca preocupado.

—Sí, estoy bien, no te preocupes —me vuelvo a levantar. Me quedo de pie unos segundos y comienzo a ver todo borroso hasta que ya no veo nada.

Escucho a alguien hablar a lo lejos y comienzo a despertar.

—¿Qué sucedió? —digo confundida. La enfermera se va, y Ihan me mira aliviado.

—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?

Intento sentarme, y él me ayuda. Veo mi mano, y tengo suero. Me desmayé.

—Ya estoy mejor, gracias. Puedes irte.

—No, no me iré. Me explicas, ¿por qué no has comido en todo el día y por qué tu cuerpo está lleno de moretones?

—Eso no te importa.

—Claro que sí me importa.

—¡¿Por qué?! —grito frustrada.

—¡Porque me gustas! —al momento que lo dice, se tapa la boca y yo quedo sorprendida.




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