Promesas bajo la luna

Capítulo 10

Antes de irse, Ihan me dijo que no hiciéramos la tutoría para que pudiera descansar, así que me dirigí a casa, pero no pude dormir nada pensando en lo que había pasado.

Bajo a la cocina por un vaso de jugo cuando tocan la puerta, me dirijo hacia ella y abro.

—¡Zam! ¿Cómo estás? ¿Te duele algo? —pregunta Amaris angustiada.

—No estoy bien.

Las tres se quedan estáticas ante mi respuesta.

—¿Qué?

—¿Qué? —dice Lía—. Es la primera vez que nos dices que no estás bien sin necesidad de que te interroguemos durante 2 horas.

—Es una buena señal ¿no? —habla Celeste.

Me río y paso a la cocina para servirles jugo. Mientras lo hago, Amaris se acerca y me abraza por detrás.

—¿Te duele mucho?

—No, Cris me dio una crema y me ayudó mucho, no duele tanto y ya casi no se ve.

Me da un beso en la mejilla y me ayuda a llevar los vasos.

—Bien, cuéntanos. ¿Por qué no estás bien? ¿Y por qué se llama Ihan? —afirma Celeste mientras toma un sorbo de jugo y me observa. Lía le pega un codazo—. ¡Ey! ¿Qué pasa? Si es la verdad, yo los vi juntos.

—Sí, pero no tienes que ser tan directa —Amaris susurra para luego reír nerviosa.

Nos quedamos en silencio unos minutos y hablo.

—Me dijo que le gusto —todas me miran sorprendidas, luego Amaris y Celeste se miran y comienzan a sonreír ampliamente.

—Ay, no —dice Lía al ver que dan saltitos de emoción mientras gritan.

Cuando por fin dejaron de dar vueltas por la sala, se sentaron a mi lado y comenzó el interrogatorio.

—¿Y tú qué le dijiste? —dijeron al unísono.

—Que lo iba a pensar.

—¿Y qué has pensado? —habla Lía.

—No lo sé, pensé que ustedes me podrían ayudar, saben más de esto que yo.

—¿Te gusta Ihan?

—Tal vez… puede ser que me atraiga ¡pero solo un poquito!

—¡Espere toda mi vida para esto! —Amaris se prepara para hablar—. Es obvio que te gusta, ¿crees que no he visto las miraditas que se hacen?

—Bien, esperen, no la abrumen —habla Lía—. Cierra los ojos, piensa en él y dinos qué sientes, y sé sincera, sabes que no te vamos a juzgar, tal vez te hagamos bullying, pero no juzgar.

Me resigno. Cierro los ojos y comienzo a pensar en él. Pasan por mi mente las tutorías, pero llego a ese momento de la fiesta.

—¿No es Ihan?

—¡Lo sabía, lo dijiste mal a propósito! —grita indignado.

—Esto no es una película, IHAN, así que no te contaré mi “historia”.

—Entonces yo lo haré —me levanto rápidamente—. No, es mi turno, además, sé que lo que te cuente no lo usarás en mi contra.

—¿Cómo sabes eso? Podría chantajearte con la información que me des y hacerte la vida un infierno.

—Puede que no te conozca del todo, pero sé que no eres esa clase de persona y por eso me agradas, Zahomy.

Me siento de nuevo y él sonríe.

—Bien… —se queda pensando un rato—. En realidad, no sé por dónde empezar, pregúntame algo.

Decido seguirle la corriente.

—¿Qué te gustaba hacer de pequeño?

—Me encantaba actuar, bueno, me encanta aún —su sonrisa se desvanece y se queda callado.

—¿Y por qué no lo sigues haciendo?

—Mi mamá no me deja, pensaba que solo era un gusto de pequeño, pero cuando se dio cuenta de que no era así, comenzó a prohibirme ir a las funciones de teatro, clases e incluso va a cada una de las funciones de la escuela para que no participe. Solo repite que debo ser el heredero de la empresa, quiere controlar hasta con quién me voy a casar.

—Lo siento mucho.

—No te disculpes cuando nada es tu culpa —me mira y asiento—. Por eso tengo que estar a escondidas en las clases de teatro, pero me encantaría poder actuar en una obra y no jugar al fútbol, no por ser hombre me gusta el fútbol, ¿lo entiendes?

Se acerca mucho a mi cara y me sorprende, asiento con la cabeza y me alejo un poco.

—¿Quieres una gomita?

Me muestra un paquete de gomitas de gusanitos.

—No me gustan esas —se me queda mirando dando a entender que quiere saber por qué—. Cuando era pequeña, casi me ahogo con una de esas, tengo un trauma con eso.

—¿Entonces cuáles te gustan?

—Mis favoritas son las de sandía, comería 200 paquetes si pudiera.

—Lo tendré en cuenta —sonríe y sigue comiendo.

Al recordarlo sonrío sin darme cuenta, abro los ojos y las miro.

Mierda, creo que sí me gusta.

IHAN

Después de la escuela fui a la casa de Kai, mi mejor amigo. Es alto, de ojos negros y cabello ondulado. Es bastante alegre y carismático, forma parte del equipo de fútbol. A pesar de su encanto, nunca ha tenido novia y no es porque no quiera; de hecho, tiene muchas pretendientes, pero él solo las ignora.

—¡Ihan!

—Pero no me grites.

—¿Cómo no quieres que no te grite si llevo llamándote como 4 veces? Más bien, dime en quién tanto piensas.

—Qué tal no sea un quién sino un qué.

—Aja, desembucha o le digo a mi perro que te muerda.

—Tienes un Shih Tzu —se encoge de hombros, me preparo para decirle—. Me le declaré a Zahomy.

—¡Por fin! Casi que no, Ihan, llevabas más de un año acosándola.

—No la acosaba, solo admiraba su belleza.

—Aja, eso es acoso. Pero bueno ¡Mi amigo está enamorado! ¿Y qué te dijo?

—Que lo iba a pensar.

—Y hasta acá llegó la historia —lo miro asustado—. Es broma, solo espera, hermano, seguro que también le gustas.

—¿Y si no le gusto? —me lanza una almohada y yo le sigo mientras su perrita juega con nosotros.

Me intento relajar un poco, pero llega un mensaje a mi teléfono. Miro quién es y lo tiro al sofá.

—Zahomy me escribió —miro a Kai, y nos acercamos lentamente a recoger el teléfono. Leo el mensaje y lo vuelvo a tirar—. Quiere que nos veamos en el parque el sábado.




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