Promesas bajo la luna

Capítulo 11

—Zam, hemos caminado demasiado. Estoy cansada —dice Allison mientras me toma del brazo y me jalonea.

—Ya casi llegamos; después te compro algo —termina su drama y camina normal.

Voy al centro de la ciudad, donde habitualmente mando a arreglar mis cámaras y consigo algunas cosas para ello. El lente de la cámara que me dio Lía está algo dañado, así que necesito uno nuevo. Tengo que ir preparando el portafolio que le mostraré al fotógrafo, y no lo voy a hacer a la ligera. No quiero aparentar algo que no soy; voy a dejar plasmada mi alma en las fotos.

—Buenos días, Loren. Quería saber si de casualidad tienes el lente de esta cámara.

—Hola, Zahomy. Déjame ver —le doy la cámara, y ella la revisa detenidamente—. Vaya, esta cámara es bastante vieja. ¡Cariño, de casualidad tenemos el lente de la cámara Folding! Dame un minuto.

Asiento con la cabeza, miro a Allison y parece ansiosa. Dirijo mi mirada a lo que está observando, y es un carrito de helados.

—¿Quieres helado? —me mira con ojos de cachorro—. Ve y compra dos.

Le doy el dinero, y ella corre entusiasmada. A los minutos llega Loren.

—Lo siento, Zam. No tenemos de este modelo —la miro con tristeza; de verdad necesito ese lente—. Pero… mi esposo tiene un amigo que la puede ayudar a conseguir. De igual manera, no prometo nada.

—Por favor, de verdad es muy importante para mí conseguir ese lente. Tengo una gran oportunidad que no puedo dejar ir.

—Entiendo. Te llamaré esta tarde para ver si la conseguimos o no.

—Muchas gracias —me despido de ella y me dirijo a donde está Ali haciendo fila para comprar el helado.

—¿Lo conseguiste? —niego con la cabeza—. No te preocupes, hermanita, sé que la vas a conseguir. No sé cómo, pero tú siempre puedes.

Luego de comernos el helado, nos fuimos a casa. Tenía que hacer el almuerzo y después salir con Ihan. Solo de pensarlo me dan nervios.

Ayer fue una pesadilla mandar ese mensaje. Sentía algo en el estómago que mis amigas decían que eran mariposas. Absurdo, ¿verdad? Yo creo que me cayó mal el jugo.

—Allison Evans, no llevarás todo eso a la casa de tu amiga.

—¿Pero por qué no? —lleva dos maletas llenas de juguetes.

—Luego vas a venir diciendo que se te olvidó, se te perdió y no quiero dolores de cabeza, lleva solo una.

Con tristeza, deja una de las maletas en la mesa y se dirige a la puerta. La dejo en casa de su amiga y me dirijo al parque. Al llegar, me siento en una de las mesas; la vista es muy hermosa. Es una pequeña colina que deja ver perfectamente el atardecer y la luna asomándose.

Ya van a ser las 3. Miro a mi alrededor y veo a un chico alto vestido de negro venir hacia mí con una sonrisa en su rostro.

—Hola, Zahomy. ¿Cómo estás? —me sonríe ampliamente y se sienta al frente de mí.

—Hola, Ihan, muy bien y ¿tú? —le devuelvo la sonrisa.

—Bien, gracias por preguntar —se aclara la voz y luego habla—. ¿Querías decirme algo?

Al punto, bien. Lo miro a los ojos, y parece como si estuviera asustado.

—Sí… respecto a la confesión de la enfermería —veo cómo sus ojos se abren, yo puedo—. También me gustas, Ihan.

Se queda inmóvil unos segundos; veo cómo intenta ocultar su sonrisa y me da algo de ternura.

—Y ¿entonces?... ¿Esto va más allá del "me gustas" o se queda ahí? —veo su emoción en sus ojos, pero a la vez juega con sus manos con nerviosismos

No sentí tanta presión en toda mi vida como en este momento.

—Aún no lo sé, Ihan. Esto es nuevo para mí… No quiero que me lastimes o que yo lo haga.

—Lo que menos quiero es hacerte daño. Lo juro por el meñique —pone su mano en la mesa mostrando su meñique.

—¿No es eso de niños?

—Por lo mismo y tanto, es puro y sincero —respiro profundo y junto mi meñique con el suyo—. Te demostraré que soy digno de estar a tu lado, Zam.

—Pero esto no significa que somos novios.

—Claro que no, quiero que me conozcas y ahí sí que decidas si quieres estar conmigo —se queda pensado—. Sé que no eres de palabras así que, ¿qué tal si cuando tomes la decisión me das una gomita de gusanito, en específico la roja? Es mi favorita.

Parpadeo rápidamente sorprendida y asiento levemente.

Luego de eso, fuimos a recorrer el parque. Me llevó a una cafetería muy bonita, de hecho, donde tomé un batido de no sé qué, lo bueno es que sabía rico.

Estamos hablando a gusto cuando me entra una llamada. Miro quién es y contesto nerviosa.

—Hola, Loren, dime ¿qué pasó?

(—Hola, Zahomy, linda, lo siento mucho, pero no pudimos conseguir el lente —suspiro con tristeza y contesto.)

—Entiendo, Loren. Gracias por intentarlo. Nos vemos después.

Cuelgo el teléfono. No sé cómo conseguirlo, y en internet está carísimo. Necesito un milagro.

—¿Pasa algo? —pregunta Ihan.

—El papá de Lía me dio una cámara, pero el lente está roto y no puedo tomar fotos así. Hoy fui a conseguirla, pero no tienen para esa cámara, ya que es algo vieja. No sé qué voy a hacer.

—¿La necesitas urgente?

—Sí, el señor Kang me va a presentar a un fotógrafo que estudió en la misma universidad a la que quiero ir, y si le gusta mi trabajo, me puede dar una carta de recomendación.

—Ya veo. ¿Qué modelo de cámara es?

—Es una Folding. ¿Por qué?

Toma su teléfono y empieza a escribir. Luego de unos minutos, me pasa su teléfono mostrando una imagen.

—¿Es esa? —asiento. Sigue escribiendo mientras lo miro confundida—. Listo, lo conseguí. Vale 5 dólares.

—¿Dónde? ¿Cómo? Y ¿por qué tan rápido?

—El tío de Kai vende repuestos de distintas cosas. ¿Lo compramos?

—Claro que sí, gracias, Ihan.

Sonrío ampliamente. Tal vez mi milagro sea él.




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