Vamos de camino a mi casa, tomé algunas fotos. Mañana, antes de ir al trabajo, iré a revelarlas y luego empezaré a organizar el portafolio. La verdad, estos días los he pasado increíble. Hace mucho tiempo que no me sentía tan feliz.
En el camino, vamos hablando de los demás lugares que me gustaría visitar. Me siento muy cómoda con él; no se aburre cuando hablo mil horas sobre fotografía, aunque sé que no entiende la mitad, pero es lindo saber que le importa.
Al llegar a casa, nos quedamos en la puerta para despedirnos.
—Gracias por acompañarme. La verdad, me divertí mucho, más cuando te caíste y fingiste demencia —me reí al ver su cara de sorpresa.
—¡Oye! Es que vi algo en el piso y quería confirmar… si era lo que pensaba.
—Ajá, por supuesto, querías ver si era… —me sobresalto cuando abren la puerta. Se me baja la presión.
—Oh, hola —mamá sonríe mientras nos mira—. ¿Quién es tu amigo, Zam?
—Ah… eh… él es Ihan. Ihan, ella es mi mamá —cálmate, Zahomy, ni que lo fuera a invitar a entrar.
—Un gusto, Ihan. Soy Melanie.
—El gusto es mío —estrechan sus manos mientras sonríen.
—Bueno, gracias de nuevo. Nos vemos mañana en la escuela —voy entrando poco a poco a la casa.
—Estoy sirviendo la cena, ¿te gustaría pasar a comer?
¡MAMÁ!
—Tranquila, no es necesario… —mamá le hace una cara que hace que Ihan se ponga nervioso y cambie de opinión—. Claro, me encantaría.
Mamá sonríe y lo invita a pasar. Al entrar, Allison baja las escaleras y se detiene en seco al ver a Ihan.
Pero ¿qué karma estoy pagando?
—Eithan —dice seria.
—Buenas noches, Allison.
—Señorita Allison para ti —¿y a esta qué le picó?
—Siéntense, por favor.
Hacemos caso. Mamá termina de servir y nos disponemos a comer. Luego de unos minutos, mi madre habla.
—Y dime, Ihan, ¿qué te gusta?
Duda un poco lo que va a decir. Me mira y asiento con la cabeza.
—Me gusta actuar, tocar el violín, el piano y pasar tiempo con las personas que quiero —me mira de reojo.
—Uy, qué bien. Siempre quise aprender a tocar el piano, pero solo me alcanzaba para uno de juguete —mamá sonríe—. ¿Y ya has pensado en qué serás en el futuro?
—Em, sí, me gustaría ser actor.
Se le nota nervioso esperando la reacción y respuesta de mi madre.
—En serio, qué interesante. Me parece algo muy bonito, cómo logran transmitir las emociones. ¿De teatro o televisión?
Lo miro y veo sus ojos brillantes. Revelan tristeza, pero a la vez felicidad. No sé cómo explicar la emoción que transmite.
—Te… teatro —su voz se oye temblorosa. Mamá lo mira angustiada mientras una pequeña lágrima se desliza por su mejilla. Se limpia con rapidez y aclara su voz—. Lo siento.
—Oh, cariño, ¿dije algo malo? Lo lamento.
—No, para nada. Solo que… es la primera vez que alguien se interesa por mis sueños.
…
Lo observé y se veía tan frágil. No me puse a pensar en lo que podría estar pasando en su vida. Simplemente se veía tan alegre que no pensé que estuviera tan melancólico, pero es cierto, yo también lo hago.
Sonreír es mi único escudo.
—¡Suficiente! Paremos de llorar porque nos salen arrugas. ¿Quieres arrugas, Ihan? —dice mi hermana levantándose de la mesa.
—No —suelta una carcajada.
—Come, que se enfría. ¿Te gusta la torta de plátano?
Ihan asiente con la cabeza y seguimos comiendo.
Después de una hora de charlas y risas, Ihan ya se va.
—Fue un gusto conocerte, Ihan. Espero verte más seguido —mamá lo abraza.
—También fue un gusto —estrechan la mano—. Tú y yo hablaremos después —mi hermana lo mira seria y de manera “intimidante”.
Nos dirigimos a la puerta para despedirnos.
—Gracias por la cena y el postre —agradece Ihan con una sonrisa.
—Espero te haya gustado y disculpa a mi hermana, no sé qué le pasa.
—No te preocupes, es bastante tierna y tu mamá es muy amable. La pasé muy bien, gracias, Zam.
—Bueno, vete. Ya es tarde y te puede pasar algo —me da la mano para despedirse, pero yo lo jalo y lo abrazo. Se sorprende, pero luego lo corresponde—. Gracias, de verdad.
Nos separamos y nos quedamos mirándonos por unos segundos.
—Ah, y por cierto, cuando tengas nuestra foto, me la pasas para sacarle una copia. Quiero tenerla yo también.
Asiento con la cabeza. Se marcha y se sigue despidiendo a lo largo del camino hasta que ya no se ve. Qué tierno.
Entro a la casa y me dirijo a la cocina, donde mi madre está lavando los platos.
—Deja, yo lo hago, mamá —la aparto y comienzo a lavarlos.
—¿Así que es él? —la miro con duda—. El chico del que Amaris hablaba, que dijiste que no sabías qué hacer.
—Sí, es él.
—Pero mira cómo te brillan los ojos cuando piensas en él.
—¡Mamá! —puedo sentir cómo mis mejillas se calientan.
—Aww, te pusiste roja. Mi hija está enamorada —comienza a molestarme y lo único que hago es reírme.
¿Enamorada?
Es jueves y ya me estoy dirigiendo a la escuela. Esa noche vimos una película y luego nos dormimos ya que mamá tenía que trabajar.
—Señorita Evans —volteo y es la profesora Olivia de matemáticas—. ¿Podrías ir a sacar unas 40 copias antes de la clase?
Asiento y me dirijo a la biblioteca.
—Buenos días, señora Inés. La profesora Olivia dijo que si le podría sacar 40 copias —la señora me mira mal y me arrebata la hoja.
Espero paciente mientras le pone más hojas a la impresora.
—Tanto papel, tanto papel. Más te vale que sirvas, impresora —dice la anciana enojada.
—¡Zahomy! ¡Zahomy! —volteo y veo cómo Ihan corre hacia mí—. Zahomy, por fin te encuentro.
Se recarga en la mesa mientras se sujeta el pecho cansado.
—Pero qué mal físico tengo. No corrí nada y ya siento que me voy a morir.
—¿Pero qué pasó? ¿Por qué vienes corriendo y gritando?
—Ah, sí. Zam, a que no adivinas qué pasó —parpadeo varias veces esperando que me diga—. ¡Entré a teatro! El profesor me llamó hoy y me dijo que me esperaba mañana en la tarde para empezar con la última obra del año.
Editado: 15.01.2025