Promesas bajo la luna

Capítulo 15

—Me duele la espalda y los pies —me dispongo a sentarme por primera vez en la noche.

—Siento que me voy a morir —dice mi compañera Sophie—. Todo sea por el dinero.

—Amén —decimos al unísono Cris, Ámbar y yo. Los cuatro somos los meseros en el turno de noche, el cual es el más pesado de todos.

—Bueno, mis muchachos, hoy fue un día ajetreado y bastante difícil, pero lo hicieron increíble —nos felicita Emma, la dueña del restaurante, con gran entusiasmo.

—Si a increíble te refieres a que ya no siento mis pies, sí, nos fue increíble —habla Sophie señalando sus pies con una cara de "dolor extremo".

—Hablando de increíble, ¿cómo vas con tus fotos, Cuchillo? —pregunta Ámbar.

Para dar contexto, cada uno tiene un apodo relacionado con el restaurante. Cris es Esponjilla ya que, aunque tenga un aspecto musculoso, su personalidad es suave y esponjosa.

Ámbar es Taza Caliente y claro es porque es muy “cálida”. Sophie es Cuchara debido a que siempre que tiene la oportunidad mete la cucharada donde no debe.

Y yo Chuchillo supuestamente porque soy filosa.

—Ya tengo algunas, pero me hacen falta más —respondo.

—Cualquier cosa me dices y te doy permiso para que vayas y tomes más fotos —indica Emma.

—Gracias, Emma.

—Bueno, yo creo que ya deberíamos irnos —dice Cris levantándose de la silla.

Asiento con la cabeza, me levanto y nos dirigimos a la salida.

Estoy a punto de entrar al auto cuando me entra una llamada y me detengo.

—Hola, Ihan —sonrío.

(—Zam… —mi sonrisa se borra al escuchar su voz y respiración quebrada.)

—Ihan, ¿qué pasa?

(—Zam, te necesito…)

—¿Dónde estás? Estoy saliendo —me manda la dirección y cuelga sin más—. Cris, ¿me puedes llevar a esta dirección, por favor?

Sin dudarlo ni preguntar, asiente con la cabeza, me subo al carro y se pone en marcha.

Después de unos minutos llegamos a la dirección.

—¿Te espero? —pregunta Christopher al estacionar.

—No, tranquilo —nos miramos unos segundos y asiente.

—Bien, abrígate y me avisas apenas llegues a la casa, iré a ver cómo está Allison.

—Gracias, Esponjita —le doy un abrazo y salgo del auto.

Me acerco a la puerta y, con nervios, toco el timbre. Al abrir, aparece una mujer de cabello bastante corto, de ojos grises iguales que los de Ihan; es hermosa.

—Hola —me da una sonrisa.

—Hola, ¿está Ihan?

—¿Tú eres Zam? —asiento—. Mucho gusto, soy Ámbar, la tía de Ihan.

Con razón.

—El gusto es mío —estrecho su mano y sonreímos.

—Pasa, linda, él está en la primera habitación del segundo piso.

—Gracias.

Subo las escaleras con el corazón acelerado, sintiendo una mezcla de preocupación y curiosidad.

Llego al segundo piso y me detengo frente a la puerta entreabierta. Golpeo suavemente y, al no obtener respuesta, empujo la puerta lentamente.

—Ihan, ¿puedo pasar? —pregunto, aunque ya estoy dentro de la habitación.

La escena que encuentro me deja sin palabras. Ihan está sentado en la mitad de la cama, acurrucado. Parece abatido.

—Ihan, ¿qué te pasa? —me acerco y me siento a su lado, poniendo una mano en su espalda para consolarlo. Al momento se da la vuelta y me abraza con fuerza. Tardo unos segundos y le devuelvo el abrazo.

Después de unos minutos nos separamos, se limpia las lágrimas y me sonríe.

—Gracias por venir —sus ojos grises acompañados con las lágrimas parecen una tormenta.

Aquella tormenta que destruye, pero a la vez se ve magnífica.

—¿Qué pasa? —tomo su barbilla haciendo que me mire.

—Tuve una gran pelea con mi madre —desvía su mirada—. Pero no quiero hablar de eso.

Hablamos por dos horas hasta que se quedó dormido. Le di un beso en la frente y lo arropé bien.

Al bajar, veo a su tía en la cocina, se percata de que estoy ahí y se acerca a mí.

—Ya se durmió. Creo que ya es tarde, debería irme. Buenas noches.

—Espera, ¿cómo crees que te voy a dejar ir sola? Dame unos minutos, saco el auto.

Acepto, además está lloviznando.

Ya estamos saliendo del vecindario, le baja a la radio y habla.

—¿Quieres estar con él de verdad? —no pensé que preguntaría eso, que directa.

—S… sí —tartamudeo.

—Mira, Zahomy, te seré sincera, será complicado estar con él. ¿Has oído hablar de su madre? —afirmo, no sé, pero mi corazón está acelerado e inquieto—. Pues esa señora está loca, literalmente es una narcisista sin remedio. El caso es que sé que intentará hacer algo para que se separen y amenazarte.

Me sorprendo al escuchar lo último. Al ver mi reacción, se aclara la voz.

—Perdón, no quise asustarte. A lo que quiero llegar es que, sin importar lo que haga, no se rindan —se estaciona enfrente de mi casa—. Si te llega a llamar o hacer algo, no dudes en llamarme. Ya ha sufrido mucho, solo son unos adolescentes intentando sobrevivir a este mundo cruel.

—No quiero causarle problemas.

—Tranquila, soy de las mejores abogadas que podrás conocer —me guiña el ojo.

Me despido y me adentro en la casa. Ali ya está durmiendo. Al llegar a mi cuarto, tomo mi teléfono y le escribo a Cris.

La última vez que me dijo que le escribiera cuando llegara y no lo hice, llegó a mi casa a las 3 a.m. preocupado de que me hubiera pasado algo.

Fue la primera vez que lo vi enfadado conmigo.

Ya es lunes y estamos en clase de geografía, no he visto a Ihan en toda la mañana, tampoco me hablo todo el fin de semana, me pregunto si estará bien.

Al tocar el timbre, salgo con Lía para encontrarnos con las demás.

Cuando llegamos a la cafetería, veo a Amaris y Celeste en nuestra mesa habitual. Me acerco y tomo asiento, notando la ausencia de Ihan.

Pasa el día y no tengo ninguna respuesta de su parte, decido ir a ver la pizarra de noticias de teatro y ahí está.

Ihan Miller: Alejandro.

Sonrió al ver que gano el protagónico, pero no está acá para verlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.