Promesas bajo la luna

Capítulo 16

—Ey, Zahomy —me empuja levemente—. ¿Estás bien? Te veo muy distraída hoy.

—Sí, lo siento, Cris. ¿Qué me decías?

—Que llegaron clientes. ¿Puedes ir a atenderlos?

Asiento ligeramente y me dirijo a la mesa. Tengo que concentrarme, no es el momento, Zahomy.

Atiendo a los clientes como habitualmente lo hago. Después de horas de un lado a otro, ya estamos por cerrar.

—Yo limpio las mesas mientras tú barres, ¿sí? —le digo a Cris.

Después de unos minutos, se acerca y me pregunta en voz baja.

—¿Segura que estás bien o algo pasa? —me mira preocupado.

—No es nada, solo es pasajero.

—Bien, ¿quieres algo de comer después de salir? —sonrío y él me da un beso en la frente antes de continuar con lo que estaba haciendo.

Miro mi teléfono y son las 11 en punto. Tomo mis cosas y me dirijo al estacionamiento junto a Cris. Al llegar al auto, escucho cómo a lo lejos dicen mi nombre. Volteo y veo cómo un chico alto y castaño viene en mi dirección.

Ihan.

Una mezcla de emoción, alivio, enojo y preocupación aparece en mí. Se para frente a mí y lo primero que hago es darle un pequeño golpe en el estómago.

—¿Dónde diablos estabas, Ihan? Te llamé y no contestabas… pensé que te había pasado algo —esto último lo digo en voz baja.

—Lo lamento —me da un abrazo y le correspondo, pero luego me acuerdo quién está observando toda la escena.

Me separo y volteo mi cabeza en dirección a donde está el chico cruzado de brazos, observándonos con cara de "¿Quién es este?"

Me aclaro la voz.

—Em… Ihan, te presento a Christopher —se acerca de manera imponente y estira su mano.

—Mucho gusto —Ihan se presenta, algo nervioso. Sonríe.

—Lo sé —habla seriamente. Veo cómo aprieta un poco más su agarre y decido separarlos.

—Bien, ya se conocieron —digo mientras río nerviosa.

—¿Puedo llevarla a su casa? —le dice a Cris y él me mira.

—Am, Cris me invito a comer y pues… —lo miro nerviosa.

—Cuando llegues a casa me avisas, luego tendremos tiempo de salir princesa —me da el beso en la frente y se dirige a Ihan—. Nos vemos, cuídala.

Le da un leve golpe en el hombro y se marcha. Caminamos por tres minutos y por fin habla.

—Lo siento por no contestar… surgieron problemas.

—¿Quieres hablar de ello?

—Mi madre me rompió el teléfono… hoy fui al hospital y se puso a discutir con mi padre. Intenté intervenir, pero se alteró más y...

Veo que se pone ansioso y lo detengo. Tomo su mano y caminamos hasta mi casa en silencio. Al llegar, me invita a salir mañana en la tarde, a lo que yo acepto.

Ya va a ser la hora de la cita. Me puse un vestido de flores con una pequeña abertura en la pierna y mis hombros descubiertos. Al hablar con mamá por teléfono me obligó a ponérmelo para esta ocasión. Estoy por terminar cuando escucho el timbre.

Bajo rápido y abro la puerta.

—Hola, Zam —sonríe ampliamente mientras sostiene un ramo grande de flores—. No sabía qué flores eran tus favoritas, así que traje una de cada flor que vi.

—Por Dios, Ihan, están preciosas —me lo da y hay una variedad de tipos de flores—. Gracias. Y mis flores favoritas son las peonias.

—Lo tendré en cuenta. ¿Vamos?

Dejo las flores en agua y salimos. Antes de llegar al auto, veo cómo corre a abrir la puerta del copiloto.

—Gracias —digo al subir al carro. Esto es tan nuevo y a la vez tan lindo. Parece un sueño.

Mientras llegábamos a la plaza, escuchamos algo de música. Nos bajamos y nos dirigimos a la heladería.

—¿De qué sabor lo quieres?

Pedimos los helados y comenzamos a dar vueltas por la plaza mientras comíamos.

—¿Quieres un poco? —me ofrece de su helado de chicle. Lo pienso un poco y luego acepto.

—¡Hum! Está rico, jamás lo había probado.

—¿Cómo es posible que jamás hayas probado el helado de chicle?

—La verdad no sé, siempre compro el mismo —se ríe y seguimos caminando.

—De ahora en adelante probaras mas cosas conmigo —me guiña el ojo. Que coqueto.

Se detiene, me observa a mí y a mi helado.

—¿Me quieres dar de tu helado?

—No.

Se indigna.

—Pero si yo te di del mío. Dame un poco.

—¿O qué?

Mira mi helado y luego a mí. Al momento, capto y salgo corriendo. Me alcanza y me quita el helado, come un poco y luego me lo da.

Al arrebatárselo, comenzamos a reír para luego comérmelo de manera rápida para que no me lo quite.

Estábamos caminando cuando me detengo en seco al verlo a lo lejos. Mi respiración se detiene, no me puedo mover. Tomo una bocanada de aire para tranquilizarme un poco. Reacciono cuando Ihan se para en frente.

—Zam, ¿estás bien?

—Sácame de aquí… por favor —es lo único que sale de mi boca. Me toma de la mano y salimos corriendo al parque. Nos detenemos en el mirador del río.

—Oye, ¿qué pasa? —me sujeta la cara, haciendo que lo mire. Mis ojos se nublan y lo único que hago es abrazarlo. En ese momento encuentro en sus brazos el refugio de mis penas.

Después de unos minutos del intenso abrazo, me separo. Dirijo mi mirada al río, que fluye serenamente bajo el cielo azul. Me pregunto qué se sentiría estar sumergido en sus aguas, dejando que su calma me envuelva y arrastre mis pensamientos.

Decido hablar.

—Solo vi un monstruo, aunque ya crecí aun le tengo miedo.

—Zam…

Me abraza de nuevo.

No sé por qué sigo llamándolo así... Me pregunto constantemente qué hice mal. ¿Qué hizo mi madre para merecer encontrarse con alguien así? Ella es tan noble, tan amable, tan feliz... Saben cuántas veces he imaginado llegar a casa y encontrarla llena de policías, ver cómo sacan un cuerpo sin vida en una camilla, cubierto de sangre. Me acerco, temblando, y veo que es ella... mamá.

Mis lágrimas comienzan a brotar sin control, y mi mandíbula se tensa, reflejando el dolor insoportable que siento en mi interior.

Dirijo mi mirada a Ihan, quien me mira con rabia mientras sus ojos se ponen vidriosos. Sujeta mi cabeza levemente contra su pecho y habla.




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