Ya es domingo y me estoy alistando para ir a la reunión con la tía de Ihan. Quiero creer que tenemos alguna esperanza de que todo esto tenga una solución.
—¡Zalomi, ya llegó Ihan! —grita Allison. Arrugo lo ojos al escuchar cómo me llama.
—Bien, cualquier cosa me llamas y pórtate bien, no le des problemas a la vecina.
—¿Yo, problemas? —la miro con ironía—. Bien, bien, me portaré bien. Ahora ve, no lo dejes esperando.
—Nos vemos, Alson —le saco la lengua y salgo de la casa.
Ihan me está esperando apoyado contra el auto; al verme, sonríe y abre los brazos. Me apresuro un poco para llegar a abrazarlo.
—Cuánto te extrañé, poupée.
—Pero si nos vimos ayer —me separo.
—Por eso, demasiado tiempo —me abraza de nuevo. Después de un rato, sale Allison y nos regaña porque llegaremos tarde.
Al llegar, veo un pequeño edificio. Entro y la decoración es bastante linda y tranquila, estilo minimalista.
—¡Pastelito! —baja por las escaleras y abraza con fuerza a su sobrino—. Hola, linda —me abraza. Nos indica que la sigamos.
Al entrar, nos sirve agua. Saco algo de mi maleta y se lo entrego.
—No es mucho, pero no quería venir con las manos vacías.
—Oh, ¿pero qué dices? —abre la bolsa y huele el contenido—. Es pastel de manzana, mi favorito. Gracias, linda.
Lo deja en un mini refrigerador y se sienta en su escritorio.
—Bueno, corazones, es hora de trabajar. Cuéntame.
Me quedo en silencio, no sé cómo empezar, jamás había hablado de esto con alguien.
—Si quieres, me puedo salir —dice Ihan. Se pone de pie, pero sujeto su mano antes de que se vaya. Lo miro y el se vuelve a sentar, sujetando mi mano.
—Hace unos años, mi padre empezó a golpear a mi mamá. Al principio, era solo una cachetada, pero con el tiempo fue empeorando. Ahora llega al punto de dejarla inconsciente. Yo... yo no podía hacer mucho, solo era una niña, y él es mucho más alto, mucho más fuerte que yo. Me encerraba en mi cuarto, abrazando a mi hermana, tratando de ahogar sus sollozos con mis manos mientras escuchaba los gritos de mi madre desde el otro lado de la puerta —suspiro, la voz se me quiebra por la memoria—. Lo denunciamos varias veces, pero no pasó nada. Era como si el mundo estuviera sordo a nuestro dolor. Y cada vez que lo hacíamos, las cosas empeoraban. Rompía todo a su paso, nos golpeaba con más fuerza, demostrando como amenaza lo que podía hacer… Nos rendimos, porque seguir luchando solo nos traía más dolor.
Las lágrimas empiezan a caer, no de tristeza, sino de una furia contenida que quema por dentro. Ámbar se levanta en silencio, me ofrece un pañuelo, mientras todo este tiempo he mantenido mi mano aferrada a la de Ihan, buscando un ancla en medio del caos de mis recuerdos.
—Intentamos escapar, pero no teníamos adónde ir. Mis abuelos... murieron, y sin importar a dónde fuéramos, él siempre nos encontraba —saco unas fotos arrugadas de mi maleta; mis manos temblaban mientras se las entregaba—. Una vez lo seguí, desesperada por entender, y lo vi con este hombre. Investigué quién era... y descubrí por qué nunca le hacían nada. Tenía a alguien poderoso protegiéndolo.
Al ver las fotos, veo su cara de sorpresa; me mira asustada y corre a decirle algo a sus empleados. Al regresar, carga una caja y la pone sobre la mesa, comienza a buscar algo mientras la miro confundida.
—Cariño, voy a salir a comprar algo —me da un beso en la frente y se va. Al irse, veo cómo aprieta sus puños y sus venas se marcan. Está enojado.
—Bingo, sabía que lo había visto en alguna parte —me muestra unas fotos donde aparece el hombre—. Él es James Donovan, un empresario poderoso que ha escalado rápidamente en los últimos años. Hace un tiempo, llevé un caso en su contra, una mujer juraba que él había asesinado a su esposo. Teníamos pruebas, suficientes para hundir a cualquiera... pero él ganó. Se salió con la suya. Ahora, lo están investigando por lavado de dinero. Esto podría ser nuestra única oportunidad. Si tu padre está involucrado... podría pasar el resto de su vida en la cárcel.
Una brisa fría me recorrió, haciéndome imaginar, por un momento, cómo sería si realmente lo encarcelaran. Si nuestro calvario terminara de una vez por todas. Pero en ese mismo instante, un torbellino de emociones me envolvió, alegría, paz... y una tristeza tan profunda que me ahogaba. ¿Y si, después de todo, ni siquiera la justicia nos devolviera la tranquilidad?
Antes de irme, le pedí un último favor.
—Ámbar, ¿podría pedirte un favor?
—Claro, corazón, dime.
—¿Podrías averiguar si la casa en la que vivimos está a su nombre? —le paso la dirección—. La verdad dudo que mi abuela le haya dejado la casa a él.
La toma y asiente. Me despido y me dirijo a la salida donde Ihan me espera sentado en la acera.
—Amor, ¿estás bien? —me siento a su lado.
—Lo siento por dejarte sola, es que necesitaba calmarme —tomo su cara en mis manos y lo miro a los ojos.
—Ya ¿estás mejor, pastelito? —digo en tono juguetón.
Se ríe y me abraza. Luego de eso, nos dirigimos a una cafetería cercana. La mezcla de emociones me abrió el apetito.
Ihan abre la puerta del auto, pero antes de entrar, recibe una llamada.
—Poupée, ¿podrías pedir por mí? —me da un beso en la frente—. En un momento entro.
Asiento y camino hacia el lugar. Está un poco lleno, pero logro acercarme al mostrador y pido unos deliciosos pasteles de fresa y un batido de mango. Ihan ama el mango.
Me siento a esperar el pedido mientras lo observa. Su cabello castaño brilla bajo la luz, y se ve increíble de blanco… bueno, en todos los colores.
Dios, qué enamorada estoy de este hombre.
Cuando Ihan entra, algunas chicas lo miran y comienzan a murmurar.
—Qué lindo es.
—Mira esos músculos.
—Es totalmente mi tipo…
Diría que no estoy celosa, pero… ¡él es mi hombre! Creo que le pondré una bolsa en la cabeza para que nadie más lo vea, excepto yo.
Editado: 05.06.2025