Ya han pasado casi cuatro semanas. Entre fisioterapia, consultas médicas y sesiones de terapia psicológica, los días se nos han escapado entre dedos ansiosos. Ha sido un poco complicado... La pobre ha estado apagada, como si una nube gris se hubiera instalado sobre su corazón. Aunque intentamos distraerla, verla en la silla de ruedas me rompe por dentro, siento que limita su libertad y su sonrisa.
—Poupée, ¿estás bien? Te noto distante —la voz suave de Ihan me saca de mis pensamientos, devolviéndome al presente. Íbamos camino a casa de su tía, quien tenía noticias del caso de aquel hombre que no dejaba de rondar nuestra mente.
—Pensaba en Amaris. Aunque se esfuerza en mostrarse fuerte, sé que por dentro está rota... y eso me duele. Y mañana es año nuevo… —miro hacia la ventana; los árboles pasan rápido, desenfocados, como mis pensamientos, que van y vienen sin encontrar un puerto donde quedarse.
—¿Qué te parece si armamos algo especial mañana para que se sienta mejor? —Ihan me toma de la mano con ternura, haciendo latir mi corazón más rápido—. Podríamos hacer una cena, invitar a las chicas, a sus familias, demostrarle que no está sola, creo que sería una buena idea. Además, me gustaría pasar contigo año nuevo y verte feliz.
Me sonríe y luego vuelve a mirar el camino, no dejando de sujetar mi mano.
Al ver sus ojos llenos de luz y calidez, y por un instante el peso de mis preocupaciones se desvanece. Me siento tan afortunada de tenerlo a mi lado, tan profundamente enamorada... Con él, todo parece tener un poco más de color, incluso los días más grises.
Al llegar, bajamos del auto y nos dirigimos a la casa.
—¡Primo! —un niño corre a sus brazos, e Ihan lo alza dándole algunas vueltas.
Según lo que me había cotando Ihan, el niño es adoptado, dijo que la madre lo había abandonado en el orfanato apenas unos meses de nacido. Pobre, pero me alegra que alguien como Ámbar lo hubiera adoptado.
—¿Cómo estás, campeón?
—Muy bien, hoy estuve estimulando mis procesos cognitivos, me divertí mucho —sonrío al ver la cara de Ihan; al parecer, alguien no puso atención en la clase de psicología—. ¿Ella es tu novia?
—Mucho gusto, me llamo Zahomy.
—Yo me llamo Luan —el niño acerca su cara a la mía—. Oh, eres muy linda.
—Ey, ¿me quieres robar a mi novia?
—Tal vez ella me prefiera a mí, soy un chocolate muy lindo.
Me empiezo a reír, es una escena muy graciosa y tierna.
—Así que aquí estabas —Ámbar llega, y el niño abre los brazos para que su madre lo cargue—. Ve a jugar, cariño, luego vamos por un helado.
El niño asiente alegre y se va a jugar, nos dirigimos a su oficina. Se sienta en su silla y me mira.
—Dime que son buenas noticias —digo, preocupada.
—Tranquila, tuve que hacer algunas maromas, pero conseguí la copia del testamento de tu abuela —me entrega una carpeta—. El idiota ni se tomó el tiempo de cambiarlo.
Respiro hondo, intentando controlar la sacudida en mi pecho. Con manos temblorosas, abriendo la carpeta, y el papel cruje bajo mis dedos, el mismo sonido que hacía mi corazón cada vez que pensaba en ella. Mi abuela... Su letra, cuidadosa y familiar, me transporta a otro tiempo, recordándome cuánto la extraña.
"Mi querida niña,
Si estás leyendo esto, ya no estoy a tu lado, pero por favor, no llores. Mi amor seguirá contigo en cada paso, en cada sonrisa que captura. ¿Recuerdas esa primera cámara que te regalé? La que iluminó tus ojos con tanta alegría... Quiero que sigas capturando todo lo bello en este mundo, aunque a veces parezca que todo está mal, que nada ni nadie te robe la magia de ver el mundo con esos ojos que siempre ven lo bueno, lo luminoso, incluso en los rincones más tristes."
Las lágrimas comienzan a quemar mis ojos, pero me obliga a seguir. Cada palabra es una mezcla de amor y dolor, como un abrazo que ya no puedo devolver.
"Te dejo la casa, nuestro refugio, donde crecimos juntas, donde compartimos risas, silencios y abrazos interminables. Sé que cuidarás de ella como lo hiciste conmigo. Es tuya, porque es donde siempre encontrarás un pedazo de mí. A tu madre, mi Querida nuera, le dejo tres millones de dólares. Nunca podré agradecerle lo suficiente por haber sido esa roca en medio de las tormentas, por ser la madre que tú y Allison merecen”
Mi corazón se detiene por un segundo. Las lágrimas ya no piden permiso y caen pesadas, mientras mis ojos se deslizan por las líneas siguientes.
"A ti, mi niño, mi hijo… no te dejo nada. No porque no te haya amado, sino porque no supe protegerlas de ti. Es mi mayor dolor y mi más profunda disculpa. No pude evitar que te convirtieras en el hombre que eres, ni que les hicieras tanto daño a ellas, mi verdadera familia, a quienes debí defender mejor, les dejo mi legado, porque el tuyo es aprender de tus errores, tu padre estría muy decepcionado por todo lo que has hecho y por lo que vas a hacer. Por favor, mi niña, no dejes que el odio o el rencor apaguen tu luz, eres más fuerte de lo que crees, y aunque me falten palabras, mi amor por ti es eterno. Sigue capturando lo bello, incluso cuando te cueste verlo, porque tú eres una de las cosas más bellas que he visto en mi vida. Cuida de tu madre, cuida de Allison, y nunca olvides que siempre estará contigo."
Mi pecho se siente aplastado, como si el peso de sus palabras me hundiera en un mar de emociones que no sé cómo procesar. La tristeza, la culpa, la rabia, todo se mezcla en una tormenta dentro de mí. Y, aun así, en medio de todo, su amor sigue brillando, como un faro en la oscuridad.
Por un momento me siento mareada y me tambaleo, pero me han sujetado y me abraza. Me aferro a él y dejo que mis emociones fluyan. Puedo escuchar cuando su tía se marcha y nos deja a solas.
Después de media hora logro calmarme y recobrar la compostura.
—¿Puede guardarlo por mí? —ella asiente—. ¿Hay alguna otra novedad?
Editado: 19.06.2025