Promesas bajo la luna

Capítulo 31

IHAN

Al escuchar que Marcos se había escapado, el mundo se detuvo por un instante, y luego explotó en mi pecho. Sin pensarlo, salí corriendo de la casa. Mi corazón latía tan rápido que parecía una bomba mientras le marcaba a Zahomy una y otra vez, pero el silencio en la línea producía un vacío en el estómago. Con cada tono que no respondía, la angustia se apoderaba de mí, dándome fuerzas para correr más rápido, ignorando el ardor en mis pulmones.

Cuando llegué, las luces rojas y azules de las patrullas y la ambulancia me golpearon como un mazo. Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies.

—Dios, por favor, que ella esté bien —murmuré, una súplica desesperada que ni siquiera sabía si alguien escuchaba.

Intenté pasar entre la multitud, pero los policías me bloquearon.

—¡Zahomy! —grité con todas mis fuerzas, mi voz rota y desesperada.

—Aquí no hay nadie —deje de forcejear cuando uno de los policías hablo.

El aire se tornó más pesado. No había lógica en esas palabras. Quise protestar, exigir explicaciones, pero el chirrido de las llantas contra el asfalto me interrumpió. Un auto frenó de manera abrupta, mal estacionado en la entrada.

Christopher descendió de golpe, su expresión desbordaba desesperación. Avanzó con pasos rápidos, su mirada frenética recorriendo lo que se veía de la casa.

—¿Dónde está mi hermana? —exigió saber, en su voz se escuchaba angustia.

—La casa está vacía —dijo con tono severo—. Pero hemos encontrado rastros de sangre y señales de una pelea. Ya enviamos patrullas por la zona para dar con su paradero.

Me quedé paralizado, viendo cómo Christopher se agarraba la cabeza con desesperación. Parpadeé, sacudiendo la conmoción, y negué con fuerza.

¡Reacciona! Este no es el momento para titubear.

Tomé al pelinegro por el hombro con firmeza.

—Yo iré por la derecha y tú por la izquierda —ordené, mi voz más decidida de lo que me sentía por dentro—. Cualquier cosa, nos llamamos.

Christopher asintió sin protestar. No había tiempo para dudas. Salimos corriendo, cada uno tomando su dirección sin mirar atrás.

No puedo quedarme esperando a que “hagan su trabajo”. No han hecho una maldita mierda en años.

Comencé a correr, impulsado únicamente por la esperanza y el miedo desgarrador de que aún estaría a tiempo.

Me dirijo al parque el cual estaba oscuro, casi silencioso, excepto por mis pasos y mi voz quebrada gritando su nombre una y otra vez, anhelando su voz.

—¡Zahomy! ¡Zahomy! —cada silencio era un peso más.

Me detuve al escuchar unos ladridos a lo lejos. Giré hacia el largo sendero que conducía al río, aquel que nos trajo felicidad y momentos llenos de amor, y la vi. Zahomy… su padre la sostenía del cuello, tome mi teléfono mientras corría y llame a Christopher avisando donde estaba.

A la mitad del camino veo como la sujeta de las piernas y como pluma la lanza al frio rio.

—¡No! —un grito ahogado salió, como si mi voz no quisiera creer lo que mis ojos estaban viendo—. ¡Zahomy! —un grito desgarrador brotó de mi pecho, como si mi alma se rompiera en pedazos en ese mismo instante.

Corrí como nunca antes, con las piernas temblorosas y el corazón desbocado. Cada paso parecía alargar el camino infinitamente, como una pesadilla en la que no podía llegar a tiempo.

Al llegar empujo al maldito a un lado, en estos momentos no me importa si lo atrapan o no.

A mi solo me importa ella.

Y sin pensarlo 2 veces, me lanzo al rio. Al tocar el agua, siento un frio horrible en mi piel, aumentando mi ansiedad.

No veo nada, todo está oscuro, con desesperación comienzo a buscarla.

Si alguien me escucha allá arriba, ayuda… abuelita, te lo pido, no la dejes morir.

De repente, como un milagro, un rayo rasga el cielo y la oscuridad se disipa por un instante. Entonces la veo. Mi corazón salta en un torbellino de alivio y terror. Ella está ahí, inmóvil, hundiéndose lentamente como si el agua la reclamara para siempre. Con el poco aire y fuerzas que me quedan, nado con todas mis ganas hacia ella. Otro rayo ilumina la escena, y esta vez veo su mano extendida, inerte, como si esperara la mía.

La sujeto con desesperación, como si soltarla significara el fin de todo. Mi cuerpo arde mientras lucho contra la corriente, el frío y el peso de su cuerpo inconsciente. Mis músculos claman por descanso, pero no puedo detenerme. No voy a detenerme.

Cuando finalmente alcanzo la superficie, tomo una bocanada de aire tan grande que siento que mis pulmones van a estallar. Las lágrimas y el agua se mezclan en mi rostro mientras hablo entre jadeos.

—Ma poupée, résiste, s'il te plaît...

Con esfuerzo, arrastro su cuerpo hasta unas pequeñas escaleras cercanas. Cada paso es un suplicio, cada segundo parece eterno. Al llegar arriba, la dejo con cuidado sobre el piso y me arrodillo junto a ella.

De reojo veo como una pareja esta pasando y con solo una mirada toman su teléfono llamando a una ambulancia.

—¡Zahomy! ¡No! Por favor, mi amor, no te vayas… resiste… resiste por mí —susurro, casi rogando, mientras comienzo a hacerle RCP.

Presiono su pecho con fuerza, contando cada compresión con precisión y pánico. Mis lágrimas caen sobre su rostro pálido.

—¡Por favor! No nos puedes dejar así. Tienes tanto por vivir... quiero verte triunfar, quiero envejecer contigo, quiero... Dios, no me hagas esto...

Me inclino y le doy respiración boca a boca, mi corazón desgarrado con cada segundo que pasa sin que reaccione. Lloro como nunca antes, mis sollozos mezclados con gritos desesperados.

—Te amo demasiado, Zam. No puedo imaginar un mundo sin ti. Si alguien allá arriba me escucha, quítenme la vida a mí, pero no a ella. ¡Por favor, devuélvanmela!

De repente, Zahomy expulsa agua con un espasmo violento. Mi corazón late con fuerza, pero ella sigue inconsciente.

—Zahomy, por favor, no me dejes. ¡Te lo ruego, despierta!




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