Promesas de invierno

Capítulo 1

Howell

-Maldita línea de mierda.

El aire frío golpeaba levemente los árboles, el invierno llegaba, estábamos a inicios de Diciembre. La ciudad de Boston se comenzaba a pintar de un color blanco por la escasa nieve que caía del cielo. Por suerte, un lugar acogedor y caliente era lo único que se necesitaba.

Estaba sentado en una mesa solitaria a lado de una ventana, dejando mostrar el pequeño paisaje que nos podían dar las calles transitadas.

Recientemente había terminado con mi novia, Rachel. Para ser sinceros, era guapa, pero algo hizo que me aburriera de ella. En todas las relaciones que he tenido desde los quince años, ninguna me hacía sentir "bien", ese algo que te hace querer amar por la eternidad a esa persona. O al menos, eso me decían mis amigos, pues a mi se me hace cursi.

La noche anterior que terminé con Rachel, no paró de llamar y mandar mensajes en todos lados, causando que la bloqueará, la gente insistente me da ganas de vomitar.

Para despejar mi mente un rato de lo tediosa que era, decidí venir a una cafetería en Charles Street. Era el único espacio donde podía estar horas y horas y nunca me cansaría (Claro, sin contar mi departamento) aunque estaba logrando todo lo contrario, quería practicar un nuevo tatuaje que surgió mientras dormía, pero una estúpida línea no me quedaba. Me estaba estresando a tal punto que quería golpear a alguien.

-Disculpe, aquí esta su café negro.

Interrumpió la mesera, dejando mi café en la mesa y retirándose al instante. Mire a todos lados, ¿Desde cuándo la cafetería se había llenado?

Un sonido de una campana llamó mi atención, causando que mirase al origen de ese ruido. Una chica entró. La examine de arriba a abajo, cabello castaño y ondulado, una piel pálida que a este punto no sé si es por el frio y le va a dar hipotermia o así es su tez, sudadera y falda con medias transparentes, no sabía nada de moda de mujeres, pero estoy seguro de algo, y es que seguramente el maldito frío le calaba hasta los huesos a la pobre, no importaba si el abrigo que traía le llegaba hasta los talones.

Gente loca, me dije a mi mismo en mi mente.

Volví a mi tarea, ignorando de nuevo al mundo entero. Así fue hasta que sentí a alguien sentarse a mi lado, más especifico, en la mesa frente a mi. Era la misma chica. Alzó su vista a la mía y nuestras miradas conectaron en un segundo, ella me dió una sonrisa amigable y yo solo bufé para volver a mi asunto del dibujo.

Unos minutos más tarde, la mesera volvió a aparecer para entregarle un café a la chica.

-Aquí tiene su caramel frappuccino, señorita, que lo disfrute.

Genial, además de una loca que usa falda en pleno invierno, también le gusta lo dulce. "Rara" era una palabra que la podría describir ahora mismo con lo que llevó viéndola.

Luego de unos diez minutos, sentí una mirada, mirada que por más que quisiera ignorar no podía. Siempre las ignoraba, no importaba de quién viniese, pero esta vez no. Levanté mi mirada y ahí estaba ella, mirándome con un brillo en los ojos que no podría ni explicar.

Fruncí mi ceño. Aunque siempre ignoraba eso, me castraba que me vieran por mucho tiempo.

-¿Por qué llevas alrededor de casi diez minutos mirándome? ¿Te gusto o qué?

Mire cómo pareció salir de un pequeño trance y sus mejillas se tiñeron de un color carmín.

-No, perdona, estaba leyendo algo y me puse a pensar mirando a un punto fijo, lo siento si te incomode.

-Pues mira a otro punto fijo, no a mi.

Calló abruptamente para volver la vista a su celular. Pero no pasaron ni dos minutos cuándo de nuevo, sentí su mirada. Que insoportable.

-¿No te quedó claro el que no me uses para un punto fijo sin sentido?

-¿Eh? Yo no te estaba viendo a ti, estaba viendo tu café.

-Claro, y los perros le son infieles a sus amos con otros.

Se escuchó una leve risa por parte de ella. Causando que le diera una mirada enojada.

-Perdón, es que si me dio risa- Intentó desaparecer su risa.

-Eso, o tú bebida con más azúcar que café ya te altero tu sangre.

-Pues es mejor esto a un insípido café sin sabor de azúcar ni leche.

-Ni que fuera bebé para seguir tomando leche.

-¡Uy! Habló el señor de treinta y tantos años.

-Tengo veinte años.

-Y yo dieciocho.

-¿Y a qué hora te pregunté tú edad?

Soltó un resoplido, claramente molesta. Causando en mi una leve sonrisa. Sus labios se abrieron un poco, pero volvió a cerrarlos, arrepintiéndose de lo que iba a pronunciar.

Iba a festejar mi victoria mentalmente al ganar esta pequeña plática, pero una voz volvió a escucharse.

-No se necesita que te pregunten para que digas algo.

-Pues para mi sí, sobretodo si la conversación no es deseada.

-Tú la comenzaste- Quiso defenderse.

-Decirte que básicamente me incomodaba que me mirarás cómo punto fijo no es iniciar una conversación- Yo también haría lo mismo.

-Pero si el hecho de que insultaste mi caramel frappuccino.

-También insultaste mi café negro y no estoy llorando.

-Nadie aquí esta llorando.

-Exteriormente no, interiormente estas haciendo un berrinche por un insulto.

-No me conoces para decir eso.

-Eres fácil de descifrar.

Los dos queríamos decir algo más, pero la mesera nos interrumpió para preguntar si queríamos algo más, yo negué, y ella solo pidió la cuenta. Pagó la bebida, tomó sus cosas y se marchó del lugar, no sin antes darme una mirada indignada.

Por fin, me libre de esa persona molesta. Aunque he de admitir que fue divertido ver su cara de enojo e intentos de defenderse.

El tiempo paso volando, y dos horas pasaron sin que yo supiera. Pedí mi cuenta, tome mis cosas y al cabo de dar solo un paso, algo brillante dio con mis ojos. Volteé a era un collar de oro en el lugar dónde se sentó aquella chica.

Lo tome entre mis manos, una media luna con una estrella, y tras de ella, el nombre de "Lumi". A mi opinión, un nombre raro, cómo ella.




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