Promesas de papel: cuando tus manos rozaron la mía.

Capitulo 7

Narrado por Ethan

La gente cree que los partidos de fútbol son lo más ruidoso que se puede vivir en una escuela. Están equivocados. El verdadero ruido está en los pasillos, en los murmullos, en las risitas contenidas, en los celulares que pasan de mano en mano con algo que nunca debería haber salido a la luz.

Ese día, apenas crucé la puerta del pasillo principal, lo supe. El ambiente tenía esa electricidad venenosa que precede al caos.

—Míralo, ahí viene… —susurró alguien a mi lado.

Me giré con fastidio, pero la respuesta me llegó antes de poder preguntar qué pasaba. Un grupo de chicas estaba reunido frente a sus teléfonos, riéndose. Entre risas, alguien dijo en voz alta:

—Pobre Alice, primero con Thiago, ahora con él. ¿No se cansa de mendigar atención?

Me quedé helado.

Avancé rápido, mis pasos golpeando el piso como si fueran tambores de guerra. Y entonces la vi: Alice, en medio del pasillo, con los brazos cruzados, fingiendo indiferencia. Sus ojos azules brillaban con esa chispa sarcástica que había aprendido a usar como escudo.

Frente a ella, Thalía. Perfecta, impecable, con su sonrisa venenosa. Y a su lado, Thiago, sosteniendo un celular con una foto en la pantalla. Una foto que me revolvió el estómago.

Era Alice, en un ángulo íntimo, nada explícito pero lo suficiente como para ser malinterpretado. Reconocí enseguida lo que pasaba: era algo que ella había compartido con Thiago en confianza, y él lo había guardado, robado, traicionado.

El corazón me golpeó fuerte.

—¿Qué demonios crees que haces, Thalía? —mi voz tronó más alto de lo que planeaba.

Ella giró la cabeza hacia mí, con esa sonrisa fría que me recordaba a los entrenadores rivales antes de un partido sucio.
—Oh, Ethan. Justo la persona que necesitábamos aquí. Ya que últimamente te dedicas a jugar al caballero salvador, deberías saber qué princesa estás protegiendo.

Alice rodó los ojos y levantó la barbilla, pero yo vi el temblor en sus manos, la manera en que su respiración se aceleraba. Fingía fuerza, pero estaba al borde de romperse.

—¿En serio? —dijo Alice, con voz cargada de sarcasmo—. ¿Esto es lo mejor que tienes? Una foto vieja y un par de rumores inventados. Bravo, Thalía, te has superado.

Los demás rieron, pero era ese tipo de risa incómoda, la que no sabe si está del lado correcto.

—No lo niegues, Alice —intervino Thiago, con esa arrogancia barata que siempre había tenido—. Le rogaste a mi hermano por atención, y como yo no te hice caso, ahora buscas a Ethan. ¿Qué sigue? ¿El conserje?

Un murmullo general recorrió el pasillo. Vi a Alice morderse el labio, sus ojos llenándose de lágrimas que luchaba por contener.

Y ahí exploté.

—¡Basta! —mi voz resonó contra las paredes. Todos se callaron, hasta el último curioso. Avancé hasta ponerme frente a Alice, interponiéndome entre ella y esos buitres. Sentí su hombro temblar rozando el mío, pero no se apartó.

Clavé mis ojos en Thalía, luego en Thiago.
—Todo lo que están diciendo es mentira. Alice no les rogó nada, no está desesperada, y no tiene por qué soportar sus ataques patéticos.

Thalía arqueó una ceja.
—¿Y por qué la defiendes tanto, Ethan? ¿Qué te importa?

Sentí la sangre hervir en mis venas. Tenía dos opciones: quedarme callado y dejar que las habladurías siguieran, o acabar con todo de una vez. Elegí lo segundo.

—La defiendo porque es mi novia. —Las palabras salieron con una firmeza que me sorprendió incluso a mí.

El pasillo estalló en un murmullo ensordecedor. Los celulares se alzaron, las miradas se clavaron en nosotros. Y en medio de todo eso, Alice me miró como si hubiera detenido el tiempo.

—¿Qué…? —susurró apenas, lo suficientemente bajo para que solo yo la escuchara.

No había vuelta atrás. Sonreí con seguridad, fingiendo que todo estaba bajo control.
—Sí, Alice, mi novia. ¿O hay alguien que quiera seguir inventando historias ahora?

Thalía palideció, como si no hubiera esperado ese movimiento.
—Estás loco, Ethan. Ella… ella no es tu tipo.

—Pues lo es ahora —respondí, cortante.

Thiago soltó una carcajada incrédula.
—No me hagas reír, hermano. Todos sabemos que esto es un show. ¿Desde cuándo tú, el capitán, sales con…?

No lo dejé terminar.
—Desde el día en que me di cuenta de que ella vale más que todos ustedes juntos —le corté, con el pecho erguido.

Silencio. Esa clase de silencio que te deja los oídos zumbando.

Alice permanecía inmóvil a mi lado, sus mejillas encendidas, los ojos brillantes. Fingía calma, pero yo sabía que por dentro estaba hecha pedazos. Así que me incliné hacia ella y susurré:
—Confía en mí.

Ella parpadeó, tragó saliva y asintió apenas.

—Esto no se va a quedar así —espetó Thalía, con el rostro descompuesto por la rabia.
—Haz lo que quieras —le respondí—. Ya no me importa lo que digas.

La multitud comenzó a dispersarse, decepcionados de que el show hubiera terminado. Pero yo sabía que en realidad acababa de empezar.

Cuando el pasillo quedó medio vacío, Alice soltó el aire que había estado conteniendo.
—¿Novia, eh? —dijo con una risa nerviosa.
—Lo primero que se me ocurrió —admití, encogiéndome de hombros.
—Genial, ahora soy parte de tu brillante estrategia —bromeó, aunque su voz temblaba.
—Alice… —la miré de frente—. No podía dejar que siguieran destruyéndote. No después de todo lo que vi en tus ojos.

Ella bajó la mirada.
—No necesito que me salves, Ethan.
—Lo sé. Pero a veces incluso las personas más fuertes merecen que alguien las respalde.

Hubo un silencio, cargado de algo que no supe nombrar.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó finalmente, con un tono mezcla de resignación y curiosidad.
—Ahora —dije, esbozando una sonrisa torcida—, tendremos que fingir que somos novios. Al menos hasta que esto se calme.

Alice suspiró, pero sus labios se curvaron en una sonrisa irónica.
—Genial. Justo lo que necesitaba este año: un novio falso.




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