Promesas de papel: cuando tus manos rozaron la mía.

Capitulo 9

Narrado por Alice

El día había sido una montaña rusa. Entre rumores, lágrimas contenidas y la absurda “relación” fingida con Ethan, mi cabeza parecía un cuarto desordenado: todo tirado por el suelo, nada en su lugar.

Llegué a casa agotada. Mis pies pesaban como si cargara sacos de cemento, y mi pecho ardía de tantas emociones tragadas. Abrí la puerta con cuidado, deseando que nadie me hablara, que me dejaran existir en paz.

Pero claro, el destino siempre tiene otros planes.

—¡Aliii! —canturreó una voz que conocía demasiado bien.

Allí estaba Alison, mi hermana. Pelo brillante recogido en una coleta alta, piel radiante como si hubiera nacido con filtro incorporado, sonrisa de anuncio de pasta dental. Estaba tirada en el sofá, con su celular en la mano, como si fuera la dueña de todo.

—Hola —dije apenas, dejándome caer en la silla más cercana.

Ella me miró por encima del teléfono, arqueando una ceja.
—¿Qué te pasó? Tienes cara de haber visto un fantasma.

Resoplé.
—Ojalá hubiera sido un fantasma. Eso al menos explicaría por qué me siento así.

Alison soltó una risita ligera.
—Dramática.

—Realista —corregí, enterrando la cara en mis manos.

La escuché dejar el celular a un lado y levantarse. De pronto estaba frente a mí, con ese aire de hermana mayor aunque en realidad no lo era tanto.
—Ok, suéltalo. ¿Qué demonios pasó?

Levanté la vista, y fue como si mis ojos se rebelaran solos. Las lágrimas empezaron a acumularse sin permiso.
—Todo, Ali. Absolutamente todo está mal.

Ella me tomó de la mano y tiró de mí hasta que terminé sentada en el sofá, con la cabeza recostada en su hombro.
—Empieza por el principio —susurró—. Aquí estoy.

Inspiré profundo, tratando de ordenar mis pensamientos, pero al final salió como un torrente descontrolado.

—Thalía me odia, inventa cosas horribles de mí, me ridiculiza en frente de todos. Thiago… —me trabé, tragando saliva—, Thiago me usó, me negó, y ahora tiene el descaro de decir que me “perdona” si vuelvo con él. Y Ethan… Ethan me defendió, sí, pero ahora todo el mundo cree que somos novios y yo no sé ni qué pensar.

El silencio cayó después de mi explosión. Escuché mi respiración entrecortada, el latido de mi corazón en los oídos.

Alison acarició mi cabello como cuando éramos niñas.
—Vaya combo —murmuró con una media sonrisa—. No es justo que te toque cargar con tanto.

—No es justo, no —admití, sintiendo que las lágrimas se desbordaban.

Ella me dio un empujoncito cariñoso.
—Pero, hermanita, tú eres más fuerte de lo que crees.

Rodé los ojos, limpiándome con la manga.
—Sí, claro. Fuerte. Me siento más como un castillo de arena esperando la próxima ola.

—Pues yo no lo veo así. —Me miró seria, con esos ojos suyos llenos de convicción—. Te veo cayendo, sí, pero también levantándote una y otra vez. Y eso, Ali, eso es ser fuerte.

Sus palabras me atravesaron como una flecha. Dolían, pero también daban calor.

—Ojalá pudiera verte con mis ojos —añadió.

Suspiré, medio riendo.
—Tus ojos siempre han estado mal calibrados conmigo.

Alison sonrió.
—No, lo que pasa es que tus ojos siempre han sido demasiado duros contigo misma.

Bajé la vista, jugando con los cordones de mi sudadera.
—¿Sabes qué es lo peor? Que a veces… —tragé saliva— a veces siento envidia de ti.

Ella se sorprendió, abriendo los ojos.
—¿De mí?

Asentí lentamente.
—Sí. Eres bonita, segura, siempre tienes la palabra correcta. En la escuela, en las fotos, en cualquier parte… la gente gira cuando entras. Y yo… yo siento que soy la sombra torpe que camina detrás.

Ella me apretó la mano con fuerza.
—Alice… ¿de verdad crees que todo es tan perfecto en mí?

La miré, confundida.
—¿No lo es?

Negó con una sonrisa triste.
—No, Ali. Yo también tengo mis miedos, mis comparaciones, mis noches en las que me siento… insuficiente. Pero aprendí algo: no se trata de ser la más bonita ni la más segura, sino de ser fiel a lo que eres.

Me reí, amarga.
—Eso suena como frase de agenda motivacional.

—Pues sí, pero funciona —respondió riendo también.

El ambiente se alivianó un poco. Me dejé caer hacia atrás, respirando hondo.
—Es que no sé si estoy lista para todo lo que se viene.

—Nadie está lista nunca —dijo ella, levantándose y estirando los brazos—. Pero la vida no espera a que nos sintamos listas. Nos lanza y punto.

—¿Y si me hundo? —pregunté en voz baja.

Ella me miró con ternura.
—Entonces yo voy a estar ahí para sacarte.

Mis ojos se humedecieron otra vez, pero esta vez no de dolor, sino de algo parecido a gratitud.

Nos quedamos un rato así, en silencio, con la televisión encendida de fondo sin que ninguna prestara atención. El calor de tenerla cerca era como un recordatorio de que, aunque el mundo se empeñara en derrumbarme, siempre habría un lugar donde podía caer y no romperme.

La miré de reojo y sonreí.
—Gracias, Ali.

Ella me devolvió la sonrisa.
—Para eso están las hermanas, ¿no? Para fastidiarte la vida… y salvarla también.

Reímos juntas, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que el peso en mi pecho se aligeraba un poco.

No sabía qué me esperaba mañana, pero por esa noche… tenerla conmigo era suficiente.

Hoy, solo hoy.




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