Promesas de papel: cuando tus manos rozaron la mía.

Capitulo 26

El cielo se parte en dos justo cuando el profesor grita que hay que suspender la caminata.
El trueno retumba sobre nosotros como una advertencia.
En segundos, el viento se vuelve salvaje y la lluvia comienza a golpear con una furia que parece personal.

Corremos entre gritos, risas nerviosas y mochilas empapadas.
El barro se mete entre los zapatos, el aire huele a tierra y miedo.
Nos refugiamos en la cabaña principal, todos apiñados, chorreando agua.
El techo cruje, las gotas caen por los bordes de las ventanas, y las luces titilan como si también temieran apagarse.

Yo estoy en una esquina, con las manos en los bolsillos, fingiendo calma.
Pero por dentro, algo se está rompiendo.
Hace días que no puedo dormir.
Desde que vi cómo Ethan y Alice se miraban en la fogata.
Desde que entendí que ya no puedo seguir sosteniendo la mentira que yo mismo creé.

El sonido de la lluvia es constante, como un tambor.
Kyle bromea para aliviar la tensión.
Thalía lo ignora. Está en silencio, observando a Alice.
Ethan seca su cabello con una toalla, pero sus ojos siguen fijos en ella también.

Y yo… yo solo pienso en cómo todo esto empezó.

Una mirada.
Un beso que no debía haber ocurrido.
Y mi cobardía para admitirlo.

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El profesor intenta organizar el espacio.
—Tranquilos, chicos. Solo será un rato. En cuanto pare la tormenta, podrán volver a sus cabañas.

Pero nadie escucha.
El ambiente está cargado, espeso.
La tensión no viene del clima, sino de nosotros.

Thalía rompe el silencio primero.
—¿Van a seguir fingiendo? —dice, mirando a Alice y Ethan. Su voz no es agresiva, pero sí dolida.
—¿A qué te refieres? —pregunta Ethan, frunciendo el ceño.
—A esto. —Señala el aire entre ellos—. A esa conexión que todos vemos pero nadie se atreve a nombrar.

Alice baja la mirada.
Ethan aprieta la mandíbula.
Y yo siento que el aire se vuelve más pesado.

—No es momento para esto —murmura Kyle, intentando calmarla.
—¿Y cuándo será? —responde Thalía, con un temblor en la voz—. Siempre lo posponen. Siempre callan.

Su rostro se ha transformado. Ya no es la chica que quería ganar, sino la que se cansó de perder sin entender por qué.

Yo trago saliva.
Mi corazón late tan fuerte que casi me ahoga.
Y lo sé.
Sé que este es el momento.

—Basta —digo, levantándome.
Todos me miran.
Esa clase de silencio que corta.

Camino hacia el centro, con las manos temblando.
—Yo… —mi voz sale ronca—. Tengo que decir algo.

Alice me observa, confundida.
Ethan se tensa.
Thalía cruza los brazos, esperando.

Y entonces, todo sale.

—Los rumores que corrieron hace meses… no eran inventados.
Un murmullo recorre la sala.
—Sí —continúo, con la garganta ardiendo—. Pasó algo entre Alice y yo.

El trueno golpea justo después, como si el cielo también reaccionara.
Las miradas se clavan en nosotros.
Alice se queda helada.
Ethan da un paso hacia adelante.

—Pero —añado, rápido—, lo que todos contaron no fue la verdad completa.
—¿Y cuál es la verdad, Thiago? —pregunta Thalía, la voz quebrada.

Respiro hondo.
—La verdad es que ella nunca me engañó. Fui yo quien jugó. Quien confundió las cosas.

Alice se lleva las manos a la cara, negando en silencio.
Ethan me mira como si no supiera si golpearme o escucharme.

—Yo… me acerqué a Alice cuando estaba con Thalía —digo, bajando la cabeza—. Quería sentirme importante. Quería que alguien me viera más allá del chico perfecto que todos creían que era. Y ella… solo fue amable conmigo. No buscó nada más.

Un rayo ilumina la ventana.
Thalía da un paso atrás.
—¿Qué estás diciendo? —susurra—. ¿Que todo lo que sufrí fue por nada?

—No por nada —respondo, con la voz temblorosa—. Fue por mí. Porque fui un cobarde que no supo detener los rumores cuando debía.

El silencio es insoportable.
El agua golpea el techo como si quisiera enterrarnos bajo ella.

Ethan da un paso al frente.
—¿Y por qué hablar ahora? —me pregunta, la voz baja pero firme.
—Porque no aguanto más. —Lo miro a los ojos—. Porque tú la miras como si ella te hubiera traicionado, y no es verdad. Fui yo quien lo arruinó todo.

Él aprieta los puños.
Alice llora.
Y en el fondo, Thalía se cubre la boca con la mano, destrozada.

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El golpe llega rápido.
No lo esquivo.
El puño de Ethan me impacta en la mandíbula y me lanza hacia atrás.
Caigo al suelo, con el sabor metálico de la sangre en la lengua.

Nadie grita.
Ni siquiera los profesores intervienen de inmediato.
Todo el mundo está paralizado.

Ethan se queda de pie, respirando con fuerza.
Su mirada está cargada de furia, pero también de dolor.
Después de unos segundos, se gira y me ofrece la mano.

—No lo hiciste por mí —dice—. Lo hiciste por ti mismo.

Lo miro, confundido.
—¿Qué…?
—Confesaste porque querías limpiarte la culpa, no porque quisieras arreglar algo.

Tiene razón.
Y eso duele más que el golpe.

Me incorporo lentamente.
—Quizás sí —respondo—. Pero al menos ahora todos saben la verdad.

Ethan niega con la cabeza.
—A veces, la verdad no limpia. Solo deja al descubierto toda la mugre.

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Alice se acerca, los ojos rojos, el cabello pegado al rostro por la humedad.
—Thiago, ¿por qué no me dijiste nada antes? —me pregunta, llorando.
—Porque tenía miedo.
—¿De qué?
—De perder lo poco que me quedaba de todos ustedes.

Ella tiembla.
Ethan da un paso hacia atrás, dejando espacio entre nosotros.
No hay odio en su mirada, solo cansancio.
Thalía, en cambio, está inmóvil, con las lágrimas corriendo sin sonido.

—Yo confié en ti —dice ella, sin levantar la voz.
—Lo sé.
—Y me mentiste.
—Lo sé, Thalía. Lo siento más de lo que puedes imaginar.




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