Narrado por Alice)
---
La lluvia ha parado.
No sé cuánto tiempo pasó desde la confesión, pero el aire huele a tierra húmeda y silencio.
El campamento parece otro lugar, cubierto de una niebla ligera que flota entre los árboles.
El suelo está lleno de charcos donde se reflejan los restos de una tormenta que fue más que solo agua.
Camino sin rumbo, con las botas pesadas y el corazón más ligero de lo que esperaba.
No porque esté bien —no lo estoy—, sino porque ya no tengo nada que esconder.
Por primera vez en mucho tiempo, no hay máscaras.
Todo salió a la luz: lo bueno, lo feo, lo que dolía.
Y aunque cada palabra que Thiago dijo aún me quema por dentro, siento una extraña libertad.
Una libertad triste, pero real.
Escucho a lo lejos el murmullo del grupo regresando a las cabañas.
Yo me alejo más.
Necesito silencio.
Necesito sentir el peso del agua en la tierra, el sonido de mis pasos, el vacío que deja un corazón cuando deja de correr para esconderse.
Me siento sobre una roca, el aire frío pegándose a mi piel todavía húmeda.
Mi respiración sale en nubes pequeñas, y por primera vez en días, no me tiembla el pecho.
Quizás lloré demasiado.
Quizás ya no me quedan lágrimas.
Cierro los ojos.
Y entonces escucho pasos detrás de mí.
—Sabía que te encontraría aquí.
La voz me sobresalta, pero no me asusta.
Thalía.
Me giro lentamente.
Está empapada, aunque la lluvia ya haya parado.
El maquillaje corrido, los ojos rojos.
Pero hay algo distinto en ella: una calma nueva, como si también se hubiera roto por dentro.
—¿Vienes a decirme algo más? —pregunto, sin ironía, solo cansancio.
—No —responde—. Vengo a escucharte.
Me río un poco, pero suena más como un sollozo.
—No hay nada que decir. Ya lo escuchaste todo.
Thalía se sienta a mi lado, en silencio.
El bosque está tan quieto que se oyen las gotas caer desde las hojas.
Pasamos unos minutos así, sin hablar.
El tipo de silencio que duele, pero también sana.
Finalmente, ella rompe el aire con una voz temblorosa:
—No sabes cuántas veces quise pedirte perdón.
La miro, confundida.
—¿Por qué?
—Por todo. Por los rumores, por las palabras, por tratarte como si tu existencia fuera un error en mi historia.
Trago saliva.
No sé qué decir.
Una parte de mí quiere abrazarla, otra aún sangra.
—No eras la única que se equivocó —respondo al fin—. Yo también te odié.
—Lo sé. —Thalía baja la mirada—. Pero tú tenías motivos. Yo solo tenía miedo.
Esa palabra se queda flotando entre nosotras.
Miedo.
Cuánto daño puede causar cuando se disfraza de orgullo.
—¿Miedo a qué? —pregunto con suavidad.
—A no ser suficiente —susurra—. A que me dejaran de mirar si no brillaba. Mi mamá siempre decía que las chicas como nosotras solo valemos si todos nos admiran… y yo lo creí.
Suelta una risa ahogada.
—Y entonces llegaste tú. Con tu ropa simple, con tu forma torpe de hablar y tu forma tan… real de ser. Y todos empezaron a verte. Incluso él.
No responde con rabia, sino con tristeza.
Me doy cuenta de que lo que sentía no era odio, sino una mezcla de dolor y confusión.
Thalía nunca fue mi enemiga. Solo una chica tratando de sobrevivir en un mundo que la obligó a fingir.
—Nunca quise quitarte nada —le digo.
—Lo sé —responde ella enseguida—. Pero eso no impidió que doliera.
Un pájaro canta a lo lejos, y el sonido parece más vivo que nunca.
Nos quedamos mirando el horizonte, donde la niebla empieza a despejarse y el sol intenta volver.
Thalía respira hondo.
—Cuando Thiago habló, sentí que todo se derrumbaba. Pensé que iba a odiarlo, que iba a odiarte más… pero solo sentí vacío.
—Yo también —murmuro—. Como si no quedara nada que defender.
Ella asiente.
—Porque no queda. Solo nosotras, con los pedazos que quedan de lo que fuimos.
Una lágrima se desliza por su mejilla, y sin pensarlo, le ofrezco mi mano.
Ella la toma.
Es un gesto simple, pero se siente enorme.
Dos chicas que alguna vez se hirieron, sosteniéndose en medio de la nada.
—Supongo que ya no somos enemigas —digo con una sonrisa triste.
—Nunca lo fuimos, ¿sabes? —responde ella, apretando mi mano—. Solo dos chicas intentando ser amadas en el mismo lugar equivocado.
Sus palabras me atraviesan como una caricia y una herida al mismo tiempo.
Porque son verdad.
Dolorosamente verdad.
Nos quedamos ahí, juntas, sin hablar más.
El viento mueve las hojas, el sol empieza a filtrarse por las ramas.
Y pienso que, tal vez, esto sea el perdón.
No olvidar. No justificar. Solo entender.
---
Un rato después, cuando el grupo vuelve a reunirse, caminamos lado a lado.
No somos amigas, todavía no.
Pero ya no somos sombras enfrentadas.
Ethan me ve llegar y su expresión cambia al verme con Thalía.
No dice nada, pero sus ojos lo dicen todo: alivio, sorpresa… respeto.
Thiago está a unos metros, hablando con Kyle.
Se ve distinto. Menos arrogante, más humano.
No lo odio.
Ya no.
Thalía se detiene antes de entrar a la cabaña.
—Gracias —dice, mirándome de reojo.
—¿Por qué?
—Por no odiarme como yo me odié.
Sonrío.
—Nadie gana cuando se odia. Solo se queda más solo.
Ella asiente, y por primera vez, su sonrisa no parece una máscara.
---
Esa noche, no duermo enseguida.
El campamento se ha calmado, pero el eco del día todavía resuena.
Me quedo mirando el techo de madera, escuchando el sonido lejano del bosque.
Pienso en todo lo que pasó.
En lo que perdí.
En lo que encontré.
Thiago, con su confesión, me quitó una carga que no sabía cuánto pesaba.
Thalía, con su disculpa, me devolvió una parte de mí que había enterrado.
Y Ethan… bueno, Ethan sigue ahí.
#43 en Joven Adulto
#1470 en Novela romántica
#amor y desamor, #amor# pasion# desiciones, romance #superacion#autoestima
Editado: 06.10.2025