Promesas de papel: cuando tus manos rozaron la mía.

Capitulo 30

El amanecer llegaba lento, silencioso, y con él, la sensación de que el tiempo en el campamento se estaba acabando. El lago reflejaba los primeros rayos de luz, y un aire fresco recorría la orilla, arrastrando los últimos vestigios de la tormenta nocturna. Cada uno de nosotros tenía su propia carga emocional, su propio peso, pero en este instante, todo parecía alinearse, aunque fuera solo un momento.

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Alice
Me senté al borde del muelle, dejando que mis pies tocaran el agua fría. El reflejo del sol naciente me devolvía una imagen que no reconocía del todo: cansada, empapada de emociones, pero libre. Respiré hondo, y por primera vez en semanas, no sentí que el mundo me aplastara.

Ethan apareció a mi lado, silencioso, sin hacer ruido, dejando que el silencio hablara por él. No necesitábamos palabras. Su presencia bastaba. Apoyé la cabeza en su hombro, y sentí su brazo rodearme, firme pero tranquilo. Era tan humano, tan imperfecto, tan perfecto en la forma en que simplemente existía conmigo.

—El sol no borra las sombras —susurré—, pero las hace más pequeñas.

Él asintió, y por un instante, todo lo demás desapareció. La escuela, los rumores, la presión, la ansiedad… todo se diluía frente a la calma del lago y la certeza de que, al menos en este momento, estábamos juntos.

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Ethan
La veía allí, tan vulnerable y fuerte a la vez. Todo el peso del año parecía comprimirse en esos minutos en el muelle, y yo quería sostenerla sin pretender ser héroe, sin arreglar nada que no necesitara arreglarse.

—Sabes —dije, tocando suavemente sus dedos—, no sé cómo terminamos aquí, ni cómo sobrevivimos a todo esto. Pero estoy agradecido. Por ti. Por… esto.

Ella me miró, y sus ojos reflejaron la mezcla de alivio y gratitud que sentía. Su sonrisa era leve, casi tímida, pero suficiente para recordarme por qué todo valía la pena.

—Yo también —susurró—. No quiero que esto cambie… aunque sabemos que después del campamento, todo seguirá su curso.

Asentí. Sabíamos que la vida nos esperaba allá afuera, pero por ahora, nos pertenecíamos el uno al otro, aunque fuera solo un instante antes de enfrentar el mundo.

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Eva y Kyle
En otra parte del campamento, Eva y Kyle caminaban hacia la salida, mochilas al hombro y palabras que se quedaban atoradas en la garganta. Se detuvieron junto al sendero de tierra que llevaba a los autobuses.

—No quiero que esto sea un adiós —dijo Eva, intentando sonreír—.

Kyle suspiró, mirando el horizonte con la expresión de alguien que no sabe cómo sostener lo que siente. —No lo es… tal vez solo un “hasta luego”.

Se abrazaron, y el silencio llenó el espacio entre ellos. No había necesidad de promesas perfectas; lo que importaba era el reconocimiento de lo que compartieron y la esperanza, aunque frágil, de que algún día volverían a encontrarse.

Eva se separó ligeramente, mirándome a mí de reojo. —Cuida de ti, Alice. Recuerda quién eras antes de querer gustarle al mundo.

Asentí, conteniendo las lágrimas que amenazaban con caer. Su partida sería un golpe, pero también un recordatorio de que la vida sigue, y que algunos amores y amistades no necesitan estar juntos todo el tiempo para ser eternos en memoria.

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Thalía y Thiago
Thalía estaba sentada en un tronco, observando el lago con una mirada distante, pero no vacía. Thiago se acercó con paso lento, sabiendo que cualquier palabra en este instante necesitaba cuidado.

—Thalía —empezó, con voz baja—. Sé que no puedo cambiar el pasado. Ni con Alice, ni con lo que pasó entre nosotros.

Ella suspiró, sin mirarlo. —No espero que lo hagas, Thiago. Solo… quiero que sepas que te perdono. Pero eso no significa que pueda seguir fingiendo que hay amor donde no lo hay.

Él bajó la cabeza, consciente de la verdad en sus palabras. —Lo sé. Solo… quería que lo supieras antes de irnos. Antes de que todos tomemos caminos separados.

—Y lo sé —respondió ella finalmente, girando la mirada hacia él—. Tal vez algún día podamos ser solo amigos, sin rencor, sin ego, sin celos. Solo nosotros, de verdad, como personas.

Él asintió, con un nudo en la garganta. Había esperado demasiado, había jugado con emociones que no eran suyas, y ahora comprendía que el tiempo perdido no podía recuperarse. Pero al menos, podía irse con la conciencia de haber intentado reparar lo que estaba roto, aunque de manera parcial.

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Alice y Ethan (continuación)
Nos levantamos del muelle y caminamos por el sendero del campamento, las botas mojadas haciendo crujir las hojas húmedas bajo nuestros pies. Hablábamos poco, porque no hacía falta. Cada mirada, cada roce accidental de manos, decía lo que los labios no podían expresar.

—¿Te das cuenta? —le pregunté mientras mirábamos el cielo despejarse—. Después de todo lo que pasó, seguimos aquí. Y no nos rompimos del todo.

Él sonrió suavemente, apretando mi mano. —Sí. No estamos perfectos, Alice. Pero quizás eso sea lo que hace que esto funcione. Que podamos elegirnos incluso con todo el pasado sobre nuestros hombros.

Me apoyé en él, dejando que la tranquilidad del amanecer nos envolviera. No necesitábamos más; la simple certeza de estar juntos, de elegirnos cada día, era suficiente para curar muchas grietas.

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Thalía
Desde mi posición, observaba a Alice y Ethan caminar hacia el lago, manos entrelazadas. Sentí un golpe de melancolía y, por primera vez, entendí que mi ira nunca fue solo hacia ella. Fue hacia mí misma. Envidiaba su capacidad de ser amada, de ser vulnerable y aceptada sin condiciones, de reconstruirse sin miedo.

Miré a Thiago, que permanecía a mi lado, respetando mi silencio. Y sentí un peso liberarse lentamente: no era necesario destruir a nadie para encontrar mi propio valor. Solo tenía que permitirme ser vista, incluso sin brillar tanto como todos esperan.

> “Yo solo quería que alguien me viera sin tener que brillar.”




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