Promesas en la playa

Capítulo 3: La Confesión

El día siguiente trajo consigo una calma inusual. El sol brillaba con fuerza, y la brisa marina acariciaba la piel de Mia mientras paseaba por la misma playa en la que se había encontrado con Chris tantas veces. Sin embargo, hoy, algo en ella había cambiado. No era solo el entorno lo que la hacía sentir distinta, sino la certeza de que había algo profundo en su relación con él. Algo que había comenzado a gestarse desde su primer encuentro.

De alguna manera, las piezas empezaban a encajar. Sabía que, aunque las promesas y las palabras eran hermosas, lo que realmente importaba era lo que cada uno estaba dispuesto a dar. Y ella, sin darse cuenta, estaba comenzando a abrir su corazón a alguien que, hasta hacía poco, era un completo extraño. Pero ahora sentía que ese extraño tenía algo que ella necesitaba más de lo que pensaba.

Mia había estado evitando enfrentarse a la realidad de sus sentimientos, pero el tiempo juntos, las conversaciones compartidas, y esa conexión que solo ellos podían entender la habían hecho más vulnerable de lo que pensaba. Por primera vez en mucho tiempo, no quería huir de lo que estaba sintiendo. Quería entenderlo, incluso si eso significaba arriesgarse a salir herida.

Al llegar a la pequeña cafetería junto al mar, vio a Chris sentado en su mesa habitual, mirando pensativamente su taza de café. Su expresión, siempre tan serena, no podía esconder el ligero atisbo de preocupación que había en sus ojos. Cuando levantó la vista y la vio, sus ojos se iluminaron, y Mia sintió una oleada de emociones que casi no pudo manejar.

—Hola —dijo Mia, tomando asiento frente a él, intentando controlar el nerviosismo que sentía al estar tan cerca de él.

Chris sonrió, pero algo en su rostro le dijo a Mia que había algo importante que él quería decirle.

—Hola —respondió él, dejando la taza sobre la mesa y mirándola con una intensidad que la hizo sentirse expuesta—. Hay algo que quiero hablar contigo.

Mia lo miró, preocupada. El tono de su voz había cambiado, y eso la hizo sentir que este momento no iba a ser como los demás. Tal vez era hora de enfrentar lo que ambos sabían que estaba creciendo entre ellos.

—¿De qué se trata? —preguntó Mia, tratando de sonar tranquila, aunque su corazón comenzaba a latir con fuerza.

Chris la miró por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas, y luego, finalmente, las encontró.

—Lo que quiero decirte es que no sé qué nos deparará el futuro. Ni tú ni yo sabemos lo que va a pasar, pero siento que lo que estamos compartiendo… es real. Y quiero saber si tú también lo sientes.

Mia tragó saliva, sorprendida por la franqueza de sus palabras. ¿Lo que estaban compartiendo? ¿Era eso lo que ella sentía también?

Sin poder contenerse más, le respondió, con la voz quebrada por la emoción.

—Sí, lo siento. Lo siento mucho. Pero también tengo miedo, Chris.

Chris extendió su mano y la tomó con suavidad.

—El miedo es natural —dijo él, con voz firme pero tierna—. Pero a veces, el mayor riesgo es no arriesgarse en absoluto.

Y allí, en ese pequeño rincón frente al mar, entre las promesas del pasado y las incertidumbres del futuro, Mia sintió que su corazón se abría por completo.



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En el texto hay: mar, amor, playa

Editado: 05.01.2025

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